Tamborileaste los dedos sobre la mesa, ansioso. Paula aún no había contestado a lo que respondiste pero por la “d” que se marcaba sabías que le había llegado tu contestación. Quizás estaba cambiándose o simplemente ocupada con otras cosas.
Los dedos seguían moviéndose al compás de tus pensamientos ¿Podías ponerte tan ansioso?
Hacía mucho que no te sentías tan vulnerable y te ponía un poco nervioso que a esta altura tu felicidad dependiera de un mensaje respondido de ella.
Decidiste distraerte y adelantar trabajo de producción para “La cocina del show” programa del que eras productor hacia una semana y media. Mientras cruzabas el living, te detuviste al observar un par de cajas que estaban juntando polvo en un rincón; allí guardabas todas las fotos de tu familia, recuerdos de la infancia y algunas cosas de tu ex facultad en Nueva York.
Las ignoraste y seguiste tu camino; así las mantenías desde lo acontecido: embaladas y guardadas. Tampoco habías avisado a tus familiares tu vuelta en Buenos Aires ahora que era definitiva… y no tenías planeado hacerlo. No te entendieron en su momento y menos iban a entenderte ahora así que preferías dejar las cosas así… inconclusas.
Tu vida social poco a poco iba tomando color y comenzabas a sentirte cómodo. Hernán iba a pasar a buscarte a la tarde; tenía organizado un partido de futbol con los compañeros del laburo de Capital y uno les había fallado. Hacía mucho que no jugabas… y llevar el 9 en la camiseta como cuando jugabas en las canchas del Pucará de Adrogué te tentaba muchísimo. Total, ninguno de ellos te conocía.
Abriste tu computadora pero no lograbas concentrarte de ninguna manera; tenías un presentimiento con Paula. No querías ser pesado, pero sin darte cuenta tenías el Torch en la mano y marcando su número.
No te atendió al primer tono... estabas a punto de cortar cuando la escuchaste entre sollozos del otro lado de la línea.
- ¿Pau? - preguntaste preocupado e hiciste silencio para obtener su respuesta.
- Peter…
- ¿Qué pasó? Estaba por ponerme a adelantar trabajo y algo me dijo que te tenía que llamar – dijiste sincero y Paula del otro lado de la línea se estremeció por la gran conexión que tenían. Suspiró mientras sentía como su piel se ponía de gallina, pero no emitió palabra – Pau, no me preguntes por qué… pero sentí que me necesitabas ¿Querés que vaya para allá?
- Por favor – y no te hizo falta más.
En menos de 15 minutos ya estabas tocando el timbre del departamento y la espera para que te abra se te hizo eterna. Una vez que la puerta desapareció ahí la viste; con los ojos hinchados y la nariz y mejillas rojas de tanto llorar.
La abrazaste efusivamente sin que te lo pidiera; verla así para vos era aniquilante. Cerraste la puerta como pudiste y te quedaste con Paula aprisionada a tu pecho unos largos minutos.
Cuando sentiste que su respiración se normalizaba, tomaste su cara con delicadeza y ternura. Sus ojos verdes denotaban decepción y angustia… ¿Quién la había lastimado tanto?
Las dudas te embargaban, pero lograr que se sienta mejor para vos era una prioridad. O una obligación. Chocaste tu frente con la suya.
- Descargate Pau… no te guardes nada.
Ella tomo aire y cerró los ojos; casi por inercia… tus manos, entrelazándolas. El contacto te hizo estremecer y la besaste dulcemente en la coronilla de su cabeza, intentado brindarle la seguridad que le faltaba.
- Problemas familiares – hipó y la miraste comprensivo, alentándola a continuar. ¿Quien más que vos para entender eso? - Mis papás están separados hace varios años y con mi papá – hizo una pausa – digamos que las cosas no terminaron bien. Entre él y yo, más que nada – limpiaste una lágrima que atravesaba su mejilla y ella te dio un tímido beso en la mano. No pudiste evitar sonreír – No lo veo hace mucho… y de la nada me manda una invitación a su fiesta de compromiso, de la cuál no tenía idea. Pensé que ya no me afectaba más lo que hiciera… pero se ve que solo era un deseo mío.
- Quizás es su manera de hacer las pases – sugeriste no muy seguro. La verdad, hablabas un poco desde la ignorancia - No sé que decirte Pau… Sólo que no seas tan dura con vos misma e intentes buscar algo positivo de todo esto. Se que cuesta…
- Dejá, no importa. Solo quiero que me abraces fuerte - y respondiste fielmente a su pedido. No te quedaba más que apoyarla.
Se trasladaron al sillón para estar más cómodos. Acariciabas su pelo con dedicación; era impresionante como su respiración pausada te transmitía tanta paz. De repente se incorporó, mucho más recuperada, quedando frente a frente.
- ¿Te diste cuenta lo conectados que estamos no?
- Miedo… - bromeaste y ella se mordió el labio recuperando la sonrisa. Vos le diste un beso en la mejilla.
- Sos un tarado… no se puede hablar en serio – y pusiste una cara de concentración que no hizo más que tentar a Paula - ¡Basta! Quiero decirte algo lindo y no me dejas.
- Linda sos vos – y ella jugueteaba con tu pelo.
- Es muy importante saber que estás ahí para mí… estas cosas me hacen quererte – confesó mirándote y diciéndote con la mirada lo que no decía con palabras. No te aguantaste y la besaste con todo el amor que tenías dentro, haciéndole saber que sus sentimientos eran mutuos.
- Y para mí no hay nada que valga más que me elijas para acompañarte – y te besó suavemente en los labios. De pronto recordaste algo – No quiero cortar el clima ni mucho menos, pero ¿vos no te tenés que ir?
- ¡Ay si Pedro! ¿Cómo no me avisás antes? – y levantaste los hombros inocentemente. Ella se evaporó de tu lado prácticamente y te quedaste parado sin saber qué hacer.
- ¿Querés que te acompañe? – preguntaste tímidamente desde el living. Ella volvió con rapidez desde la habitación, con su cartera negra, aparentemente lista para irse.
- Me encantaría – y exhalaste lentamente entre sonrisas. Te tomó por la cintura quedando a pocos centímetros de tu cuerpo y vos estabas seguro de que si continuaba tocándote no llegarían ni para la semana que viene a la producción – ¿Manejás vos así me maquillo en el camino?
- Por supuesto.
Una vez en el auto, tomaste el control del volante y te lanzaste al camino. Los nervios de Paula parecían incrementarse minuto a minuto y a vos te irritaba que te indique como manejar.
- Pedro, ¡anda más rápido! Si seguimos yendo a 20 no llego más… - te dijo impaciente y vos exhalaste con molestia. Odiabas que te mandoneen, vos tenías tus tiempos… y un poco de miedo a tantos autos también.
- Estoy yendo a la velocidad permitida Paula…
- Te ponés atrás de cada camión que hay, ¡estás manejando como un viejo! – y tu malhumor subía y subía. El de Paula también… hasta en eso sincronizaban – en colectivo llegaría más rápido.
- No entiendo porque seguís arriba del auto entonces – y ella te miro con odio. Vos la imitaste… cuando se ponía tan terca no la soportabas. Se dio vuelta casi dándote la espalda y dejo perder su mirada entre los autos que pasaban.
- Sigo arriba porque te recuerdo que el auto es mío – te respondió minutos después y disimulaste una sonrisa que casi se escapa de tus labios. Era insano que te pueda tanto.
Prendiste la radio sin pedir permiso, pero Paula no mostró signos de oposición. “Perros de la calle” se escuchaba en la metro y notaste como ella giró para prestar atención. El segmento “Da para darse” recién comenzaba y desde que llegaste, te reías todos los lunes al mediodía con sus transmisiones.
El primer llamado del día lo protagonizaba un hombre de unos 30 años (deducciones tuyas) que ansiaba levantarse a la administradora de su edificio. El locutor lo incentivó a que cuente un poco más su historia… y reías con los comentarios de Andy Kusnetzoff. Paula a tu lado se contenía, para darte a entender que seguía enojada.
Lo contactaron con la mujer y vos reías durante todo el proceso. Cuando después de varios derrapes y desentendidos lograron acordar una cita, rompiste en carcajadas al igual que la rubia a tu lado, que no pudo evitar sumarse a tus risas.
Y cuando rió, te olvidaste del malhumor y se te iluminó el mundo.
-¿Da para darse? – preguntaste divertido siguiendo el hilo del programa radial. Ella te sonrió volviéndote a mirar después de media hora de darse la espalda. Habías logrado cortar el ambiente de tensión que los envolvía.
- ¿Tenes alguna duda? - y aprovechó el semáforo para besarte dulcemente de improvisto. Las sorpresas con Paula nunca se terminaban. Y te encantaba.
- Si las aclaraciones van a ser así, planeo tener muchas dudas - y ella sonrió nuevamente. Poco tiempo después estacionaste el Citroen DS3 de Paula a una cuadra del estudio y apagaste el motor ni bien lo lograste. Salieron del auto y te acercaste a ella, entregándole las llaves.
- Gracias por traerme... Y bancarme - y asentiste abriendo los ojos de manera exagerada, gracioso. Ella mordió su labio por tercera vez - Igual manejas como un abuelo Pedro.
- Bueno bueno, se llama manejar con precaución - y Paula riendo te dio un beso en la mejilla.
- Te quiero y gracias, en serio. Me voy que se me hace tarde - y te besó rápidamente en los labios ¿Como podía ser que cada cosa con ella era absolutamente memorable? - Nos vemos, pronto - e hizo hincapié en la última palabra.
- Te quiero más chuequi - y comenzaste a caminar hacia la avenida, para tomarte un taxi.
Las vibraciones de tu celular fueron las que te bajaron a la realidad de un ondazo mientras buscabas el atado de cigarrillos. Zaira te estaba hablando en el BlackBerry Messenger.
"Creo que me mande una cagada"
Y creías adivinar a qué se refería.
Un saludito para las locaaaaaas lindas de Nanu, Shapi, Juli y Aishu genias de genias. Las ♥
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