lunes, 26 de diciembre de 2011

Capítulo 23.

La habías citado a las 6 de la tarde, pero ella no podía y tuviste que acceder a interrumpir tu siesta a las 4, cosa que bajo otra circunstancia, no hubiera sido negociable.

“No quiero hablar esto por chat, vení mañana y hablamos” le habías dicho cortante. Digamos que habías sido bastante cordial y paciente.

El aire se mantenía prendido a 23 grados y estaba en la temperatura ideal; ideal para dormir. Refunfuñaste y te moviste en la cama, intentando encontrar una posición más cómoda. Sabías que si te dormías no ibas a escuchar el timbre… pero habías vuelto muy cansado de Ideas.

El chirrido te aturdió y con gran pesar, abandonaste el colchón sacudiendo tu pelo castaño. Atendiste y pediste a Jorge, el señor de seguridad que le abriera la puerta.

Sonaste tus dedos y te estiraste entre bostezos. Rezongaste hasta llegar a la puerta cuando sonó el timbre de la puerta; no estabas motivado.

- Pepe… - dijo sin saber como saludarte y vos le ahorraste la disyuntiva dejándole el camino libre para que pueda entrar – Tuviste suerte, el señor de abajo justo se estaba yendo a hacer unos trámites – comentó intentando sonar graciosa pero vos mantuviste la seriedad.

- Sentate Zai… - y le señalaste la mesa. No sabías muy bien como encarar la conversación y la verdad, seguías bastante enojado con ella.

- No sé como empezar... - y no eras el único desorientado en esa situación - Perdoname Pedro, se que pensás que de alguna manera te "traicione"...

- Vos estás poniendo ese rótulo - y Zaira solo te miraba a los ojos atentamente – Sí, sentí que no me respetaste. Bah, lo sigo sintiendo.

- ¿Y eso no es acaso peor? - inquirió y vos tragaste saliva y comenzabas a sentirte mal por tratarla con tanta indiferencia - No sé... No lo hice a propósito, me equivoque.

- No entiendo como te podés equivocar con esto, eras la que más me entendía en lo referente a este asunto y lo primero que hacés cuando ves a mi hermana es contarle que volvi a Buenos Aires - dijiste tenaz y ella exhaló mientras negaba lo que decías. La furia se escurría entre tus palabras, pero no era exactamente contra ella. Era más con vos mismo.

- Yo no le conté nada, fue un malentendido. Me la crucé y nos pusimos a hablar de cualquier cosa… Me dio a entender que hablaba de vos cuando se refirió al "nene" que por fin había vuelto a Argentina ¿Qué me iba a imaginar que hablaba de tu primo que recién llegado de Uruguay? - te increpó ya molesta con tus acusaciones y vos resoplaste.

- Por dios Zaira, ¿por qué no pensás un poquito? ¡Te parece que justo a ellos les voy a avisar que volvi! - dijiste elevando tu tono de voz y ella parecía más dolida que enojada.

- En ese momento no me di cuenta, estaba distraída... La embarre y no supe como arreglarla.

- Mira que bien… que fácil todo…vos si que sos una amiga eh...

- Podés reprocharme muchas cosas... ¿pero que no soy una buena amiga? – replicó con una claridad impactante y sólo atinaste a escuchar lo que tenía para decir - Estuve con vos en tus mejores y peores momentos; incluso cuando alejaste a todo el mundo por lo de tu mamá, te hice el aguante, en persona y a la distancia. Y si todo eso para vos no vale nada, entonces tendré que replantearme el concepto de amistad...

Te miró casi decepcionada y bajaste la cabeza, avergonzado. La simple mención de tu mamá había bastado para desequilibrarte por completo... Sabías que estabas siendo muy duro con Zaira; era más fácil echarle la culpa a ella que asumir que algún día ibas a tener que enfrentarlos. El enojo en realidad, era con vos mismo. Por ser miedoso y cobarde.

- Sos la mejor amiga que puedo tener – reflexionaste luego de varios minutos en los que la morocha permaneció sentada observándote. Hizo una media sonrisa y proseguiste – Perdoname por agarrarmela con vos, se que no lo hiciste a propósito… solo que no estaba preparado para que se enteren de mi vuelta – y ella te acariciaba el hombro, comprensiva.

- Lo sé… y se lo cabeza dura que te ponés a veces. Vas a estar todo bien Pepe – afirmo tiernamente y vos asentiste, poco convencido - Ya está arriba, no seas tan autoexigente… aunque me quede con ganás de pegarte una buena trompada – y carcajeaste.

- A veces solo a veces… me das ternura – y la abrazaste de costado.

- Me encantaría seguir con este momento emotivo, pero me tengo que ir ya…

- Buenísimo, así continuo con mi siestona – y ella palmeó tu espalda mientras cruzaba su cartera para colgársela tras reir por tu expresión. Vos te acercaste para abrirle la puerta y cuando lo hiciste, te detuviste en el umbral y le entregaste tu llavero completo. Ella frunció el ceño, extrañada.

- ¿No vas a bajar a abrirme?

- Estoy muy cansado… con esta abrís abajo. Después mandame las llaves por el ascensor ¿si? – le dijiste con una sonrisa compradora y ella te miró boquiabierta. ¡Que hiciera uso del automático del ascensor!

- ¿Es joda? No podés ser tan vago Pedro – y tomó las llaves cuando comprendió que le hablabas muy en serio. Antes de irse, agregó – Si tu vida dependiera de moverte, que mal te veo.


Largaste una carcajada. No era la primera vez que escuchabas esa frase con tan poco sentido.

- Cómo se nota que sos amiga de Paula – le gritaste desde la otra punta del pasillo y ella sonrió confusa mientras desparecía al meterse en el elevador.





(Flashback)

El timbre interrumpió tus sueños y con los ojos entrecerrados te levantaste de la cama por poco en cámara lenta. Caminabas casi a ciegas y en un estado que describirías como el de un zombie. Ni miraste el reloj, pero estabas seguro que era muy temprano.

No te gastaste en preguntar quién estaba del otro lado de la puerta… poco a poco tu mente se iba despertando y te recordó que Paula iba a pasar a la media mañana para buscarte y pasear por el Soho. Pero no era la media mañana ni el mediodía; o eso creías.

Abriste.

- ¿Qué hacés tan temprano? Me dijiste que ibas a venir tipo 10 - murmuraste refregándote los ojos y dejándola pasar. Estaba completamente emponchada y con la nariz rosada por el frío; la temperatura debía estar bajísima afuera. La imagen te causó mucha ternura y no pudiste evitar sonreír. Ella te miraba entre anonadada y ofendida.

- Son las 10 y media Pedro… - contestó algo molesta mientras se quitaba su gorro color negro y vos la tomabas por la cintura, suavemente. A pesar de su malestar, colocó los brazos sobre tus hombros, aunque seguía mirándote algo exasperada – Qué recibimiento eh – dijo irónica y vos besaste su cuello en compensación. Su sonrisa hizo aparición por inercia.

- Perdón gorda, recién me levanto de la cama – explicaste mirándola a los ojos y ella te dio un tímido beso en la punta de la nariz, recobrando el buen humor. Le sonreíste; amabas la trasparencia de su mirada.

- Me di cuenta, tenés la almohada pegada a la cara –despeinaste tu cabello y bostezaste haciendo que tus ojos se bañen de lágrimas – Igual me gustas así dormidito – y te dio un tierno beso en el cachete. Volvieron a mirarse y respondiste a sus palabras con un dulce beso en los labios. A vos también te gustaba ella… siempre.


Tomaste su mano para adentrarse en el living y te separaste para sentarte en el sofá viejo azul que tenías. Ella comenzó a sacarse todos los abrigos que tenía y cuando terminó, vos ya te habías acostado cómodamente ocupando todo el espacio. Te miró con una ceja levantada y mordió su labio inferior. Ese hábito te parecía sumamente sexy.

- Pedro, dale – y vos tenías demasiado sueño como para abandonar el sofá. Tenías un mejor plan para proponerle… pasar todo el día en la cama – ¡Nene! – y te tiró un almohadón para que reacciones y murmuraste un “ouch” al recibir el contacto del mismo en tu cara – Si tu vida dependiera de moverte, te veo muy mal.

- ¡Qué agresiva! – y Paula te miró desafiante; sabías que no dudaría en lanzarte otro almohadón con el tripe de violencia para que te levantes y te alistes para salir – Me estoy moviendo me estoy moviendo.


Sonrió victoriosa al ver que te levantabas y le robaste un beso que ella respondió efusivamente, en el camino a tu habitación. Cambiarse para salir con 15 grados bajo cero afuera valía solo la pena si en el plan estaba incluida Paula.


(Fin flashback)






Ya con el llavero en la mano, luego de que Zaira te lo subiera a través del ascensor, entraste a tu casa con lentitud; el sueño rápidamente estaba haciendo aparición otra vez y vos pensabas aprovecharlo al máximo.

Revoleaste el llavero con elegancia sobre el cenicero y te tiraste sobre el sommier una vez que llegaste a tu habitación. Sonreíste; hoy ibas a soñar con ella.

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