Odiabas esperar y hacía 20 minutos que aguardabas que tu valija se materializara en la cinta que llevaba y traía el equipaje de los pasajeros de tu vuelo. Habías estado los últimos 4 días en Cancún realizando la producción para Luz de Mar, conocida marca de trajes de baño.
Otro bolso gris, una valija roja y dos azules. Mordiste tu labio inferior con suma molestia, hasta que la divisaste a los lejos; de tamaño mediano y con un diseño de Burberry’s. La tomaste con alivio y sentiste vibrar tu celular en tu bolsillo.
Pedro.
Sonreíste instantáneamente. Hacía cuatro días que no lo veías y en tu vida habías experimentado esta mezcla de impaciencia con ansiedad respecto a nadie. Te considerabas una persona completamente independiente, pero hacían 96 horas que no dejabas de pensarlo.
Desbloqueaste el teléfono y entraste al chat: “¿Humor 5? Dejá de morderte que te vas a despedazar el labio”.
Reíste mordiendo tu labio (ahora con ternura) y eso te hizo reír aún más ¿cómo podía ser que te conociera tanto?
“Humor – 2, pero por alguna razón está subiendo… o por alguien ¡Ah, encontré la valija!”
Que Pedro haya adquirido un Blackberry te facilitó muchísimo las cosas; se lo habían dado por el trabajo y desde que dejaste Buenos Aires no hubo un minuto que estuvieran desconectados. Pero obtuviste el efecto contrario al deseado (no extrañarlo): lo hiciste el doble.
Te daba vergüenza admitirlo incluso a vos misma, pero ya no tenía caso. No podías hacer nada al respecto.
El martes al mediodía, mientras ultimabas detalles de la valija antes de salir a Ezeiza, habías encontrado cuatro post-it pegados en tu pared. Te acercaste, con el ceño fruncido ignorando quién podría ser el autor, pero más bien irritada porque pegaron papel directamente sobre la pintura. Sin embargo, tu expresión cambio al instante al reconocer la letra que estaba plasmada en los cuatro cuadrados amarillos.
“25A7N19B”;
“Y, era hora de modernizarnos…los mails no iban más jaja”;
“Ahora somos chuecos 2.0”;
“PD: Espero con esto, no extrañarte tanto. Te quiero”
Atravesaste el free shop en cuestión de segundos; lo conocías de memoria y no querías perder más tiempo en el aeropuerto. Un taxi te llevo a tu casa y cuando llegaste lo primero que hiciste fue tirarte en el sofá; estabas agotada.
Sonreíste al sentir su perfume en los almohadones y hundiste tu nariz para aspirar su aroma. De repente, comenzó a sonar tu celular y atendiste despreocupada sin mirar, pensando que era Pedro.
- Hola - dijiste sonriendo.
- Al fin me contestás Pochi, hace mil que estoy tratando de contactarme con vos – y la sonrisa se desvaneció al instante.
La puta madre.
- Y, me parece que estaba tratando de que captes un mensaje ¿no? – y consideraste cortar, pero ya habías atendido.
- Se que estás enojada, pero ya te expliqué que no tuve nada que ver. Sabés cómo son en Lobos…No podemos tirar tantos años de amistad por una boludez, te necesito.
- ¿A vos te pagan por decir estupideces por minuto o sos boludo autodidacta? Ezequiel, esto es un deja vu sin fin – y sentías como los recuerdos de años atrás se apilaban haciéndote sentir extremadamente pesada - ¿Qué tengo que hacer para que no me jodas más? No me interesa cómo son en Lobos, lo único que pesa es lo mala persona que sos y de eso sí que no me olvido.
- No te hice nada Paula, pueblo chico infierno grande… Quizás me equivoque en algunas cosas, pero mis sentimientos por vos no cambian… siempre sentí algo fuerte entre nosotros.
- ¿Te das cuenta como te contradecís sin parar no? Siempre lo mismo con vos…
- Es que me sobrepasa la situación… juntémonos a hablar, no me gusta discutir por teléfono.
- Ya nos juntamos una vez y las cosas terminaron peor que antes… para mí obviamente, porque vos te lavaste las manos como lo hiciste desde el primer minuto – estabas indignada, enojada y retenías las ganas de llorar - No me querés una mierda, ni como amiga ni como algo más.
- Si que te quiero… y quizás no aceptes que nos veamos, pero vas a tener que escucharme en el compromiso de tu viejo.
- ¿Qué compromiso? ¿Miguel y Claudia se casan?
- Si Pau, no sab
Y cortaste sin dejarlo terminar de hablar. No querías pensar, ni en Ezequiel ni en lo que pasó y mucho menos en tu papá. Te sentías ahogada y tomaste únicamente las llaves para poder abrir la puerta.
Cuando saliste del departamento, comenzaste a correr. No tenías dirección ni tiempos; solo intentabas poner la mente en blanco y estar tan cansada que a tus neuronas les costara hacer sinapsis. El viento chocaba fuertemente sobre tu cara y unas tímidas gotas rozaron tu mejilla. Había comenzado a lloviznar.
Dejaste que tus lágrimas se confundan con la lluvia, liberando la angustia que te embargaba. No tenías certeza de por qué llorabas, pero tampoco te hacías preguntas.
El cielo transitaba de un oscuro gris a un negro. Estabas completamente empapada y optaste por sentarte en la escalera de entrada de una casa en Báez y República de Eslovenia. La tormenta era cada vez más intensa y tiritabas de frío.
- ¿Pau?
Levantaste la mirada y allí lo viste. Con un paraguas negro y una de sus tantas camisas a cuadros. Tan lindo, tan real.
Tenía el pelo un poco mojado, te mordiste el labio automáticamente. Él se acercó con sutileza, sabía que algo no estaba bien pero no quería presionarte.
- Se rompió el hechizo – bromeaste con tu aspecto efectuando una media sonrisa. Mientras, te frotabas los brazos para aliviar el frío; totalmente en vano, porque el agua seguía cayendo sobre vos.
- Qué boba que sos – te dijo negando con la cabeza mientras vos te levantabas y tiró de tu brazo para aprisionarte junto a él y resguardarte bajo su paraguas. Te abrazó con ternura y las lágrimas volvieron a rodar por tu mejilla. Sabía perfectamente como contenerte.
- Qué lindo estás así todo mojadito – dijiste tímidamente al mirarlo mientras te secaba una lágrima y volviste abrazarlo. Pedro con una sonrisa, te dio un beso en el pelo.
Respiraste hondo… comenzabas a sentirte en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario