martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 12.

Te retorciste entre sueños intentando permanecer así, dormido, pero la incomodidad fue más fuerte y te obligó a enderezarte. Eso y el cambio de hora. Consideraste prender un cigarrillo pero de inmediato recordaste que aquella no era tu casa ni tu sillón y que por ende, Zaira no repararía en propinarte una trompada si en un descuido dejabas el olor a tabaco impregnado en el ambiente. Preferiste no arriesgarte.

Lentamente y con un andar cuidadoso, te dirigiste a la cocina sin preocuparte por ocultar tu torso desnudo; eran las tres de la mañana. La fresca agua que te habías servido minutos atrás comenzó a deslizarse por tu garganta eliminando cualquier rastro de sequedad. Al terminar, apoyaste tu cadera en la mesada.

El portarretratos que colgaba en la pared de en frente llamó tu atención y desafiaste a la oscuridad (porque te daba mucha fiaca prender la luz) intentando descifrar quienes eran los protagonistas de la imagen. Al cabo de unos minutos lograste reconocer a las dueñas de la casa, con la tez más oscura de lo habitual, por lo que adivinaste que la fotografía había sido tomada en las vacaciones. Paula estaba hermosa.

La morocha en el costado derecho de la foto, tu mejor amiga, era quien (después de múltiples insistencias) te había convencido para que te hospedes por un par de días en el departamento, en tanto conseguías un sitio propio para quedarte. En un principio te negaste rotundamente, pero te diste por vencido al ver que intentar convencer a Zaira sería un imposible. Sin embargo, le dejaste bien en claro que tu ida se efectuaría pronto, dado que no querías ocasionar molestias ni cambiar el ritmo de vida de ninguna de las dos.

Colocaste el vaso sobre la mesada de mármol y posaste tu mano fría, consecuencia del contacto con el frío vidrio del anterior nombrado, en tu nuca. Exhalaste lentamente.

En realidad, temías molestar a Paula.

Cerraste los ojos.

- No sabía que eras noctámbulo.

Los abriste de inmediato.



(Flashback)

Zaira te alcanzó el cenicero luego de abrir ampliamente el ventanal y limpiaste tu recién prendido cigarrillo de los restos de ceniza que estorbaban. Diste una profunda pitada al mismo y mientras exhalabas el humo observaste minuciosamente a Paula, quien te clavaba la mirada desde el lado opuesto del living. Solo habían quedado ustedes tres, Gonza y Fabri.

- Y, no me dijeron todavía… ¿de dónde se conocen ustedes dos?- preguntó la morocha, entre entusiasmada e intrigada. La potencial unión de sus mejores amigos contribuía totalmente a su emoción.

Ambos amagaron a contestar al mismo tiempo, causando posteriores risas y movimientos para disimular el nerviosismo. Las mejillas de Paula pronto adquirieron un tono rosado y con la mirada te invitó a que tomes la iniciativa. Qué raro ella mostrándose tan tímida. Sin embargo, le sonreíste en respuesta y apagaste tu cigarrillo con rapidez, dispuesto a relatar en líneas generales ese invierno del 2008 que compartieron juntos en aquel país nórdico.

- Y entonces… ¿qué onda?- inquirió suspicaz Zaira, al notar que tu relato se encontraba incompleto. Nunca le había gustado perderse de nada y esa vez no era la excepción.

- ¿En serio necesitás que te lo expliquen Zai? – le preguntó Fabricio burlón y recibió un fuerte empujón en su hombro, cortesía de Paula.

La morocha no pudo evitar que sus risas comiencen a aflorar al ver como las mejillas de su mejor amiga abandonaban el tímido rosado para adquirir uno escarlata. Vos te uniste a las risas sin despegar tus ojos de los verdes de ella.

- ¡Timbre! – exclamó Zai nuevamente, como por quinta vez en la noche, al escuchar el ensordecedor sonido que denotaba la llegada del helado, ordenado minutos atrás. Paula se levantó de un salto, con intenciones de correr a atender el portero, mientras Zaira le susurraba un “te salvó la campana”. Tus labios se curvaron notoriamente al ver la efusividad de la rubia.

Amabas su espontaneidad.

(Fin flashback)




- Y, el sillón no es muy amigo mío… - le contestaste, abandonando tu posición cerca de la mesada. Paula te inspeccionó rápidamente, intentando no ser demasiado obvia. Vos quisiste imitarla, pero ignorar el baby doll negro que tenía puesto fue en vano.

El calor la había levantado de la cama y la idea de tomar un refrescante vaso de cualquier líquido que aniquilara su sed era sumamente tentadora. Ella recordó lo que la había llevado a la cocina y abrió la heladera, intentado que la búsqueda del jugo la ayude a olvidar que te encontrabas semi desnudo.

- Ese sofá no es amigo de nadie – agregó riendo y obligándote a que vos la imitaras, contagiado por la calidez de su risa – Qué loco todo esto no, encontrarnos de nuevo… acá. Y que vos seas el amigo perdido de Zai… claro.

- La verdad, jamás me imaginé que te iba a ver de nuevo. Más después de que desapareciste sin señal alguna ¡Desapareciste de un día para otro! – bromeaste, intentando romper el hielo y retomar un poco de la ¿confianza? que hubo alguna vez entre los dos.

- ¿Es un reproche?- inquirió Paula divertida, mientras levantaba un ceja y sacaba un vaso de la alacena para servirse el frío jugo de naranja. Vos reíste brevemente.

- No, para nada, pero… podrías haberme dejado algo, un teléfono, un mail – la rubia hizo una mueca y vos te arrepentiste al instante de que aquellas palabras hayan salido de tu boca. La estabas presionando – Igual, no importa. La vida se encargó sola de volvernos a juntar ¿no? Es una señal – y sonreíste de costado.

Paula carraspeó incómoda. Estabas empezando a ponerla nerviosa y a pesar de que disfrutara de aquella conversación que se estaba desarrollando entre los dos, temía que la misma tomara cursos de los cuáles no se pudiera volver. O de los que no quisiera.

- Quizás, pero las circunstancias no son las mismas que hace 3 años –afirmó Pau atajándose a cualquier tipo de indirecta que pudieras propinarle. Frunciste el entrecejo mientras elaborabas una posible refutación en su cabeza. Optaste por preguntar.

- ¿Y qué es distinto ahora?

- Por ejemplo, que ya no somos dos extraños Peter – reflexionó la muchacha tomando un sorbo del líquido.

- Eso es algo a nuestro favor. Nos ahorramos las formalidades – contra atacaste volviendo a torcer tu boca en una sonrisa de costado y Paula se preguntó cómo había sido capaz de olvidarse de ese vos.

- Pero justamente, el ya conocernos hace perder el misterio y la adrenalina que provoca lo desconocido- y colocó el vaso vacío en la pileta de la mesada. Le gustaba el histeriqueo.

- No coincido – murmuraste acercándote hacia ella. Paula se mantuvo estática en su lugar.

- Y yo con vos tampoco, pero dicen que el intercambio de opiniones enriquece la conversación… Estoy cansada, me voy a dormir. Buenas noches – te saludó sonriente, decidiendo que era mejor cortar la situación antes de que llegara todo demasiado lejos.

Vos la saludaste en silencio y te quedaste con el vaso en la mano.

- ¡Pau! – la llamaste, obligándola a volver.

- ¿Qué pasa?

- Vos me debés algo… no me olvido lo que me prometiste en el mail- haciendo referencia al “oh Pepe”; ella te dedicó una última sonrisa antes de volverse a su habitación.

Ya solo, suspiraste. Conciliar el sueño te resultaría imposible.





Se lo dedico con toda mi copez a la persona más igual a mi que existe en este mundo... Jime, mi gran besto en este mar cibernético jaja :) ♥

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