Te quedaba una hora para filmar. Caminabas por la 5ta avenida con un andar cansino. La gente apurada, intentaba al mismo tiempo ser cuidadosa para no resbalar por lo mojada que estaba la acera. Vos ibas a tu tiempo, sin importarte el correr de los demás, intentando capturar cada sensación que producía el ambiente.
Habían pasado 3 días desde que recibiste el mail y todavía, no habías respondido. Había pasado el tiempo suficiente como para tomar el valor de responder y también el suficiente como para no escribir nada por vergüenza.
Pasaste por el Starbucks que se encontraba en la 7ma y de repente sentiste un deja vu.
(Flashback)
Intensa, apabullante. Dinámica y ciclotímica como ella sola. Hacía dos años que habías llegado a la ciudad “que nunca duerme” pero aún la sensación de abrumo seguía invadiéndote como el primer día.
Preparaste los múltiples abrigos con los cuales debías vestirte para refugiarte de la ventisca helada que corría por calles del “West Side” de Nueva York, lugar geográfico donde se encontraba tu humilde departamento de dos ambientes. Chequeaste que la cinta estuviera introducida correctamente en la filmadora y minutos después abandonaste tu hogar.
Caminaste por la fría acera de la avenida Columbus, plagada de un gentío que parecía ignorar el frío invernal que invadía la metrópoli. Mientras avanzabas por ese mundo tan cosmopolita, donde el cuello se retuerce en una tortícolis voluntaria al mirar hacia el cielo (consecuencia de la majestuosidad de los rascacielos), intentaste armar un plan mental de las actividades que realizarías ese día. Todavía estabas de vacaciones en la facultad.
Quizás podrías ver alguna función en el Lincoln Center o simplemente tomar aire y descansar entre los árboles en el Central Park. Tu panza repentinamente crujió y disipó todas tus dudas: irías a buscar ese libro de “Cine contemporáneo” en Barnes & Noble, pero primero satisfacerías tu hambre en algún local de paso a su destino final.
La idea de comer un bagel con dulce era sumamente tentadora, pero H&H Bagels quedaba en la dirección opuesta. Algo decepcionado, continuaste tu ruta hacia la famosa librería cuando divisaste un Starbucks a mitad de cuadra. El aroma a café consiguió hipnotizarte y bajo sus encantos te adentraste en el local.
Retiraste la bufanda que envolvía tu cuello y con una simpática sonrisa ordenaste un Café Mocha Blanco a la castaña vendedora encargada en la caja. Le guiñaste un ojo y tras brindar tu nombre te dirigiste a la zona de espera, donde una rubia de alta estatura intentaba comprender el complicado mapa de la ciudad mientras aguardaba por su café.
- ¿Tifanny? – preguntó la encargada de entregar los pedidos. La rubia se adelantó hacia la mujer tras pronunciar un “acá” y tomó el café, algo molesta. Había intentado explicarle a la vendedora mediante todas las formas posibles que su nombre era Trinidad, no Taylor ni ninguno de los nombres que había intentado escribir en el vaso.
- Sos argentina ¿no? – adivinaste mirándola con una sonrisa. Ella sonrió complacida; era agradable encontrar alguien que compartiera su mismo idioma y costumbres. Vos le ofreciste la mano y ella únicamente la tomó para poder saludarte cómodamente en la mejilla. No le gustaban las formalidades.
Sorprendido ante el contacto, la invitaste a que se apartaran de la extensa fila que se estaba formando junto a ustedes. “Trinidad” accedió.
- Te vi medio perdida con el mapa, ¿necesitás ayuda?
- Sí, la verdad que sí. Esto de tantos números de calles y subtes me está volviendo loca – le explicó la rubia con una mueca y asentiste comprensivo. Más de una vez te habías perdido – Mi objetivo es llegar al Met (Metropolitan Museum of Art), veremos si no me congelo en el intento… - añadió graciosa.
Tras múltiples risas, se hicieron unos minutos de silencio. Te colgaste mirando sus ojos verdes y sentiste por un momento, que no había nada más. Finalmente te animaste a romper esa pasividad.
- Yo me ubico bastante bien acá, así que si querés… puedo acompañarte.
La joven te examinó en detalle mientras deliberaba aquella propuesta. Irse con un completo extraño era una proposición tan tentadora como peligrosa. Pero sabía que si se aventuraba a hacer un recorrido de la ciudad ella sola, lo más probable sería que termine en Queens.
Por otro lado, le parecías un chico con buenas intenciones y con sincero interés en ayudarla. Además, nunca hacía mal un poco de adrenalina en cualquier viaje y justamente eso era lo que ella necesitaba para despejarse y despegarse de su ciudad de origen.
- ¿En serio?
- Sí, además yo voy para ese lado – mentiste con una sonrisa. El libro podía esperar – Igual antes de irte, conmigo o sin mi, tenés que darme algo… – y ella levantó sus cejas – tu nombre –finalizaste con una sonrisa más amplia que la anterior.
Dudo un momento, pero finalmente te contestó
- Trinidad, ¿y vos compatriota?
- Pedro.
(Fin Flashback)
Cortaste la grabación y caminaste rápido las quince cuadras que faltaban para llegar a tu departamento. Subiste las escaleras… necesitabas entrar en calor. Cuando llegaste, repetiste la secuencia del otro día.
Cuando se abrió la casilla, no te sorprendiste al ver que no había nada nuevo. Cliqueaste en el mail de Paula y comenzaste a responder.
naaaaa, esto es muy bueeeeeeno
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