Pidieron dos licuados de banana-naranja y frutillas para empezar. Amenazaste con querer algo más, pero tu hermano te pidió que no seas tan ansiosa.
- ¡De lo que se perdió ese tarado! Suerte que te diste cuenta a tiempo hermanita – te decía animadamente Gonzalo. Nunca le había caído bien Facundo, ni a él ni a tu hermanita menor, Pepi. Vos asentiste, sin saber mucho que decir. No sabías qué tan a tiempo…
- Sí, no sé. Lo que menos quiero es hablar de él Gonza…
- Perdoname Pau, lo dije sin filtro- vos sonreíste, amabas su sinceridad- sabés que no era precisamente de mi agrado… Pero no importa. Contame, ¿ahora te vas a quedar en Buenos Aires de manera fija o nos vas a abandonar otra vez?
Sus palabras te sonaban a un pase de factura. Enarcaste tus cejas.
- Yo nunca los abandoné Gonza, no digas pavadas – retrucaste y el calló- Pero sí, me voy a quedar en Capital permanentemente, salvando los viajes por las campañas que tenga que hacer…
- ¿Así que esta vuelta vino cargada de laburo?
- Afortunadamente si, una buena al fin, UNA –bromeaste. Gonza te abrazó como pudo.
- Me pone feliz verte entusiasmada Pocha, tenés que focalizarte en estas cosas – y de repente, pareció recordar algo que le hizo cambiar el semblante.
- ¿Qué pasa? – inquiriste, odiabas esperar- ¿Es algo con Miguel? – preguntaste y el asintió. Vos revoleaste los ojos molesta. No podían empezar a encaminarse las cosas, que tenía que aparecer él para arruinar todo. Siempre tan… oportuno. O tan inoportuno – No quiero saber nada Gonzalo, no me interesa. Hace rato que corte el trato con él y no tengo ganas de volver a tenerlo. No hizo nada como para cambiar mi opinión…
- Está bien, solo quería que sepas que me llamó y me pregunto por vos. Le dije la verdad – vos te mordiste el labio – que te separaste de Facundo.
- Da lo mismo… No me cambia en nada que lo sepa. Mientras no me joda… todo “bien”.
Diste por finalizado el tema allí y cambiaste el rumbo de la conversación. Tu hermano sabía que hablar del tema de tu papá era tabú… vos eras rencorosa y no podías olvidar; te sobraban razones. Gonzalo te comentó sobre un asado que organizaba la mejor amiga de tu mamá en Pilar, pero sonaba tan aburrido teniendo en cuenta la gente que estaba invitada que comenzaste a buscar una excusa para no poder ir.
Saliste del bar donde estabas, ansiosa por llegar al departamento. Querías saber si el tal Pedro te había respondido… habías sido un tanto avasallante quizás, pero no se te ocurría otra forma de escribirle. Encontraste de casualidad su dirección de mail mientras ordenabas una pila de papeles que estaba por la mesa de luz; por la letra, adivinaste que pertenecía a Zaira y te mandaste a escribirle sin siquiera detenerte a pensar. Sabías lo que significaba él en la vida de tu amiga y vos por tus amigos, das todo. Más después de todo lo que te banco la morocha durante todo este tiempo… se la debías.
Te causaba mucha intriga saber por qué se había alejado así de todo el mundo. Según Zaira, había tenido muchos problemas personales, pero no te especificó nada. Te morías de ganas de saber, era demasiado misterio para vos. Personalmente nunca lo habías visto, ni por foto. Ella estaba muy dolida y prefería ni tocar el tema. Lo extrañaba… lo presentías. Era su mejor amigo desde antes que vos la conocieras y ya se había ido cuando te hiciste amiga ese día en las oficinas de Multitalent. Lo que más te extrañaba, era que después de todo, siempre Zaira terminaba hablando bien de él. Debía ser una buena persona.
De improvisto, comenzó a sonar tu celular con el tono que utilizas para mensajes. Un tema de Cerati, que amás: Déja Vu; amabas la letra. Tomaste el BlackBerry con la mano que tenías libre (y sí, pasaste por un negocio de ropa y tuviste que parar a comprarte algo) y abriste el mensaje, a pesar de que el remitente era desconocido.
“Pochi me enteré lo que pasó. Muero de ganas de verte linda.”
No necesitaste leer el nombre con el que firmo el texto. Ya sabías quién era.
No hay comentarios:
Publicar un comentario