Mientras Paul y Willy repasaban tu agenda, vos te encontrabas en un estado soporífero. Entendías lo que te decían, pero no podías prestar atención a lo que te contaban. Desfiles, producciones y algo más. Fue lo poco que pudiste sacar en limpio de lo que entendiste pero tampoco te habías esforzado mucho en escuchar.
El mensaje te había desestabilizado ¿Cómo se había enterado tan rápido? Seguro por tu papá. Como nota mental, anotaste devolverle la cortesía (inserte ironía aquí).
Sentiste un deja vu y odiaste que suceda. No querías volver a sentirte así nunca más. Ya habían pasado 5 años y estabas re podrida de esta situación.
Zaira te esperaba en la puerta de la agencia, sonriente. Al verte, frunció el ceño. Odiabas que fuera tan perceptiva.
- ¿Qué pasó Pauchi?-
- Los fantasmas del pasado. Otra vez – dijiste molesta. Zaira te rodeo con el brazo, tratando de conectar la poca información que le habías brindado.
- ¿Otra vez? – inquirió algo confundida. Ella no sabía de qué le hablabas, nunca se lo habías contado con detalles. Solo le informaste lo que creíste que debía saber para conocerte un poco más. Tenías miedo que te rechace.
- Mis mambos, vos sabés. Soy medio complicada – dijiste, para finalizar el tema. Ella asintió no muy convencida – Estoy aburrida – sentenciaste y Zaira enarcó una ceja – vamos a dar una vuelta por acá cerca.
Hacen un recorrido Belgrano- Cañitas y cuando pasan por un Megatlón (cadena de gimnasios) decidís entrar. Mientras mirabas la cartelera de horarios de clases, Zaira averiguaba los precios de asociación. Cuando se acerca hacia vos, la miras cómplice y ella sin dar vueltas larga un “conmigo no cuentes”. Revoleaste tus orbes verdes y te acercaste al mostrador.
Un muchacho de unos 23 años era el encargado de caja y mientras te atiende, no disimula ni un poco como te mira de arriba abajo.
- ¿Se te perdió algo? – le preguntaste entre irritada y sorprendida por la desfachatez del chico.
- No pero me gustaría encontrar… El abono de la primera cuota te lo dejo a $200, por ser vos – te dijo galán.
- Ah, pensé que por ser yo, me lo ibas a dejar en 150 – bromeaste para descomprimir e intentando no ser tan “ortiva” de entrada. Igualmente no te gustaba para nada ese perfil de hombre baboso.
- Si es por mí, no te cobro nada, pero me echan – te dijo riendo y vos lo imitaste brevemente.
Le pasaste tu tarjeta y tu cédula de identidad, el murmuró tu nombre sonriendo. Vos levantaste las cejas algo incómoda y acto seguido te alcanzó el ticket para que lo firmes. Una vez que se lo devolviste, levantaste la mirada. El muchacho ya te estaba mirando.
- ¿Hace falta algo más? – inquiriste.
- Sólo que me llevés a mí - sentenció.
- Jajaja, estoy con una amiga y tengo varias cosas que hacer ahora…
- Está bien, entendí – “suerte que lo hiciste de una vez, ¡pesado!” pensaste y guardaste la cédula y la tarjeta en tu billetera – Igual podés venir a buscarme cuando quieras…
- Mmjm, ¡chau!
Cuando saliste, Zaira te preguntó por qué habías tardado tanto. “El yunque que me atendía, más chamuyero imposible” le contestaste y ella comenzó a reir.
Ya en el departamento, tu celular comenzó a sonar intermitentemente: era Fabricio, tu mejor amigo. El único amigo hombre con el que sabías que jamás iba a haber intenciones de nada más que de amistad de ninguna de las dos partes: era gay. Con el compartías todo, pero últimamente con los viajes que estuviste haciendo, no lo veías nunca. Además, él estuvo viviendo un tiempo en Miami.
No sabés cuanto tiempo estuviste hablando, pero supones que más de media hora seguro. Comienza a hablarte con melancolía de lo mucho que pasó desde la última vez que salieron y vos, directa, lo interrumpís con un “¿qué proponés?”. Fabri del otro lado de la línea ríe y te comentó que habían organizado una salida con los chicos de la agencia y que “no podías fallarle”. Tus planes desde que habías vuelto se limitaban prácticamente a cosas laborales y tenías ganas de tomar un poco de aire. Aceptaste y acompañando con un fuerte “Zaaaaaaaaaaaaaira” le preguntaste a tu amiga si se prendía. Terminaron de arreglar la hora a las que las pasaban a buscar y cortaste, sonriendo porque las cosas parecían acomodarse a nivel personal también.
A las dos de la mañana, ya se encontraban en el VIP de Tequila. Vos tomando champagne, Zaira te imita. Definitivamente ninguna manejaría esa noche.
A las siete, estaban saliendo. Te morías de calor, pero la habías pasado como hacía mucho tiempo no la pasabas. Rodearte de tus amigos, definitivamente era la mejor terapia.
Ni bien llegaron, como a las ocho, se sacaron el maquillaje y Zaira desapareció de tu lado al terminar, saliendo despedida a su dormitorio. Buscaste helado en el freezer y se había acabado. Comenzaste a ponerte de malhumor.
Ya te habías desvelado, estabas molesta, tenías calor y te sentías incómoda. Faltaba que estuvieras indispuesta. Prendiste la notebook con la esperanza de que Cuevana funcionara, así te ponías al día con alguna serie. O te distraías con algo de una buena vez.
Automáticamente, se abrió tu mail (porque así lo tenías configurado) y te sorprendiste al ver que tenías un mensaje nuevo: RW: Hola desconocida de pedroalfonso9@gmail.com. Tu corazón comenzó a latir con fuerza y ansiosa, presionaste sobre él para ver su contenido.
“Pau:
Me tomé el atrevimiento de llamarte por tu sobrenombre (o él que supongo que es) para contestarte y bueno medio que me lo debías por escribirme tan... de improvisto.
Supongo que sos amiga de Zai… y me sorprende que ella no sepa nada de esto.
Viste como es, ella siempre sabe todo.
Es cierto cuando dije que tenía mis razones, y son lo suficientemente fuertes como para mantenerlas hasta hoy…
La quiero mucho a Zaira, pero prefiero que las cosas sigan así.
Espero que entiendas.
Un beso”
Pestañeaste dos veces y te mordiste el labio. Te gustaban los desafíos, y no podías dejar de ver esto como uno.
Respondiste al instante.
“¿Puedo intentar convencerte Peter?”
Satisfecha, cerraste el mail y pusiste a cargar Lost. No te dabas por vencida tan fácil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario