jueves, 22 de diciembre de 2011

Capítulo 17.

Nada de Internet. TV por cable menos. Celular sin batería y sin crédito (sinónimo de “aparato tecnológico sin razón de existencia”) y teléfono de línea de pura casualidad. 5 canales de aire y todos pasando la misma pelea entre Graciela Alfano y Aníbal Pachano.

Ah no, eso había pasado la semana pasada.

Apagaste la televisión sin parar de refunfuñar y te dejaste deslizar en la silla sobre la que estaba sentado. Creías que de no encontrar alguna actividad mínimamente entretenida el aburrimiento terminaría por asfixiarte.

No sabías nada de Paula desde hacía dos días. Ni un mail, ni un saludo por bbm… La última vez que la viste fue cuando la encontraste empapada a 3 cuadras de tu nuevo departamento, sola y con los ojos hinchados. Verla así te había matado.

En menos de un minuto recorriste con la mirada el living (donde te encontrabas) y la cocina (de lejos y con poco detalle). Suspiraste y abatido cerraste los ojos. De cualquier manera, poco había para ver; era tu tercer día viviendo allí y poco tiempo habías tenido para decorarlo. Zaira había insistido en hacerlo por sí misma pero te negaste rotundamente. Digamos que el Feng-shui de la morocha era bastante particular.

La que sabía de decoración era Pau…

Tamborileaste los dedos sobre tu regazo considerando si sería muy desubicado de tu parte llamarla a Paula, al menos para charlar un rato. De última, tenías la excusa de que necesitabas ayuda para decorar ¿Estaría en el departamento?

Marcaste el número rápidamente y esperaste a que sonara. Una, dos y tres veces. Cuatro y contestador. Colgaste al instante.

Paula te desconcertaba… con ella avanzabas dos lugares y retrocedías diez. La extrañabas y te preocupaba no saber nada… más después de haberla visto tan angustiada.

Tomaste de la mesada (la única que había en la casa) tu cámara, fiel compañera, y apretaste el botón de REC. Y dejaste que la magia fluya.

- Son casi las nueve de la noche – y saliste al balcón – en la versión latinoamericana de “la ciudad que nunca duerme”… - prendiste con habilidad un cigarrillo mientras sostenías la cámara y guardaste el encendedor de River Plate en el bolsillo de tu jean. Exhalaste el humo – y por cuarta vez en la semana estoy inmóvil y atrapado en estas cuatro paredes, ajeno al movimiento y sin nada mejor que hacer.

Hiciste zoom e intentaste captar alguna situación interesante que se desarrollara en los edificios frente a vos. El día anterior habías observado una graciosa pelea entre los vecinos gay del quinto piso del departamento de enfrente. Volviste a tomar una pitada.

El timbre te distrajo y extrañado, hiciste caso omiso de él. Nadie en la ciudad sabía que vivías ahí, salvo Zaira y según lo que tenías entendido, todavía estaba en una producción en el Tigre. Jamás avisaste a tus antiguos amigos del colegio en Mármol o de TEA que habías vuelto; tampoco creías que les interesara demasiado. No te preocupaste por mantener el contacto durante tus años en el exterior. Con el único con el que habías hablado era con Hernán, tu mejor amigo de toda la vida pero estaba tapado de trabajo en su estudio.

El molesto sonido volvió a repetirse y apostaste que era un muchacho de algún delivery que tenía confundido el piso. Atendiste.

- ¿Hola?

- Peter, soy Pau – se escuchó del otro lado del portero y frunciste tu entrecejo mientras sonreías. Era la última persona con la que esperabas encontrarte, pero definitivamente la que más deseabas que sea– se que vine sin avisar y capaz estás ocupado pero…

- Ya bajo.

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