El frío te helaba hasta las pestañas y la ventisca casi curtía tu piel con cada roce. El conjunto de abrigos que tenías encima evidentemente no evitaba que te congelaras con las bajas temperaturas que aquejaban a la ciudad.
Iban caminando por la quinta avenida hacía 10 minutos y lo que hablaban prácticamente era un monólogo tuyo. Pedro se mantenía lo más que podía en silencio, porque sabía que si lo hacía con soltura harías lo imposible para sonsacarle qué planeaba hacer esa noche.
A un par de cuadras, divisaste el “Empire State”, edificio que hacía días que querías conocer pero que por “a” o por “b” nunca terminabas visitando. Frunciste el ceño y lo miraste curiosa.
- Pedro q…
- Shhh – te interrumpió y tironeó de tu brazo para que camines más rápido. Refunfuñaste a modo de queja – No seas ansiosa - y sonrió haciendo que el frío que sentías se desvanezca por unos minutos.
Llegaron a la puerta de entrada y la muchedumbre iba en sentido contrario al suyo; a las dos a.m. cerraban las visitas turísticas al Empire State y ya eran dos y diez. Hiciste una mueca con lamento, pero Peter te hizo una seña para que te quedaras estática en tu lugar mientras él hablaba por teléfono.
Miraste los autos al pasar para distraerte cuando te sorprendió tomando tu cintura por detrás y plantándote un beso en la mejilla. Sonreíste y te diste vuelta para quedar colgando sobre su cuello una vez que lo tomaste por la nuca.
- Estás muy misterioso vos…
- ¿No era que te gustaban las sorpresas? – te dijo enarcando las cejas y carcajeaste brevemente. Era cierto, pero eras demasiado ansiosa ¡Qué contradictorio!
- Si per
- Pero nada – volvió a interrumpirte divertido y vos frunciste los labios. Él te beso al tiempo que tironeaba de vos para que continúes caminando un poco más y lo hiciste, más intrigada que antes.
En cuestión de segundos, salió un corpulento hombre que pronunció unas palabras en ingles a Pedro. Vos apenas escuchaste por el ruido, pero supusiste que los llamaban a ustedes porque Peter te guió hacia la entrada.
Atravesaste las columnas y te quedaste sin aliento al observar como las paredes de cerámicos doradas centelleaban a un ritmo constante. Escuchaste como el señor le susurraba a tu acompañante que sólo tenían media hora pero no prestaste mucha atención.
Nada más podías pensar en que, no sabías como, Pedro había conseguido mantener el Empire State abierto unos minutos más para ustedes. Para vos.
“EL EMPIRE STATE” reproducías sucesivamente en tu mente así, en mayúsculas, porque claramente no era un pormenor. Estabas totalmente desencajada y ni bien él apareció para hacerte de guía turístico te abalanzaste para besarlo, dejando a un lado la sorpresa para darle paso al amor que sentías.
Amor y del puro.
Te adentraste en el vestíbulo y la cantidad de ascensores te pareció ilimitada. Y entre la luz tenue, no podías dejar de mirarlo.
El interés, la dedicación. Nunca te habías sentido tan querida… tan pronto y de manera tan desinteresada. Era tan raro lo que te estaba sucediendo… y vos que dabas por sentado que esas vacaciones iban a ser un encuentro con vos misma.
Mientras subían por el ascensor reflexionabas… hacía tanto que no te sentías tan bien con vos, con alguien. Sin embargo, no pudiste seguir mucho más con tu línea de pensamientos porque Peter con cada piso ascendido acrecentaba el caudal de sus besos sobre tu cuello.
Lo tomaste de la nuca para acercarlo a tu boca y él dejo que tomaras las riendas de ese beso. Chocaron suavemente contra la pared del ascensor y tus manos se deslizaron bajo su camisa, instintivamente. El tapado ya se te había caído de las manos, o más bien, lo tiraste vos para aferrarte con más fuerza.
Lo besabas con desespero prácticamente y él te devolvía la misma intensidad. El sonido que produjo el ascensor al llegar al observatorio los sobresaltó y obligó a separarse. Y vos hubieras dado lo que sea porque el viaje se prolongara 100 pisos más.
Avanzaron hasta el deck que proveía el piso 86 y maravillada, observaste las millones de luces que brillaban en toda la ciudad. Estaban a 320 metros de altura y desde el rascacielos, tenías una vista de 360 grados de toda la metrópoli. No te alcanzaban los ojos pero tampoco querías perderte de nada.
Te sentías en el medio de la acción… desde arriba eras vidente de todas las situaciones que se producían abajo y el ambiente mágico que envolvía al lugar te hacía sentir en uno de los clásicos de Hollywood.
Pedro carraspeó y aprovechó para sacar un cigarrillo de su bolsillo. Te lo ofreció con una sonrisa y no pudiste negarte. Intentó pasarte el encendedor y vos le pediste que se acercara para prenderlo él mismo.
Clavaste tus ojos en los suyos mientras intentaba hacer carpita con las manos para evitar que el viento apague el fuego y te reíste ante su frustración. Cuando lograron prenderlo, soltaste un poco de humo sensualmente tras pronunciar un gracias y él se mordió el labio mientras sonreía. Se estaban mimetizando un poco.
Depositaste una moneda en los binoculares apostados cerca del borde, para poder observar con mayor precisión. Pero Pedro fumaba y al mismo tiempo despeinaba su pelo mientras miraba perdidamente el paisaje… esa imagen definitivamente era más interesante.
- ¿Sos hijo de un mafioso qué te extienden el horario de atención? – inquiriste graciosa y Peter carcajeo mientras exhalaba el humo. Vos tiraste la ceniza de tu cigarrillo.
- Tengo mis contactos… - y enarcaste las cejas; esa no era una respuesta aceptable. El castaño rió por tu expresión – Un amigo es encargado de la organización turística... y me debía un favor.
- Cobrás caros tus favores eh – reflexionaste acercándote y él prendió otro cigarrillo más. Te miró atentamente.
- Muy.
- ¿Esto lo tengo que considerar como un favor? – preguntaste demasiado cerca.
De pronto, su celular comenzó a sonar rompiendo el clima y él anunció con una mueca que era hora de bajar entre disculpas por el poco tiempo que estuvieron. Vos lo tomaste por la cintura y lo besaste con suma ternura.
- Fue suficiente – sentenciaste y le acariciaste el pelo suavemente. Él cerro los ojos – además todavía tenemos el ascensor – dijiste levantando las cejas y el rió mientras se adentraban al mismo para bajar.
Varios besos y unos pisos más abajo, salieron del Empire State luego de que Peter abrazara efusivamente a su amigo y te presentara brevemente, sin ningún tipo de compromisos. Lo saludaste con simpatía y comenzaron a caminar, sin rumbo fijo. La verdad, estabas casi flotando.
Ocultar lo nerviosa que estabas te estaba costando horrores; lo que deseabas que suceda a continuación te carcomía por dentro… pero de emoción.
- ¿Vamos? – preguntaste intentando ser sutil. No aguantabas más y dilatarlo era innecesario… No necesitabas más.
- El hotel es para el otro lado – y se paró intentando hacerte cambiar de dirección. No podías creer que no se hubiera dado cuenta.
- ¿Quién te dijo que quería volver al hotel? – dijiste seriamente y él sonrió de costado. Cuando te tomó de la mano, beso tu mejilla de manera tan sentida que te hizo estremecer completa.
No te reconocías… jamás habías deseado estar tanto con alguien tan sinceramente.
Ni bien llegaron al departamento él revoleó las llaves y se acercó a vos; hiciste lo mismo con tu cartera. Sentías como su respiración entre cortada se fundía con la tuya y su aliento envuelto en el aroma a cigarrillo fue letal.
No eras la única que necesitaba sentirlo con urgencia.
Sin darte cuenta él ya se encontraba recorriendo pasionalmente tu boca, haciéndote estremecer en cada contacto. Su campera y tu tapado ya estaban revoleados por algún rincón del living.
Cuando migró de tus labios a tu cuello, mordiste el lóbulo de su oreja y sonreíste al escuchar el sonido que se desprendió de su boca. La pasión te quemaba y la ropa te pesaba enormidades.
Se trasladaron por inercia a su cuarto y mientras se besaban, ibas desabotonando su camisa a ciegas. Él dejo de besarte solo para quitarte la remera y volviste a besarlo efusivamente ni bien había terminado.
Arañaste su espalda y él se estremeció. A pesar de estar nerviosos por ser la primera vez que estaban juntos, era remarcable la ausencia de torpeza y timidez de ambos lados. Se deseaban, se necesitaban... y sorpresivamente se conocían.
Las caricias no te alcanzaban… y los besos tampoco. Pedro recorría cada lugar recóndito de tu cuerpo y vos estabas sobrepasada de placer. Ni bien pudiste, volviste a su boca mientras desabrochabas su pantalón olvidándote de ser delicada. Cayeron a la cama, acariciándose con la misma devoción con la que empezaron.
Lo sentías por todas partes. No había ni moral ni lógica… solo estaban ustedes dos.
Mordiste su labio mientras él se encargaba de deshacer con habilidad tu ropa interior y recorriste todo su hombro con excitación mientras desaparecías la suya. Ya no había barreras.
No había control.
Y luego, fue todo fuego.
(Fin flashback)
Zaira te había descubierto y no podías hacerte la tonta. La verdad, tampoco querías.
Sin lujo de detalles le contaste esa noche en Nueva York, la mejor de ese invierno del 2008. Ella estaba más emocionada que vos con tu relato y no pudiste evitar sonrojarte.
- ¿Sabías que Pepe le tiene miedo a las alturas no? No puedo creer que se haya animado a subir… -comentó y vos abriste los ojos sorprendida. No te habías percatado de ese detalle y él tampoco te lo había hecho notar en ningún momento.
- No tenía idea… - contestaste y Zaira te miró extrañada al verte casi emocionada – pero hace que haber subido conmigo ahora sea mil veces más valorable.
Y sonreíste como nunca, como siempre habías querido. Enamorada.
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