Comenzaste a sacar la ropa de la valija. Pausadamente, manteniendo un orden casi perfecto. Natural e inconscientemente, las pilas se iban formando en tu cama siguiendo el patrón que tu mente creía más correcto.
Al terminar, te permitiste largar un suspiro. Te sentaste sobre la manta de encaje que envolvía el colchón y admiraste tu habitación. Aunque ya la conocías, sentiste que la estabas redescubriendo. Probablemente, porque una nueva etapa comenzaba. Sin querer queriendo, o queriendo mucho que así lo fuera. No lo sabías con certeza. Tampoco lo intentaste demasiado, te conocías y eras complicada.
Escuchaste el ruido de la puerta al abrirse y supusiste que Zaira había llegado antes de su reunión en la agencia. No la oíste venir. Sabía que necesitabas tu momento a solas.
La ambigüedad en tu interior era alarmante. Experimentabas una mezcla de dolor y alivio… deja vú. No era la primera vez que lo sentías y tampoco era tu primera relación fallida. Conocías muy bien el proceso, pero lo odiabas. Odiabas sentirte débil…. Y vulnerable.
Respiraste hondo. Te debatías entre dormir hasta el año que viene o llorar hasta quedarte seca.
Ninguna de las dos opciones era muy tentadora. Te levantaste y saliste de la habitación; antes de cualquier opción que elijas, tenías que recuperar un poco de fuerzas. El milagro de los chocolates.
Atravesaste el living y sentiste la mirada de Zaira clavarse en vos. Por cortesía, te volviste hacia ella.
- Llegaste antes Zai… ¿cómo te fue? – preguntaste, intentando sonar interesada.
Zaira esbozó una sonrisa, valorando tu esfuerzo y te hizo una seña para que te sentaras junto a ella. Respondiste por inercia.
- Bien Pauchi, muchas propuestas por suerte. Me dijo Paul que te avisé que este viernes, es la tuya. Igualmente, van a contactarse por teléfono.
- Mmm - murmuraste pensativa.
- Tenés cuatro días para cambiar esa cara de zombie que tenés...
- ¡Zaira! – te quejaste y ella te contagio con su risa.
- Bueno bueno, al menos logré que tengas algún tipo de expresión facial Pau… desde que llegaste que estás en mute – te dijo y esbozaste una mueca. Tenía razón y me molestaba enormidades que la tuviera.
- Ya se me va a pasar…. – decretaste.
- Seguro, pero que te hagas la que no pasa nada no va a hacer que se vaya más rápido.
Te recostaste sobre su hombro. Derramaste un par de lágrimas y Zaira te abrazó, respetando tu silencio. Al cabo de unos cuantos minutos te incorporaste, ella te alcanzó unas carilinas; las tenía preparadas. Te limpiaste cuidadosamente y las apoyaste hechas un bollo sobre la mesa vintage de roble que se encontraba enfrente del sofá.
- Estoy harta de ser tan soñadora y que cada vez que proyecto una vida con alguien, todo se desmorone. Estoy decepcionada…. De él, de mí… de todo –hiciste una pausa, la morocha te escuchaba atentamente- Me dijo que iba muy rápido… que estábamos en lugares distintos en la relación. Que yo quedándome acá nos descuidaba, que era egoísta... A esta altura Zai, ya no estoy tan segura de si es él el problema… más bien creo que soy yo.
- No seas boluda Pau, de quién menos tenés que sentirte decepcionada es de vos misma – te dijo directo a los ojos- Sos una persona que se entrega al cien por cien por el otro, simplemente que lo hiciste con las personas equivocadas… Sos humana y podés equivocarte, deja de castigarte y pensar que sos vos el problema; no dejes nunca que te hagan sentir eso, que te hagan sentir culpable por amar y ser auténtica – e hizo énfasis en esa palabra. Sonreiste- Valés tanto amiga… que te merecés lo mejor.
Te abalanzaste para abrazarla y ella te respondió con fuerza. Te palmeó con suavidad la espalda y comenzaste a sentirte mejor.
- Sabés que decirme para hacerme sentir bien eh…
- Obvio, soy tu mejor amiga –y ambas sonrieron- Entonces ¿no sos más turista acá? ¿Te quedás en nuestro departamento o puedo alquilar la habitación?
- No, soy huésped fija- dijiste orgullosamente y Zaira aplaudió tus palabras con entusiasmo.
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