jueves, 15 de diciembre de 2011

Capítulo 2.

Revoleaste tus llaves sobre el cenicero que usabas como llavero y monedero, entre otros usos que le dabas. Refunfuñaste al abrir la heladera y no encontrar nada. Si había algo que detestabas en este mundo era hacer las compras. El contestador no titilaba y eso no te sorprendía ¿Quién iba a dejarte algún mensaje?

Prendiste tu notebook y ni bien pudiste, abriste tu casilla de mensajes: “Bienvenido Pedro Alfonso”. Tenías cuatro mails nuevos: dos que marcaste como spam, uno de Michael un compañero del laburo y otro de una tal Paula Chaves. Frunciste el ceño pensativo y algo confundido. No la conocías y el apellido tampoco te sonaba para nada. Parecía un nombre de alguien importante, te gustaba como sonaba. Sería perfecto para el nombre de alguna protagonista de película. Bruscamente abandonaste las fantasías y bajaste a la realidad ¿Sería algún virus?

Dubitativo, tamborileaste tus dedos sobre la mesa. Pero la curiosidad finalmente pudo más. Aproximadamente un texto de 20 renglones se apareció en tu pantalla y refregaste tus ojos.

Era demasiado tarde como para leer tanto.

En realidad, nunca fuiste fan de la lectura. En el colegio te iba pésimo con las materias de mucha carga literaria… siempre preferiste las materias que requerían más de lo manual (osea, dibujo y música; que fueron las únicas dos materias que nunca te llevaste a diciembre).

Te dirigiste a la cocina para hacerte un café… necesitabas despabilarte un poco. Mientras la cafetera se ponía en funcionamiento, pusiste a cargar las baterías de la filmadora. Mañana el pronóstico anunciaba nevadas y nada te gustaba más que salir y filmar el Central Park con ese blanco inmaculado. El frío no te importaba… no ibas a negar lo molesto e irritante que podía llegar a hacer, pero estabas casi acostumbrado. Hacía más de 6 años que vivías en Nueva York.

Con la taza casi quemándote la mano, te sentaste en la silla y moviste el mouse táctil para que la pantalla vuelva a prenderse.

Te introdujiste de lleno en el mail.

“Pedro:

La verdad, no sé cómo empezar este mail. En realidad, me siento entre tonta y ridícula escribiéndole a alguien que no conozco, pero se que es por un bien mayor. No debés tener la menor idea de quién y soy, y si estoy teniendo suerte, no me mandaste a la carpeta de correo no deseado. Si es así, te agradezco que no lo hayas hecho. Y si lo hiciste, ándate a cagar –reiste- jaja. Mentira (o no tanto).

Seguro te aburrí con tanta intro y pido perdón por haberme ido por las ramas. No lo puedo evitar, me cuesta sintetizar.

Te escribo por una sola razón… Zaira Nara –tu respiración se aceleró- Se que hace años que no hablan y tendrás tus razones, y no pretendo saberlas ni mucho menos (no creas que soy chusma), pero se acerca su cumpleaños, y creo que nada la haría más feliz que saber de vos. Te conozco a través de ella y siempre que te nombra lo hace con una mezcla de melancolía y confusión… creo que ni ella sabe por qué te alejaste (perdóname el atrevimiento, repito, no busco saber las razones).

No sé, pensalo…

Espero tu respuesta!

Paula”

Bajaste la tapa y te desplomaste en tu asiento. Estabas pasmado… nadie en 3 años se atrevió a cuestionar ni a entrometerse con tu total desconexión con Argentina y todos los que vivían allá (y en esa categoría estaba incluida Zaira, tu viejo, tus hermanos, Hernán) y sin embargo una completa desconocida te escribía un mail de la nada misma, pidiéndote que hagas un acto de aparición. Qué tupé.

Te paraste como pudiste y casi desesperado, te prendiste un pucho. Saliste al pseudo balcón que tenías y te llenaste de humo. No te lo esperabas…. Para nada. Tampoco sabías qué hacer y menos tenías alguien que te aconseje como actuar.

Tantos años sin pensar… o intentando no hacerlo. Dolía demasiado y sentías que estando tan lejos iba a doler menos. Una reflexión un tanto egoísta, pero que en su momento consideraste necesaria y hasta vital como para seguir con tu rumbo. Pero ¿qué rumbo?

Miraste el paisaje urbano que tenías en frente y te perdiste con el juego de luces que se producía. Era muy pronto para tomar una decisión.

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