martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 11.

Miraste como se sonrojaba y no salías de tu asombro. Te dolían las comisuras de tanto sonreír pero no podías aflojar; era algo involuntario.

Sentiste la mirada de Zaira sobre tu nuca, pero no volteaste. En su lugar, carraspeaste, esperando algún tipo de reacción de parte de Trinidad, si era ese su verdadero nombre.

Presentías que de algo te estabas perdiendo y viste como la rubia se paró para quedarse frente a vos.

- Peter – pronunció con una tímida sonrisa y te abrazó sin darte espacio a una respuesta. Vos respondiste de la misma forma. Al cabo de un minuto se separaron, sin dejar de mirarse a los ojos.

- No puedo creer lo que hiciste Pau – y Zaira se abalanzó sobre ella. ¿Pau? ¿Ella era Paula? De pronto, todo comenzó a conectarse y comprendiste todo.

- Vos te lo merecés Cachorra – le dijo con una sonrisa y se dirigió hacia vos clavándote sus ojos verdes – igual me costó horrores convencerlo a tu amigo, se hizo desear bastante.

Hiciste una sonrisa de costado. Qué descarada.

- Ah sí, y es bastante cabeza dura Pepe - comentó Zaira – Y bipolar, y chinchudo y – le tapaste la boca con tu mano izquierda y Paula rió. Su sonrisa estaba intacta.

- Me estás haciendo quedar bárbaro en frente de tu amiga eh – bromeaste. Pau te miró atentamente; ella no necesitaba introducciones.

- ¿Te interesa quedar bien delante de Pochi? – te respondió burlona Zaira y te tocaste la sien nervioso. La rubia se dio cuenta y salió en tu ayuda.

- Me parece que ya quedó perfecto delante de todos viniendo a sorprenderte Zai… - sonreíste, embobado – Igual, tienen miles de cosas para hablar así que los dejo ponerse al día tranquilos – finalizó Paula mientras le tocaba el hombro a la castaña amistosamente. Zaira antes de que se vaya, le murmuró en voz baja (pero vos alcanzaste a oír) “no me olvido de lo que pasó cuando llego Pedro eh, ustedes se conocen de antes”.

Pronto, Fabricio robó la atención de Paula y Zaira, la tuya. Estuvieron hablando casi más de media hora sin parar y evitando sin problemas cualquier tema que te pusiera incómodo. Tu amiga te conocía y te respetaba.

La viste salir al balcón y aprovechaste para ir tras ella, excusándote con Zaira con el pretexto de que necesitabas fumar un cigarrillo. En realidad, era cierto.

Al llegar, abriste tus Malboro con rapidez. Te habías comprado un atado de veinte cuando te bajaste del avión, hace aproximadamente 3 horas. Mierda que estabas nervioso; te quedaban tres puchos.

Sabías que Paula te estaba mirando, pero te quisiste hacer un poco el interesante. Prendiste el cigarrillo y exhalaste lentamente. Volviste tu mirada hacia ella, estaba casi en diagonal a vos.

- ¿Qué pasa? – le preguntaste un poco molesto por su silencio.

- Te miro – sentenció ella de una forma completamente natural.

- ¿Querés uno? – le dijiste haciendo referencia al cigarrillo. Entre nos, estabas buscando cualquier cosa para conseguir que se quede con vos más tiempo.

- No gracias, deje de fumar hace unos meses… La noche está hermosa.

Su tranquilidad estaba comenzando a molestarte. Vos no eras exactamente una persona de muchas palabras pero su ¿frialdad? ante el asunto te rompía las pelotas. Querías explicaciones.

- ¿Cuándo vas a dejar de hacerte la tonta Pau? – dijiste mirando el paisaje urbano y dándole una pitada al cigarrillo.

Ella te miró algo sorprendida. No se esperaba esa reacción tuya. Cortó un poco la distancia que los separaba y clavó sus ojos sobre los tuyos, marrones.

- No me hago la boluda, sólo que me parece todo tan raro… No sé cómo manejar esto. Siento que te conozco de tres maneras diferentes y es difícil adaptarme al conjunto en sí.

- ¿Y para mí no? ¿Para mí no es difícil?– y empezabas a enchincharte. Sentías que ella se desligaba de toda responsabilidad – Fuiste vos la que me mintió… Esto se soluciona muy fácil: explicándome.

Paula mordió su labio inferior, le molestaba que le pongas los puntos de recién llegado. Tiraste la colilla por el enrejado y ella te miró indignada.

- ¿Tenemos vecinos sabés? Y podés agarrar un cenicero de adentro si venís a fumar – te dijo molesta.

- No me cambies de tema Paula.

- Está bien, igual podrías haberte agarrado uno… - la miraste torciendo tus cejas – Es cierto, te mentí… pero fue una mentirita piadosa… Yo estaba jugando a cambiarme el nombre, típico de las vacaciones.

- ¿Ah lo hacés muy seguido? – preguntaste filosamente.

- ¡Pedro! – exclamó molesta – No, pero es divertido. Y cuando te conocí, pensé que después de ese día no te iba a ver nunca más… y ya no daba decírtelo.

- Tampoco me dijiste que eras modelo… - agregaste mientras prendías otro pucho más. Ibas a tener que comprarte en el kiosco de la esquina.

- ¿La verdad? Me dio vergüenza – y la miraste extrañado – Vos eras todo intelectual, con el cine, las computadoras… y no sé, preferí no decirte nada.

- Vos sabés que no soy así, no tengo prejuicios con esas cosas.

- Lo sé… sino no hubiera pasado mis dos semanas de vacaciones con vos.

Sonrieron simultáneamente y tocaste tu sien por enésima vez en el día. Te acercaste un poco más a ella. Morías por abrazarla otra vez.

De repente, a Paula la llamaron para entrar, cortando el clima que se estaba generando entre los dos. Puteaste para tus adentros y ella con una mueca, se dio vuelta y se fue, dejándote solo en el balcón.

Al menos te quedaba un cigarrillo.

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