Abriste el botiquín del baño casi desesperanzado, en búsqueda de alguna pastilla que pudiera aliviar tu dolor de cabeza. En realidad, ese era el menor de tus males: sufrías un malestar muscular desde ayer, sentías que dos camiones acoplados te habían pasado por encima ida y vuelta y habías tenido un encuentro no deseado con una de tus hermanas. Absolutamente no deseado.
(Flashback)
Tus ojos confirmaron tus sospechas y una vez más comprobaste que tu registro auditivo era de lo más fidedigno. No emitiste palabra.
- ¿Venís de ver a Zaira? - y que te dirigiera la palabra ya lo considerabas de lo más osado. Te debatías entre mandarla a la mierda o darte vuelta y seguir caminando. Ella avanzó - ¿Estás viviendo por acá?
- Perdiste el derecho a hacer preguntas hace bastante – escupiste sin temor a lastimar y te dispusiste a volver a tu departamento lo más rápido que pudieses. Tu hermana te detuvo al tomarte firmemente por el antebrazo y te estremeciste al sentir su contacto.
- El derecho me lo sacaste vos, injustamente...
- ¿Injustamente? - y tu tono de voz se elevaba sin control. No podías creer que justo ella te hablara de justicia - Deja de decir boludeces Luciana y hace un poco de memoria ¡A mi me sacaron un derecho! Y les importo 3 carajos.
- No fue así Pedro y vos lo sabés... Sos tan egoísta - te dijo, gritando ahora ella también. Sus ojos miel se encontraban vidriosos y los tuyos también. Intentaste atribuírselo a la ventisca que soplaba desordenando tu cabello y el de Luciana. No querías llorar; no te lo merecías.
- Fui yo al que le ocultaron, al que le mintieron... Nadie se puso en mi lugar ¡Nadie! - ella negó con la cabeza mientras una lágrima corría por su mejilla - Ni siquiera vos.
- Porque me puse en tu lugar me di cuenta de mis errores y te pedí perdón... Pero en todos estos años vos no reflexionaste ni un poco.
Resoplaste. No estabas preparado en lo más mínimo para este encuentro... Mucho menos para perdonar. Seguía siendo una herida abierta, aún 2 años después.
- Si sintieras la mitad de lo que siento, me entenderías... Valoro tu perdón y después de tanto tiempo te lo concedo - y de sus ojos se desprendieron varias lágrimas más al escucharte; vos hiciste una fuerza inmensa para mantener tu postura y no quebrarte. Al fin y al cabo… era tu familia - pero no puedo estar bien con vos todavía.
- Creo que eso es peor que que no me perdones directamente - dijo con una mueca mientras secaba sus facciones con la palma de su mano izquierda.
Explotabas de indignación ¿Qué pretendía?
- Entonces no te pones en mi lugar un carajo - le dijiste directamente a los ojos y era la primera vez en 2 años que tenías un contacto tan palpable con alguien de tu familia. Ella bajo la mirada, avergonzada.
- Lo intento... ¿Pero vos te ponés en el mío? - y revoleaste los ojos alejándote otra vez. Esa manía de dar vuelta las cosas.
- ¿En qué momento deje de ser víctima para ser victimario?
- Vos inventaste lados Pedro, todos compartimos el mismo dolor - y te detuvo antes de que comenzaras a reprochar. Vos cerraste la boca, brindándole el espacio - y nosotros nos equivocamos... Pero vos también cuando decidiste que la solución a todo era incomunicarte de todo el mundo.
Miraste hacia otro lado, completamente incómodo. Sabías que en algún punto, parte de su argumento era válido pero no eras capaz de aceptarlo. Te dolía escuchar y más te dolía ponerte a remover lo que tanto te costó enterrar.
O creías que habías enterrado.
- ¿Saben que volví? - inquiriste preocupado. Podías escuchar las voces y reproches de tus hermanos y de tu papá en tu cabeza. Las apagaste de inmediato.
- Solo yo...
- Gracias - musitaste débilmente. Al fin y al cabo Luciana parecía respetar y comprender tu situación, a pesar de no estar muy de acuerdo - La viniste a ver a Zaira no?
- Si... Necesitaba saber más de vos – explicó con una media sonrisa. No sabías si se disculpaba o intentaba darte lástima - La verdad me ahorraste el interrogatorio a Zai... Pobre, iba a ponerme pesada.
- Siempre sos pesada - dijiste y ella sonrió de un solo lado, como vos continuamente hacías. Mantuviste el silencio y ella entendió por tu zapateo nervioso que deseabas irte. Tragaste e inhalaste un soplo de aire, como si te ahogaras.
- Te voy a dejar mi tarjeta... Esta el numero de la oficina y de mi celular, por si querés ubicarme – y tomaste el pedazo de cartón rectangular que te ofrecía… por cortesía. Aún no podías decodificar lo que querrías hacer a continuación respecto a tu hermana - No sabés lo grandes que están Delfi y Fran...
Y ahora si tus ojos te traicionaron y desprendieron un par de lágrimas. Golpe bajísimo.
Intentaste que las imágenes de tus sobrinos no se reprodujeran en tu mente, pero fue en vano. Delfina con 4, Francisco con 2 ¿Se acordarían de vos? ¿Recordarían tu nombre?
Asentiste con la cabeza gacha. No querías que te viera tan vulnerable. Guardaste la tarjeta y ella te saludo desde la lejanía, permitiéndote dar la vuelta para volver a tu casa, con un andar cansino y pesado.
(Fin flashback)
Te acariciaste la sien como si de esa manera fueras a aliviar el dolor. Claramente, estabas somatizando todo lo sucedido el día anterior.
Al irte definitivamente a vivir a Nueva York hace dos años, habías construido un muro que creías impenetrable entre tu pasado en Buenos Aires y vos. No mantenía lejos a los demás… te mantenía adentro, protegido, de cualquier otra cosa que pudiera lastimarte de nuevo.
Sin riesgos, sin imprevistos.
La verdad es que podías seguir reforzando ese “muro” en el que vivías ¿pero cuál era la verdadera ganancia? ¿Valía correr el riesgo de saltarlo y aventurarse a lo de afuera?
El debate era con vos mismo, porque el conflicto interno no confluía en nadie más que en vos, Pedro. La decisión de qué rumbo tomar, era tuya.
Tosiste sonoramente; al parecer, tu garganta también estaba viéndose afectada. Sin embargo, aunque apenas escuchaste el celular, la luz roja del led centelleando te aviso que alguien te estaba hablando por el BlackBerry Messenger.
“¿Da para darse?”
Carcajeaste fuertemente y tecleaste aún riéndote.
“Mi teléfono y mi dirección”
Aguardaste su respuesta ansioso, mientras te tirabas en el puff azul marino que habías adquirido hace poco.
“Ya los tengo…”
Sonreíste de costado, dejando descansar tu cabeza.
“¿Qué hacés entonces todavía en tu casa?”
Amabas este ida y vuelta.
“Pedro, ¡estás otra vez endemoniado! Jaja. Quiero pedirte algo seriamente…”
Enarcaste tu ceja izquierda, curioso.
“Vos me ponés así… ¿Qué cosa?"
Al instante te informó el BlackBerry que Paula te estaba respondiendo pero no hizo más que acrecentar tu ansiedad.
“Es algo lindo… mejor te lo digo personalmente”
Pensativo, enviaste un “Bueno… MIEDO jajaja” y suspiraste.
Definitivamente, Paula era la mejor razón para atravesar un muro.
Me lo dedico a mí, que me cagan los planes de Año nuevo -.- jajajaj.
viernes, 30 de diciembre de 2011
jueves, 29 de diciembre de 2011
Capítulo 27.
El frío te helaba hasta las pestañas y la ventisca casi curtía tu piel con cada roce. El conjunto de abrigos que tenías encima evidentemente no evitaba que te congelaras con las bajas temperaturas que aquejaban a la ciudad.
Iban caminando por la quinta avenida hacía 10 minutos y lo que hablaban prácticamente era un monólogo tuyo. Pedro se mantenía lo más que podía en silencio, porque sabía que si lo hacía con soltura harías lo imposible para sonsacarle qué planeaba hacer esa noche.
A un par de cuadras, divisaste el “Empire State”, edificio que hacía días que querías conocer pero que por “a” o por “b” nunca terminabas visitando. Frunciste el ceño y lo miraste curiosa.
- Pedro q…
- Shhh – te interrumpió y tironeó de tu brazo para que camines más rápido. Refunfuñaste a modo de queja – No seas ansiosa - y sonrió haciendo que el frío que sentías se desvanezca por unos minutos.
Llegaron a la puerta de entrada y la muchedumbre iba en sentido contrario al suyo; a las dos a.m. cerraban las visitas turísticas al Empire State y ya eran dos y diez. Hiciste una mueca con lamento, pero Peter te hizo una seña para que te quedaras estática en tu lugar mientras él hablaba por teléfono.
Miraste los autos al pasar para distraerte cuando te sorprendió tomando tu cintura por detrás y plantándote un beso en la mejilla. Sonreíste y te diste vuelta para quedar colgando sobre su cuello una vez que lo tomaste por la nuca.
- Estás muy misterioso vos…
- ¿No era que te gustaban las sorpresas? – te dijo enarcando las cejas y carcajeaste brevemente. Era cierto, pero eras demasiado ansiosa ¡Qué contradictorio!
- Si per
- Pero nada – volvió a interrumpirte divertido y vos frunciste los labios. Él te beso al tiempo que tironeaba de vos para que continúes caminando un poco más y lo hiciste, más intrigada que antes.
En cuestión de segundos, salió un corpulento hombre que pronunció unas palabras en ingles a Pedro. Vos apenas escuchaste por el ruido, pero supusiste que los llamaban a ustedes porque Peter te guió hacia la entrada.
Atravesaste las columnas y te quedaste sin aliento al observar como las paredes de cerámicos doradas centelleaban a un ritmo constante. Escuchaste como el señor le susurraba a tu acompañante que sólo tenían media hora pero no prestaste mucha atención.
Nada más podías pensar en que, no sabías como, Pedro había conseguido mantener el Empire State abierto unos minutos más para ustedes. Para vos.
“EL EMPIRE STATE” reproducías sucesivamente en tu mente así, en mayúsculas, porque claramente no era un pormenor. Estabas totalmente desencajada y ni bien él apareció para hacerte de guía turístico te abalanzaste para besarlo, dejando a un lado la sorpresa para darle paso al amor que sentías.
Amor y del puro.
Te adentraste en el vestíbulo y la cantidad de ascensores te pareció ilimitada. Y entre la luz tenue, no podías dejar de mirarlo.
El interés, la dedicación. Nunca te habías sentido tan querida… tan pronto y de manera tan desinteresada. Era tan raro lo que te estaba sucediendo… y vos que dabas por sentado que esas vacaciones iban a ser un encuentro con vos misma.
Mientras subían por el ascensor reflexionabas… hacía tanto que no te sentías tan bien con vos, con alguien. Sin embargo, no pudiste seguir mucho más con tu línea de pensamientos porque Peter con cada piso ascendido acrecentaba el caudal de sus besos sobre tu cuello.
Lo tomaste de la nuca para acercarlo a tu boca y él dejo que tomaras las riendas de ese beso. Chocaron suavemente contra la pared del ascensor y tus manos se deslizaron bajo su camisa, instintivamente. El tapado ya se te había caído de las manos, o más bien, lo tiraste vos para aferrarte con más fuerza.
Lo besabas con desespero prácticamente y él te devolvía la misma intensidad. El sonido que produjo el ascensor al llegar al observatorio los sobresaltó y obligó a separarse. Y vos hubieras dado lo que sea porque el viaje se prolongara 100 pisos más.
Avanzaron hasta el deck que proveía el piso 86 y maravillada, observaste las millones de luces que brillaban en toda la ciudad. Estaban a 320 metros de altura y desde el rascacielos, tenías una vista de 360 grados de toda la metrópoli. No te alcanzaban los ojos pero tampoco querías perderte de nada.
Te sentías en el medio de la acción… desde arriba eras vidente de todas las situaciones que se producían abajo y el ambiente mágico que envolvía al lugar te hacía sentir en uno de los clásicos de Hollywood.
Pedro carraspeó y aprovechó para sacar un cigarrillo de su bolsillo. Te lo ofreció con una sonrisa y no pudiste negarte. Intentó pasarte el encendedor y vos le pediste que se acercara para prenderlo él mismo.
Clavaste tus ojos en los suyos mientras intentaba hacer carpita con las manos para evitar que el viento apague el fuego y te reíste ante su frustración. Cuando lograron prenderlo, soltaste un poco de humo sensualmente tras pronunciar un gracias y él se mordió el labio mientras sonreía. Se estaban mimetizando un poco.
Depositaste una moneda en los binoculares apostados cerca del borde, para poder observar con mayor precisión. Pero Pedro fumaba y al mismo tiempo despeinaba su pelo mientras miraba perdidamente el paisaje… esa imagen definitivamente era más interesante.
- ¿Sos hijo de un mafioso qué te extienden el horario de atención? – inquiriste graciosa y Peter carcajeo mientras exhalaba el humo. Vos tiraste la ceniza de tu cigarrillo.
- Tengo mis contactos… - y enarcaste las cejas; esa no era una respuesta aceptable. El castaño rió por tu expresión – Un amigo es encargado de la organización turística... y me debía un favor.
- Cobrás caros tus favores eh – reflexionaste acercándote y él prendió otro cigarrillo más. Te miró atentamente.
- Muy.
- ¿Esto lo tengo que considerar como un favor? – preguntaste demasiado cerca.
De pronto, su celular comenzó a sonar rompiendo el clima y él anunció con una mueca que era hora de bajar entre disculpas por el poco tiempo que estuvieron. Vos lo tomaste por la cintura y lo besaste con suma ternura.
- Fue suficiente – sentenciaste y le acariciaste el pelo suavemente. Él cerro los ojos – además todavía tenemos el ascensor – dijiste levantando las cejas y el rió mientras se adentraban al mismo para bajar.
Varios besos y unos pisos más abajo, salieron del Empire State luego de que Peter abrazara efusivamente a su amigo y te presentara brevemente, sin ningún tipo de compromisos. Lo saludaste con simpatía y comenzaron a caminar, sin rumbo fijo. La verdad, estabas casi flotando.
Ocultar lo nerviosa que estabas te estaba costando horrores; lo que deseabas que suceda a continuación te carcomía por dentro… pero de emoción.
- ¿Vamos? – preguntaste intentando ser sutil. No aguantabas más y dilatarlo era innecesario… No necesitabas más.
- El hotel es para el otro lado – y se paró intentando hacerte cambiar de dirección. No podías creer que no se hubiera dado cuenta.
- ¿Quién te dijo que quería volver al hotel? – dijiste seriamente y él sonrió de costado. Cuando te tomó de la mano, beso tu mejilla de manera tan sentida que te hizo estremecer completa.
No te reconocías… jamás habías deseado estar tanto con alguien tan sinceramente.
Ni bien llegaron al departamento él revoleó las llaves y se acercó a vos; hiciste lo mismo con tu cartera. Sentías como su respiración entre cortada se fundía con la tuya y su aliento envuelto en el aroma a cigarrillo fue letal.
No eras la única que necesitaba sentirlo con urgencia.
Sin darte cuenta él ya se encontraba recorriendo pasionalmente tu boca, haciéndote estremecer en cada contacto. Su campera y tu tapado ya estaban revoleados por algún rincón del living.
Cuando migró de tus labios a tu cuello, mordiste el lóbulo de su oreja y sonreíste al escuchar el sonido que se desprendió de su boca. La pasión te quemaba y la ropa te pesaba enormidades.
Se trasladaron por inercia a su cuarto y mientras se besaban, ibas desabotonando su camisa a ciegas. Él dejo de besarte solo para quitarte la remera y volviste a besarlo efusivamente ni bien había terminado.
Arañaste su espalda y él se estremeció. A pesar de estar nerviosos por ser la primera vez que estaban juntos, era remarcable la ausencia de torpeza y timidez de ambos lados. Se deseaban, se necesitaban... y sorpresivamente se conocían.
Las caricias no te alcanzaban… y los besos tampoco. Pedro recorría cada lugar recóndito de tu cuerpo y vos estabas sobrepasada de placer. Ni bien pudiste, volviste a su boca mientras desabrochabas su pantalón olvidándote de ser delicada. Cayeron a la cama, acariciándose con la misma devoción con la que empezaron.
Lo sentías por todas partes. No había ni moral ni lógica… solo estaban ustedes dos.
Mordiste su labio mientras él se encargaba de deshacer con habilidad tu ropa interior y recorriste todo su hombro con excitación mientras desaparecías la suya. Ya no había barreras.
No había control.
Y luego, fue todo fuego.
(Fin flashback)
Zaira te había descubierto y no podías hacerte la tonta. La verdad, tampoco querías.
Sin lujo de detalles le contaste esa noche en Nueva York, la mejor de ese invierno del 2008. Ella estaba más emocionada que vos con tu relato y no pudiste evitar sonrojarte.
- ¿Sabías que Pepe le tiene miedo a las alturas no? No puedo creer que se haya animado a subir… -comentó y vos abriste los ojos sorprendida. No te habías percatado de ese detalle y él tampoco te lo había hecho notar en ningún momento.
- No tenía idea… - contestaste y Zaira te miró extrañada al verte casi emocionada – pero hace que haber subido conmigo ahora sea mil veces más valorable.
Y sonreíste como nunca, como siempre habías querido. Enamorada.
Capítulo 26.
Abriste la heladera en búsqueda de algo que sirviera de almuerzo… pero no encontraste nada. El refrigerador estaba casi vacío y eras la responsable; las compras de la semana estaban a tu cargo, pero entre Pedro – el compromiso –Pedro y más Pedro, te había olvidado por completo.
Mordiste tu labio pensativa y suspiraste. Ir al supermercado en ese momento era tan suicida como idiota. Lo primero por el calor insoportable que hacía afuera y lo segundo, porque eran las dos de la tarde y si salías a comparar, llegaría para la merienda.
- ¡Llegué!- escuchaste que exclamó una voz y saliste de la cocina para abrazar fuertemente a Zaira, que volvía de una reunión en la agencia.
- ¿Nos conocemos? – bromeaste al separarte y ella enarcó una ceja. Hacía una semana que nada más se cruzaban en el departamento o ni siquiera se veían.
- ¿Es un palito para mí? – dijo señalándose y te hiciste la desentendida - ¡Cara rota que sos! – y vos carcajeaste. Tenía absoluta razón. Reprodujiste rápidamente una gran sonrisa a modo de disculpa y ella rió – Me tenés re tirada Pocha.
- Pero mal amiga… perdoname – hiciste una mueca y la morocha te abrazo de costado. Le debías tanto… era la persona que menos sabía de vos últimamente, pero aun así seguía la pie del cañón haciéndote el aguante.
- Vi la tarjeta… - largó cambiando de tema y no pudiste evitar mirar para otro lado mientras te sentabas casi abatida en el sofá. Aún te afectaba demasiado - ¿Vas a ir?
Ni se gastó en preguntar como estabas, porque era obvio. Eras un ser sumamente transparente y nadie mejor para decodificarte que Zaira. Quizás aún más que Pedro.
Suspiraste.
- Sí, tengo que aceptar las decisiones de mi papá por más que este o no de acuerdo - y ella asentía mostrándote su aprobación - No puedo seguir con este enojo tanto tiempo... No me sirve.
- Me parece lo más sano que podés hacer Pochi... Ese "odio" contra tu papá no hacía más que lastimarte a vos - vos exhalaste con tristeza y sentiste una presión localizada en el pecho - Además, volver a Lobos...
- Supongo que voy con la esperanza de se hayan olvidado un poquito de mi al menos - expresaste en forma de deseo y ella asintió con despreocupación, intentando relajarte. Frunciste los labios - Van a estar mis hermanos así que no va a ser tan terrible… espero.
- ¿Y a quien vas a llevar como acompañante? - inquirió divertida y supusiste que se moría de ganas de saberlo desde que encontró la invitación - ¿A Pepe?
- No le pregunte todavía - y sonrió orgullosa por haber acertado - pero es la idea - finalizaste con una sonrisa.
- Ay, qué emoción - aplaudió Zaira con entusiasmo y vos carcajeaste. La verdad que la idea de ir con Pedro te encantaba, el problema era encontrar el momento para avisarle… y ese momento iba a darse cuando te sintieras lista y cómoda con la idea de un pronto casamiento paterno - ¡No sabía que iban tan en serio!
- Y no es moco de pavo que lo invite... La verdad es que estoy enganchada. Muy - confesaste entre sonrisas y te tapaste la cara, vergonzosa. Tan solo hablar de él hacía que tu ritmo cardíaco aumente - Tiempo al tiempo igual ¿no?
- A él también lo veo muy entusiasmado. De hecho, no creo haberlo visto tan feliz nunca – dijo con sinceridad y te sonrojaste alevosamente - Y a vos también - dijo guiñándote un ojo.
- Ay amiga, con Peter siento que con ser yo misma alcanza. Es algo tan puro...
- Ah bueno, esto es nuevo. Te tiene boludísima – te cargó y vos la empujaste amistosamente mientras mordías tu labio inferior – No lo tomés a mal, te lo digo como algo bueno Pauchi – volviste a sonreír - Te escuche llegar tardísimo anoche, ¿salieron con Pepe?
- Sí, pasamos una noche amena – dijiste al pasar y Zaira se acomodó sobre sí misma entusiasmada. Parecía más contenta que vos.
- ¿Osea que concretaron?
- ¡Zaira! ¡No! – exclamaste mientras se enrojecían tus mejillas.
- Bueno pará, no es algo tan terrible lo que te estoy preguntando – miraste para otro lado - Lo que me extraña es que no estés intrigada Paula... ¿no te da curiosidad qué onda Pedro entre las sábanas? – reíste por la expresión que utilizó tu amiga y acomodaste tu flequillo casi nerviosa. Seguías sin responder y Zaira frunció el ceño - Claro... qué tonta ¿Ustedes ya estuvieron en Nueva York no?
Sonreíste tímidamente y Zaira no necesito más.
(Flashback)
Saliste del local de M&M’s con una enorme bolsa en mano. Los chocolates eran tu debilidad y maravillada recorriste los pisos donde los mismos estaban en abundancia en diferentes colores y tamaños. Tu propio paraíso personal.
Las luces de colores te obnubilaban y los carteles luminosos no paraban de reclamar tu atención. La majestuosidad de los edificios era deslumbrante y el escenario te hacía sentir parte de una película.
Nueva York de noche era sencillamente increíble. La ciudad más cosmopolita en todos sus sentidos... Atracciones que no tenían fin y para todos los gustos; la gente vistiendo como se le antojaba. Un arco iris de ideas.
Pedro te guiaba a través de la muchedumbre; la magia del Times Square sumada al encanto propio de él era algo irresistible. No necesitabas más.
- ¿A dónde vamos? - preguntaste curiosa al ver que chequeaba su reloj y el emitió una sonrisa; no podías mas de la ansiedad. Desde qué salieron estaba revisando el horario a raja tabla como si tuviera algo planeado para después… de lo cual no tenías la más pálida idea. El parecía disfrutarlo tu “sufrimiento”.
Te detuviste al observar que en una de las grandes pantallas que exhibía un edificio frente a vos, enfocaban en vivo a la gente que iba transitando la peatonal. Sonreíste de emoción y Pedro te abrazó fuertemente enternecido por tu asombro.
De repente, aparecieron en pantalla y zarandeaste a Pedro con incredulidad. Comenzaste a hacer caras y el se acopló a tu ritmo a la perfección. Carcajeaban entre cada cambio de sus facciones; era más histriónico que vos.
Reprodujeron en la gran pantalla su sesión por unos segundos hasta que cambiaron a otra pareja que iba caminando de la mano delante de ustedes. Mordiste tu labio, maravillada.
Peter te miraba con una especie de fascinación…lo abrazaste al instante con una sonrisa tatuada sobre tus labios; él carcajeaba con vos. Había sido de lo mejor que te había pasado en todo el viaje; y lo más divertido. Te sorprendía la diversidad de momentos que vivías con Pedro.
- A ver, haceme la última cara chuequi – te pidió y vos reíste tímida. Era indescriptible lo que habías hecho y volver a reproducir la expresión te daba vergüenza, a pesar de que la gente que pasara por al lado tuyo ni te dirigiera la mirada.
Te animaste finalmente y cuando la hiciste Pedro estalló en risas. Lo empujaste por haberse reído, indignada (y ocultando las ganas tremendas de reírte con él).
- Basta de cargarme Pedro – te quejaste. Él te tomó rápidamente por la cintura y vos, gustosa te dejaste.
- Sos hermosa – y clavó sus ojos marrones en los tuyos verdes, con una mezcla de amor y admiración. Te derretiste y lo besaste intentando darle una respuesta a la altura de todo lo que te estaba expresando. Se inclinaron hacia un costado y él termino de separarse rozando dulcemente sobre tus labios – ¿Vamos? Todavía falta tu sorpresa.
- Por favor – dijiste sin ocultar tu ansiedad y el carcajeó al tiempo que tomaba tu mano para atravesar la acera.
Mordiste tu labio pensativa y suspiraste. Ir al supermercado en ese momento era tan suicida como idiota. Lo primero por el calor insoportable que hacía afuera y lo segundo, porque eran las dos de la tarde y si salías a comparar, llegaría para la merienda.
- ¡Llegué!- escuchaste que exclamó una voz y saliste de la cocina para abrazar fuertemente a Zaira, que volvía de una reunión en la agencia.
- ¿Nos conocemos? – bromeaste al separarte y ella enarcó una ceja. Hacía una semana que nada más se cruzaban en el departamento o ni siquiera se veían.
- ¿Es un palito para mí? – dijo señalándose y te hiciste la desentendida - ¡Cara rota que sos! – y vos carcajeaste. Tenía absoluta razón. Reprodujiste rápidamente una gran sonrisa a modo de disculpa y ella rió – Me tenés re tirada Pocha.
- Pero mal amiga… perdoname – hiciste una mueca y la morocha te abrazo de costado. Le debías tanto… era la persona que menos sabía de vos últimamente, pero aun así seguía la pie del cañón haciéndote el aguante.
- Vi la tarjeta… - largó cambiando de tema y no pudiste evitar mirar para otro lado mientras te sentabas casi abatida en el sofá. Aún te afectaba demasiado - ¿Vas a ir?
Ni se gastó en preguntar como estabas, porque era obvio. Eras un ser sumamente transparente y nadie mejor para decodificarte que Zaira. Quizás aún más que Pedro.
Suspiraste.
- Sí, tengo que aceptar las decisiones de mi papá por más que este o no de acuerdo - y ella asentía mostrándote su aprobación - No puedo seguir con este enojo tanto tiempo... No me sirve.
- Me parece lo más sano que podés hacer Pochi... Ese "odio" contra tu papá no hacía más que lastimarte a vos - vos exhalaste con tristeza y sentiste una presión localizada en el pecho - Además, volver a Lobos...
- Supongo que voy con la esperanza de se hayan olvidado un poquito de mi al menos - expresaste en forma de deseo y ella asintió con despreocupación, intentando relajarte. Frunciste los labios - Van a estar mis hermanos así que no va a ser tan terrible… espero.
- ¿Y a quien vas a llevar como acompañante? - inquirió divertida y supusiste que se moría de ganas de saberlo desde que encontró la invitación - ¿A Pepe?
- No le pregunte todavía - y sonrió orgullosa por haber acertado - pero es la idea - finalizaste con una sonrisa.
- Ay, qué emoción - aplaudió Zaira con entusiasmo y vos carcajeaste. La verdad que la idea de ir con Pedro te encantaba, el problema era encontrar el momento para avisarle… y ese momento iba a darse cuando te sintieras lista y cómoda con la idea de un pronto casamiento paterno - ¡No sabía que iban tan en serio!
- Y no es moco de pavo que lo invite... La verdad es que estoy enganchada. Muy - confesaste entre sonrisas y te tapaste la cara, vergonzosa. Tan solo hablar de él hacía que tu ritmo cardíaco aumente - Tiempo al tiempo igual ¿no?
- A él también lo veo muy entusiasmado. De hecho, no creo haberlo visto tan feliz nunca – dijo con sinceridad y te sonrojaste alevosamente - Y a vos también - dijo guiñándote un ojo.
- Ay amiga, con Peter siento que con ser yo misma alcanza. Es algo tan puro...
- Ah bueno, esto es nuevo. Te tiene boludísima – te cargó y vos la empujaste amistosamente mientras mordías tu labio inferior – No lo tomés a mal, te lo digo como algo bueno Pauchi – volviste a sonreír - Te escuche llegar tardísimo anoche, ¿salieron con Pepe?
- Sí, pasamos una noche amena – dijiste al pasar y Zaira se acomodó sobre sí misma entusiasmada. Parecía más contenta que vos.
- ¿Osea que concretaron?
- ¡Zaira! ¡No! – exclamaste mientras se enrojecían tus mejillas.
- Bueno pará, no es algo tan terrible lo que te estoy preguntando – miraste para otro lado - Lo que me extraña es que no estés intrigada Paula... ¿no te da curiosidad qué onda Pedro entre las sábanas? – reíste por la expresión que utilizó tu amiga y acomodaste tu flequillo casi nerviosa. Seguías sin responder y Zaira frunció el ceño - Claro... qué tonta ¿Ustedes ya estuvieron en Nueva York no?
Sonreíste tímidamente y Zaira no necesito más.
(Flashback)
Saliste del local de M&M’s con una enorme bolsa en mano. Los chocolates eran tu debilidad y maravillada recorriste los pisos donde los mismos estaban en abundancia en diferentes colores y tamaños. Tu propio paraíso personal.
Las luces de colores te obnubilaban y los carteles luminosos no paraban de reclamar tu atención. La majestuosidad de los edificios era deslumbrante y el escenario te hacía sentir parte de una película.
Nueva York de noche era sencillamente increíble. La ciudad más cosmopolita en todos sus sentidos... Atracciones que no tenían fin y para todos los gustos; la gente vistiendo como se le antojaba. Un arco iris de ideas.
Pedro te guiaba a través de la muchedumbre; la magia del Times Square sumada al encanto propio de él era algo irresistible. No necesitabas más.
- ¿A dónde vamos? - preguntaste curiosa al ver que chequeaba su reloj y el emitió una sonrisa; no podías mas de la ansiedad. Desde qué salieron estaba revisando el horario a raja tabla como si tuviera algo planeado para después… de lo cual no tenías la más pálida idea. El parecía disfrutarlo tu “sufrimiento”.
Te detuviste al observar que en una de las grandes pantallas que exhibía un edificio frente a vos, enfocaban en vivo a la gente que iba transitando la peatonal. Sonreíste de emoción y Pedro te abrazó fuertemente enternecido por tu asombro.
De repente, aparecieron en pantalla y zarandeaste a Pedro con incredulidad. Comenzaste a hacer caras y el se acopló a tu ritmo a la perfección. Carcajeaban entre cada cambio de sus facciones; era más histriónico que vos.
Reprodujeron en la gran pantalla su sesión por unos segundos hasta que cambiaron a otra pareja que iba caminando de la mano delante de ustedes. Mordiste tu labio, maravillada.
Peter te miraba con una especie de fascinación…lo abrazaste al instante con una sonrisa tatuada sobre tus labios; él carcajeaba con vos. Había sido de lo mejor que te había pasado en todo el viaje; y lo más divertido. Te sorprendía la diversidad de momentos que vivías con Pedro.
- A ver, haceme la última cara chuequi – te pidió y vos reíste tímida. Era indescriptible lo que habías hecho y volver a reproducir la expresión te daba vergüenza, a pesar de que la gente que pasara por al lado tuyo ni te dirigiera la mirada.
Te animaste finalmente y cuando la hiciste Pedro estalló en risas. Lo empujaste por haberse reído, indignada (y ocultando las ganas tremendas de reírte con él).
- Basta de cargarme Pedro – te quejaste. Él te tomó rápidamente por la cintura y vos, gustosa te dejaste.
- Sos hermosa – y clavó sus ojos marrones en los tuyos verdes, con una mezcla de amor y admiración. Te derretiste y lo besaste intentando darle una respuesta a la altura de todo lo que te estaba expresando. Se inclinaron hacia un costado y él termino de separarse rozando dulcemente sobre tus labios – ¿Vamos? Todavía falta tu sorpresa.
- Por favor – dijiste sin ocultar tu ansiedad y el carcajeó al tiempo que tomaba tu mano para atravesar la acera.
(flashback continúa en el 27 ;) )
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Capítulo 25.
Caminar de la mano ya era una costumbre. Y las sonrisas estampadas en los rostros… también.
Entrelazados, entraron en el Mc Donalds de Av. Luis María Campos que quedaba a pocas cuadras de tu casa y la de ella. Sonaba “Ciro y los Persas”, banda que te encantaba. Aunque nada superaría a Los Piojos, el cantante te podía y últimamente junto a los Auténticos Decadentes, era lo que más escuchabas.
- Insistooo, siempre te voy a querer – entonaste mientras estaban en la cola y ella te miró entre tierna y divertida. Vos te reíste.
- ¿Cambiamos Montaner por Ciro? – preguntó y sonreíste. Mantenía los recuerdos de ese Nueva York juntos tan presentes como vos.
- Montaner es un clásico… pero voy mutando. Este año voy a ir más por el Rock Nacional… - explicaste y ella te escuchaba atentamente – Preparate – le dijiste sensualmente al oído y ella te besó entre risas.
- Voy a intentar, pero siempre me sorprendés con algo nuevo… - confesó mirándote a los ojos. Vos la abrazaste con ternura y le besaste la coronilla. La sorpresa era mutua… con Paula todo era nuevo.
La empleada pronunció un débil y malhumorado “el que sigue, por acá” y la rubia tiró de tu mano para que se acercaran al mostrador. Al parecer, faltaba mucho para que finalice su horario laboral.
Ambos pidieron dos dobles cuartos de libra y ella no te dejó hacer ninguna acotación acerca de su gran apetito. “Sin comentarios” te dijo sonriendo y posando el dedo índice en tu boca para callarte y vos lo besaste provocando una sonrisa aún mayor en su rostro.
- ¿Agrandan el combo por 3 con cincuenta centavos más? – movieron la cabeza negativamente al mismo tiempo - ¿Efectivo o tarjeta? Son 60 pesos.
La mujer, que por el cartelito que colgaba de su camisa sabías que se llamaba “Nadia”, los miró impaciente y casi desagradablemente por su tardanza. Sacaste la billetera tomándote tu tiempo y antes de abrirla para pagar, pusiste tu mejor cara de inocencia y casi apenado dijiste:
- Me olvide de agarrar plata y las tarjetas no me sirven acá – y Pau te miraba con incredulidad - ¿Pagás vos?
La cara de Paula transitaba entre la sorpresa y el asombro y no sabías hasta cuando ibas a contener la risa. La empleada te miraba frunciendo el ceño y la rubia intentaba modular algo pero al parecer sus músculos no le respondían. Estallaste en carcajadas.
- Te estoy jodiendo Pau - y ella rápidamente mordió su labio inferior - la cara que pusiste, para enmarcar – bromeaste y te golpeó el hombro moderadamente mientras reía contagiada de tus carcajadas.
- Sos un tarado Pedro - protestó mientras vos la abrazabas. La cajera carraspeó sonoramente llamando su atención y malhumorada, les pidió que se apuraran porque se estaba acumulando mucha gente en la fila que encabezaban ustedes.
Le alcanzaste un billete de cien y te corriste a un costado para esperar el pedido. "Era un chiste para hacer menos pesado el día, Nadia" dijiste simpáticamente pero ella te ignoró de una manera olímpica, provocando que la rubia se te riera casi en la cara.
- Bueno eh - te quejaste y ella te acarició el pelo dulcemente - Por lo menos vos te reíste – y sonreíste de costado como a ella tanto le podía.
- Ay callate que una vez me pasó en serio…Salí con un flaco que había visto una vez en un boliche y tuve que pagar yo la comida… El horror, las chicas me cargan siempre con eso…
- ¿Me imagino que no fue ninguno de los polistas no? – y ella enarcó una ceja. Vos sonreíste divertido.
- Los polistas hicieron otras cosas… - sentenció con un dejo de ironía y vos no podías estar más satisfecho con esa respuesta. Te daba una sensación de tranquilidad y seguridad para con tus sentimientos – Ahora me gustan más los cantantes…
Carcajeaste y entrelazaste tus manos con las de ella, mientras continuaban esperando. Una vez sentados en una mesa alejada de la muchedumbre, con sus respectivos combos, comenzaron a comer entre mimos y besos.
Pasar tiempo con Paula, era adictivo. Entre que pasaba demasiado rápido y que experimentabas sensaciones inéditas para vos (o más bien, que conocías pero que con ella desconoces) los minutos jamás alcanzaban. Y según tu instinto, creías que nunca alcanzarían.
Te estabas enamorando, definitivamente. Mucho, poco, demasiado. No sabías con precisión; tal vez la quisiste desde el minuto que apareció en esa cafetería (como Trinidad o como Paula, ya no importa) o quizás desde que osadamente te desafió en un truco. Lo único que tenías claro, es que cada vez la querías más.
No querías que ese día se termine nunca, por eso ni bien terminaron, la invitaste a seguir disfrutando la noche en una bar con varias mesas de pool y con mucha onda que habías conocido a través de un chico de Ideas. Quedaba cerca y Paula aceptó entusiasmada asegurando que sabía poco y nada de billar; al parecer, ella también moría por seguir pasando tiempo con vos.
Tu mano pegada cálidamente a su cintura mientras caminaban hablando hasta llegar a destino y los ojos verdes de ella, sin separarse de los tuyos un minuto. Una vez adentro, pediste dos fernet con cola. El de ella, de menta.
Estaba casi vacío el lugar y casi lo agradeciste; querías un poco de intimidad. Pagaste lo correspondiente por las fichas para el pool y le alcanzaste uno de los palos a la rubia que te acompañaba. Ella lo tomó audazmente y sospechaste si era verdad que no sabía jugar al pool. Decidiste no indagar.
Abriste el juego haciendo impactar la bola blanca contra las quince restantes (rayadas y lisas) una vez instalados en la mesa. Ella había elegido jugar con las lisas, por ende, las otras eran las tuyas.
Te posicionaste en una esquina y metiste la 14 en una de las troneras del medio y sonreíste con suficiencia. Ella te observaba sensualmente y vos la maldecías por lo bajo. Sabías que lo hacía a propósito para desconcentrarte.
Qué desgraciada.
Mordió su labio como si fuera ella la que estaba a punto de golpear la rayada blanca y azul y la bola no entró en una esquina por poco.
- ¿Me toca a mí ahora no? - preguntó con demasiado interés. Asentiste y le explicaste brevemente que con la blanca podía golpear cualquiera de las lisas. Le aconsejaste a cuáles le convenía apuntar.
Torpemente tomo el palo y se posicionó incómodamente sobre la mesa. Hizo una mueca y vos sin que te lo pida, te acercaste.
- Vení – le dijiste entre dulce y sensual y colocaste sus manos sobre el taco, indicándole como tomarlo. Te pusiste exageradamente cerca y pero ella no se alejó ni un centímetro. Luego, te colocaste detrás de su espalda haciendo que se incline sobre la mesa y sentiste su perfume floral. Tu corazón latía muy fuerte.
Una vez que impactaron la bocha blanca contra la 4 marrón, se incorporaron al tiempo que veían como rebotaba sin caer dentro de ninguna tronera. Paula frunció los labios y vos suspiraste, aún muy cerca de ella.
- Me parece que voy entendiendo como es esto – comentó ya dada vuelta y a unos peligrosos milímetros de tu boca para luego alejarse con elegancia. Cómo le gustaba el histeriqueo.
El juego continuó dinámicamente, con muchos aciertos tuyos y pocos de ella, en tu opinión, algunos de manera forzada. Continuabas siendo su “maestro” por lo que no perdiste la oportunidad de robarle algunos besos y que ella te de otros; siempre llegando hasta donde ella quería.
La competencia del juego los apasionaba y ella lo disfrutaba tanto como vos. Ibas ganando, con bastante ventaja.
Luego de errar el último tiro, era su turno. Tomó el taco y renegó de tu ayuda, excusando que quería intentarlo por sí misma. Apunto con la pelota blanca una 5 naranja y la hizo rebotar contra una pared de la mesa, consiguiendo que al regreso se meta en una tronera.
- Suerte de principiante – anunció con una sonrisa y vos levantaste las cejas devolviéndole otra con ironía. Sus comisuras se ampliaron aún más.
De repente, con una serenidad sin precedentes dado la ansiedad que caracterizaba a Paula, comenzó meter las bolas una por una con habilidad. Estabas perplejo, a pesar de suponer que no era cierto su poco conocimiento del billar.
Te parecía tan sexy.
- ¡Oh Pepe! – exclamó al meter otra bola más con efusividad y sólo le quedaba la 2 azul aparte de la negra. Carcajeaste al escuchar la frase y te rascaste la sien mientras aspirabas el humo del cigarrillo que estabas fumando. Promesa cumplida.
Antes de direccionar la bola, puso tal cara de concentración que te causó gracia. De todas maneras, no te entusiasmaba la idea de perder nuevamente contra ella. Tiraste la ceniza sobrante en el cenicero metálico y le diste una última pitada.
Erró y cerraste tus puños a modo de festejo, luego de dejar la colilla. Ella te miró con odio y mordió su labio enojada. Le había salido el tiro por la culata.
- A ver a ver – dijiste burlón – dejemos a los que saben – y Paula resopló negando con la cabeza. No pudiste evitar reír.
En menos de 5 minutos, metiste todas las que faltaban en las troneras, incluida la negra. Te miró con la boca abierta y levantaste los brazos para gastarla mientras te acercabas a donde estaba parada.
Victorioso, la abrazaste mientras saltabas para festejar y ella se murió de risa olvidando su enojo.
- Qué calidad eh – dijiste ganador una vez fuera del bar y Paula, que estaba abrazada a vos te empujo a un lado mientras se mordía el labio inferior.
- Callate, tuviste suerte nada más – y la volviste a aprisionar en tus brazos; ella se dejó. La noche estaba hermosa.
- Sos tramposita igual, “no sé jugar” – y la imitaste. Ella sonrió con superioridad y le sonreíste con tus ojos marrones, mientras cruzaban la calle para adentrarse en Las Cañitas.
- Se llama factor sorpresa – simplificó y ya estaban a metros del departamento de Paula. Aminoraron el paso hasta que se detuvieron cuando finalmente alcanzaron la puerta de entrada.
- Me gustan tus sorpresas – y tus labios impactaron sobre su boca.
Se tomaron automáticamente de ambas manos quedando enfrentados y mirándose con dulzura unos minutos. La despediste entre besos y sonrisas y ella su fundió en un profundo abrazo.
El cierre perfecto de algo que no querías que se terminara.
- Oh Pepe- te susurró en el oído sensualmente antes de separarse y concluyó con un tierno beso sobre tus labios. Sonreíste tan idiotamente que te dio vergüenza pero ella no te miraba más que con amor.
Hasta te sonrojaste, pero para tu suerte, ella ya había desaparecido de tu vista. Comenzaste a caminar hacia la izquierda, para volver a tu departamento. Mañana trabajabas muy temprano y en el estudio del centro.
- ¡Pedro! – te llamaron y reconociste de inmediato la voz aunque hacía mucho tiempo que no la escuchabas. Te debatiste entre seguir caminando hasta perderla de vista y darte vuelta para enfrentar de una vez tu pasado.
Giraste sobre vos mismo y ahí estaba, casi igual que la última vez que la viste.
Te lo dedico a vos Dani, siempre ayudándome y poniendo las neuronas que faltan jajajaja... Algún día estaremos por Sumbawa Bali y alguien tocara un semi ukelele charango con carambola JAJAJAJ #pordios
Entrelazados, entraron en el Mc Donalds de Av. Luis María Campos que quedaba a pocas cuadras de tu casa y la de ella. Sonaba “Ciro y los Persas”, banda que te encantaba. Aunque nada superaría a Los Piojos, el cantante te podía y últimamente junto a los Auténticos Decadentes, era lo que más escuchabas.
- Insistooo, siempre te voy a querer – entonaste mientras estaban en la cola y ella te miró entre tierna y divertida. Vos te reíste.
- ¿Cambiamos Montaner por Ciro? – preguntó y sonreíste. Mantenía los recuerdos de ese Nueva York juntos tan presentes como vos.
- Montaner es un clásico… pero voy mutando. Este año voy a ir más por el Rock Nacional… - explicaste y ella te escuchaba atentamente – Preparate – le dijiste sensualmente al oído y ella te besó entre risas.
- Voy a intentar, pero siempre me sorprendés con algo nuevo… - confesó mirándote a los ojos. Vos la abrazaste con ternura y le besaste la coronilla. La sorpresa era mutua… con Paula todo era nuevo.
La empleada pronunció un débil y malhumorado “el que sigue, por acá” y la rubia tiró de tu mano para que se acercaran al mostrador. Al parecer, faltaba mucho para que finalice su horario laboral.
Ambos pidieron dos dobles cuartos de libra y ella no te dejó hacer ninguna acotación acerca de su gran apetito. “Sin comentarios” te dijo sonriendo y posando el dedo índice en tu boca para callarte y vos lo besaste provocando una sonrisa aún mayor en su rostro.
- ¿Agrandan el combo por 3 con cincuenta centavos más? – movieron la cabeza negativamente al mismo tiempo - ¿Efectivo o tarjeta? Son 60 pesos.
La mujer, que por el cartelito que colgaba de su camisa sabías que se llamaba “Nadia”, los miró impaciente y casi desagradablemente por su tardanza. Sacaste la billetera tomándote tu tiempo y antes de abrirla para pagar, pusiste tu mejor cara de inocencia y casi apenado dijiste:
- Me olvide de agarrar plata y las tarjetas no me sirven acá – y Pau te miraba con incredulidad - ¿Pagás vos?
La cara de Paula transitaba entre la sorpresa y el asombro y no sabías hasta cuando ibas a contener la risa. La empleada te miraba frunciendo el ceño y la rubia intentaba modular algo pero al parecer sus músculos no le respondían. Estallaste en carcajadas.
- Te estoy jodiendo Pau - y ella rápidamente mordió su labio inferior - la cara que pusiste, para enmarcar – bromeaste y te golpeó el hombro moderadamente mientras reía contagiada de tus carcajadas.
- Sos un tarado Pedro - protestó mientras vos la abrazabas. La cajera carraspeó sonoramente llamando su atención y malhumorada, les pidió que se apuraran porque se estaba acumulando mucha gente en la fila que encabezaban ustedes.
Le alcanzaste un billete de cien y te corriste a un costado para esperar el pedido. "Era un chiste para hacer menos pesado el día, Nadia" dijiste simpáticamente pero ella te ignoró de una manera olímpica, provocando que la rubia se te riera casi en la cara.
- Bueno eh - te quejaste y ella te acarició el pelo dulcemente - Por lo menos vos te reíste – y sonreíste de costado como a ella tanto le podía.
- Ay callate que una vez me pasó en serio…Salí con un flaco que había visto una vez en un boliche y tuve que pagar yo la comida… El horror, las chicas me cargan siempre con eso…
- ¿Me imagino que no fue ninguno de los polistas no? – y ella enarcó una ceja. Vos sonreíste divertido.
- Los polistas hicieron otras cosas… - sentenció con un dejo de ironía y vos no podías estar más satisfecho con esa respuesta. Te daba una sensación de tranquilidad y seguridad para con tus sentimientos – Ahora me gustan más los cantantes…
Carcajeaste y entrelazaste tus manos con las de ella, mientras continuaban esperando. Una vez sentados en una mesa alejada de la muchedumbre, con sus respectivos combos, comenzaron a comer entre mimos y besos.
Pasar tiempo con Paula, era adictivo. Entre que pasaba demasiado rápido y que experimentabas sensaciones inéditas para vos (o más bien, que conocías pero que con ella desconoces) los minutos jamás alcanzaban. Y según tu instinto, creías que nunca alcanzarían.
Te estabas enamorando, definitivamente. Mucho, poco, demasiado. No sabías con precisión; tal vez la quisiste desde el minuto que apareció en esa cafetería (como Trinidad o como Paula, ya no importa) o quizás desde que osadamente te desafió en un truco. Lo único que tenías claro, es que cada vez la querías más.
No querías que ese día se termine nunca, por eso ni bien terminaron, la invitaste a seguir disfrutando la noche en una bar con varias mesas de pool y con mucha onda que habías conocido a través de un chico de Ideas. Quedaba cerca y Paula aceptó entusiasmada asegurando que sabía poco y nada de billar; al parecer, ella también moría por seguir pasando tiempo con vos.
Tu mano pegada cálidamente a su cintura mientras caminaban hablando hasta llegar a destino y los ojos verdes de ella, sin separarse de los tuyos un minuto. Una vez adentro, pediste dos fernet con cola. El de ella, de menta.
Estaba casi vacío el lugar y casi lo agradeciste; querías un poco de intimidad. Pagaste lo correspondiente por las fichas para el pool y le alcanzaste uno de los palos a la rubia que te acompañaba. Ella lo tomó audazmente y sospechaste si era verdad que no sabía jugar al pool. Decidiste no indagar.
Abriste el juego haciendo impactar la bola blanca contra las quince restantes (rayadas y lisas) una vez instalados en la mesa. Ella había elegido jugar con las lisas, por ende, las otras eran las tuyas.
Te posicionaste en una esquina y metiste la 14 en una de las troneras del medio y sonreíste con suficiencia. Ella te observaba sensualmente y vos la maldecías por lo bajo. Sabías que lo hacía a propósito para desconcentrarte.
Qué desgraciada.
Mordió su labio como si fuera ella la que estaba a punto de golpear la rayada blanca y azul y la bola no entró en una esquina por poco.
- ¿Me toca a mí ahora no? - preguntó con demasiado interés. Asentiste y le explicaste brevemente que con la blanca podía golpear cualquiera de las lisas. Le aconsejaste a cuáles le convenía apuntar.
Torpemente tomo el palo y se posicionó incómodamente sobre la mesa. Hizo una mueca y vos sin que te lo pida, te acercaste.
- Vení – le dijiste entre dulce y sensual y colocaste sus manos sobre el taco, indicándole como tomarlo. Te pusiste exageradamente cerca y pero ella no se alejó ni un centímetro. Luego, te colocaste detrás de su espalda haciendo que se incline sobre la mesa y sentiste su perfume floral. Tu corazón latía muy fuerte.
Una vez que impactaron la bocha blanca contra la 4 marrón, se incorporaron al tiempo que veían como rebotaba sin caer dentro de ninguna tronera. Paula frunció los labios y vos suspiraste, aún muy cerca de ella.
- Me parece que voy entendiendo como es esto – comentó ya dada vuelta y a unos peligrosos milímetros de tu boca para luego alejarse con elegancia. Cómo le gustaba el histeriqueo.
El juego continuó dinámicamente, con muchos aciertos tuyos y pocos de ella, en tu opinión, algunos de manera forzada. Continuabas siendo su “maestro” por lo que no perdiste la oportunidad de robarle algunos besos y que ella te de otros; siempre llegando hasta donde ella quería.
La competencia del juego los apasionaba y ella lo disfrutaba tanto como vos. Ibas ganando, con bastante ventaja.
Luego de errar el último tiro, era su turno. Tomó el taco y renegó de tu ayuda, excusando que quería intentarlo por sí misma. Apunto con la pelota blanca una 5 naranja y la hizo rebotar contra una pared de la mesa, consiguiendo que al regreso se meta en una tronera.
- Suerte de principiante – anunció con una sonrisa y vos levantaste las cejas devolviéndole otra con ironía. Sus comisuras se ampliaron aún más.
De repente, con una serenidad sin precedentes dado la ansiedad que caracterizaba a Paula, comenzó meter las bolas una por una con habilidad. Estabas perplejo, a pesar de suponer que no era cierto su poco conocimiento del billar.
Te parecía tan sexy.
- ¡Oh Pepe! – exclamó al meter otra bola más con efusividad y sólo le quedaba la 2 azul aparte de la negra. Carcajeaste al escuchar la frase y te rascaste la sien mientras aspirabas el humo del cigarrillo que estabas fumando. Promesa cumplida.
Antes de direccionar la bola, puso tal cara de concentración que te causó gracia. De todas maneras, no te entusiasmaba la idea de perder nuevamente contra ella. Tiraste la ceniza sobrante en el cenicero metálico y le diste una última pitada.
Erró y cerraste tus puños a modo de festejo, luego de dejar la colilla. Ella te miró con odio y mordió su labio enojada. Le había salido el tiro por la culata.
- A ver a ver – dijiste burlón – dejemos a los que saben – y Paula resopló negando con la cabeza. No pudiste evitar reír.
En menos de 5 minutos, metiste todas las que faltaban en las troneras, incluida la negra. Te miró con la boca abierta y levantaste los brazos para gastarla mientras te acercabas a donde estaba parada.
Victorioso, la abrazaste mientras saltabas para festejar y ella se murió de risa olvidando su enojo.
- Qué calidad eh – dijiste ganador una vez fuera del bar y Paula, que estaba abrazada a vos te empujo a un lado mientras se mordía el labio inferior.
- Callate, tuviste suerte nada más – y la volviste a aprisionar en tus brazos; ella se dejó. La noche estaba hermosa.
- Sos tramposita igual, “no sé jugar” – y la imitaste. Ella sonrió con superioridad y le sonreíste con tus ojos marrones, mientras cruzaban la calle para adentrarse en Las Cañitas.
- Se llama factor sorpresa – simplificó y ya estaban a metros del departamento de Paula. Aminoraron el paso hasta que se detuvieron cuando finalmente alcanzaron la puerta de entrada.
- Me gustan tus sorpresas – y tus labios impactaron sobre su boca.
Se tomaron automáticamente de ambas manos quedando enfrentados y mirándose con dulzura unos minutos. La despediste entre besos y sonrisas y ella su fundió en un profundo abrazo.
El cierre perfecto de algo que no querías que se terminara.
- Oh Pepe- te susurró en el oído sensualmente antes de separarse y concluyó con un tierno beso sobre tus labios. Sonreíste tan idiotamente que te dio vergüenza pero ella no te miraba más que con amor.
Hasta te sonrojaste, pero para tu suerte, ella ya había desaparecido de tu vista. Comenzaste a caminar hacia la izquierda, para volver a tu departamento. Mañana trabajabas muy temprano y en el estudio del centro.
- ¡Pedro! – te llamaron y reconociste de inmediato la voz aunque hacía mucho tiempo que no la escuchabas. Te debatiste entre seguir caminando hasta perderla de vista y darte vuelta para enfrentar de una vez tu pasado.
Giraste sobre vos mismo y ahí estaba, casi igual que la última vez que la viste.
Te lo dedico a vos Dani, siempre ayudándome y poniendo las neuronas que faltan jajajaja... Algún día estaremos por Sumbawa Bali y alguien tocara un semi ukelele charango con carambola JAJAJAJ #pordios
martes, 27 de diciembre de 2011
Capítulo 24.
Hacía 2 horas que estabas luchando con el aire acondicionado. Estabas entrando en una crisis nerviosa y el maldito aparato no paraba de gotear. No había forma de apagarlo (no respondía al control) y la luz del split que no paraba de titilar te estaba sacando de las casillas.
El técnico te había asegurado que en 40 minutos iba a estar tocando el timbre de tu casa para solucionarte el problema… pero seguía sin aparecer. Estabas irritada, ofuscada y… sola. Zaira tenía un desfile a la noche, en el San Justo Shopping. Diosa, maquillada y lista para brillar. Vos con un remerón enorme con el logo de Aerosmith, una colita alta y bien de entre casa.
Volviste a marcar por enésima vez el teléfono de “CDR Instaladores” y esperaste sin obtener respuesta. Estabas segura que tenían decodificador de llamadas y por ende sabían que eras la misma pesada que llamo incansablemente durante la última hora.
Hoy definitivamente era el día de boludear a Pau... Sin lugar a dudas.
Miraste la hora en el reloj de mano que llevabas puesto: las cinco de la tarde. Habías arreglado con Pedro para verte como a las 6 cuando saliera del trabajo. Casi no aguantabas más la espera.
Desde que volviste a besarlo, sus labios se habían vuelto una adicción irremeadiable. Hablar con él se había vuelto una necesidad y casi te aburrías a vos misma por relacionar cada evento de tu vida con alguno que viviste con él, o simplemente con su persona.
Resoplaste, pensativa. Observaste como las gotas caían una tras otra y no soportaste más. Tomaste tu BlackBerry y escribiste su nombre en la lista de contactos. La verdad, no tenías ni idea si Peter sabía de aires acondicionados, pero supusiste que debía darse idea.
Sonreíste; tenías la excusa perfecta para hablarle.
"Gordo, necesito tu ayuda. Se rompió el aire y no para de gotear, esto es el horror jaja. Podés venir antes a verlo?"
"¿Que tocaste chuequi? Voy y veo que puedo hacer. En 15 estoy."
Te estabas muriendo de calor y encima Pedro daba por hecho que había sido tu culpa. Refunfuñaste y te sentaste en el sofá a esperar mientras prendías el ventilador de pie que había encontrado casi escondido en el placard de Zaira.
Te dirigiste al equipo de música… necesitabas algo que te relaje. Buscaste entre los discos “21” de Adele pero no alcanzaste a reproducirlo que sonó el timbre anunciando la llegada de alguien a la puerta de entrada. Hace una hora hubieras dado todo por que sea “Rubén”, el técnico del aire, pero en este momento deseas que sea la única persona que te hace olvidar de todo.
“Peter” escuchás del otro lado del portero y con una sonrisa apretás el botón para permitirle pasar de manera automática.
Una vez arriba, lo saludás con un beso y el castaño te aprisiona contra él para responderte. Sonreís y Pedro te imita, abrazándote con ternura.
Lo tomaste de la mano y lo guiaste hasta el interior del living, para mostrarle cómo goteaba el aparato. Intentaste explicarle lo que había sucedido, pero él no te prestaba el mínimo de atención. Estaba mirándote embobado.
- Holaaaaaaaa, te estoy hablando – dijiste intentado que escuche lo que le decías. Levantaste una ceja y él pareció finalmente caer en la realidad.
- Perdón… es que no puedo concentrarme – te confesó entre sensual y risueño y vos frunciste el seño – Estás muy linda con esa remera.
- Estoy re crota Pedro - y te mordiste el labio. No podías creer que le pareciera sinceramente que estabas sexy. Para otro en su lugar, hubieras pasado totalmente desapercibida. Pero cada día confirmabas más que Peter no era cualquiera.
- Sexy, atrevida, ella es PAULA – canturreó y vos te enrojecías mientras no podías parar de reírte. Él tironeó de tu mano y te atrajo hábilmente, sosteniéndote por la cintura con precisión. Vos no podías evitar que la sonrisa se mantuviera en tu rostro y se miraron fijamente a los ojos – Sos hermosa – y lo besaste por inercia, pero con absoluta voluntad. Peter te respondió con la misma dedicación y se perdieron por unos minutos en sus labios. Te sentías desbordar... ¿Te estabas enamorando?
Se despegaron con un último beso rápidamente, él se dirigió haciendo donde estaba instalado el aire con cara de concentración luego de besarte el dorso de la mano con dulzura.
Vos permaneciste parada cerca del sofá, observándolo repetir la misma secuencia: tocar algo del aparato, revisarlo, pararse y volver a hacer lo mismo. Frunciste el seño y te diste cuenta que Pedro sabía lo mismo que vos acerca de reparación de aires: absolutamente nada.
Comenzabas a ponerte nerviosa y preveías que en vez de arreglarlo iba a terminar de romperlo. Impaciente al ver como las gotas caían y caían sin parar, no pudiste más con tu genio.
- Suerte que sabías lo que estabas haciendo…
- Nunca te dije que era un experto – refutó con tranquilidad y vos resoplaste. Te volvía loca que fuera tan pasivo – Me parece que está tildado…
- No, ¿en serio? – dijiste irónica y él directamente te ignoró, mientras levantaba la tapa por doceava vez desde que entró al departamento. Revisaba quién sabe qué y en vez de calmarte, te alterabas más – Estás tocando cualquier cosa Pedro. El manual dice que cuando la luz de “in operation” titila intermitentemente hay que desconectar la fuente.
- ¿Y cuál es la fuente? – te preguntó dándose vuelta para quedar enfrentados. Revoleaste los ojos.
- Y no sé, sino no te hubiera llamado para que me ayudes – respondiste con obviedad y el negó con la cabeza contagiándose de tu irritación – Encima no para de gotear, que horror.
- Bueno Paula, para un poco – te dijo algo malhumorado y vos tomaste aire – Me estás poniendo nervioso a mí – y se rascó la sien pensativo. Acto seguido, se sacó la remera azul Francia que llevaba, estaba sumamente acalorado; comenzaba a sentir la falta de frescor en el ambiente.
Ahora, fuiste vos la que lo miró embobada. Qué descarado.
- Qué sexy el técnico eh… - lo cargaste para distender y él giró sobre si mismo en la silla en la que estaba parado para alcanzar con mayor facilidad el aire.
- Qué graciosa ja ja – respondió y vos te acercaste a donde estaba.
- Lo dije en serio… estás muy lindo así – volvió a darse vuelta esta vez sonriendo y se bajó para quedar a tu altura. Vos te mantuviste en tu postura, intentando que no note lo nerviosa que te habías puesto – Te digo que la situación da como para una fantasía… el técnico y la inquilina.
Oh oh, qué peligrosamente habías jugado. El sonrió y se acercó aún más.
- No te hagas la viva si después no vas a cumplir – y ahora estabas a dos centímetros de sus labios. Cómo le gustaba provocarte… pero vos no pensabas ceder. Ya habías dado un pie, ahora, que él se la jugara.
- Me parece que el que no se anima a cumplir sos vos – sentenciaste desafiándolo y él trago saliva. Se estaba poniendo interesante.
- Tenes razón, mejor trato de arreglar el aire – y se volvió hacia la silla dejándote totalmente pasmada. En tu mente se reprodujo un gran “¿qué carajos?” mientras atónita observabas la espalda de Pedro. No podía cortar todo ahí.
Pero en cuestión de segundos, mientras intentabas dilucidar qué había sucedido volvió a darse vuelta entre risas y tironeó de tu brazo para partirte la boca de un beso, que te tomó de sorpresa pero que no dudaste en seguir. Cada vez aumentaba más en intensidad e inconscientemente lo guiaste hacia el sofá, para acostarlo encima tuyo. Nunca habías experimentado tantas cosas en un período tan corto de tiempo. Menos que con un beso te sintieras… así. Porque no conocías palabras que te ayudaran a describir lo que sentías.
Acariciabas su espalda con dulzura mientras Peter tomaba posesión de tu cuello y sentías que nada te alcanzaba para transmitir la pasión contenida que albergabas. Sin embargo, cuando estabas a punto de perder lo último de cordura que te quedaba, el aire acondicionado expulsó estruendosamente un chorro importante de agua causando tu posterior sobresalto.
Pedro no pareció inmutarse, pero ya te habías desconcentrado y no podías parar de escuchar el ruido que producía el impacto de las gotas con la cacerola que habías puesto para que no se moje el piso de madera.
- Perdón, pero no puedo – dijiste con una mueca, apenada, y él te liberó – El ruido de las gotas me distrae mucho, no me puedo concentrar – y le diste un beso en la nariz antes de incorporarte. Sonrió, pero sabías que no era fan de la idea de cortar con lo que estaban por hacer. Vos tampoco, pero querías que fuera en las circunstancias perfectas y no considerabas que estas califiquen.
- Está bien gorda, no te preocupes – contestó tomándote de la mano y vos besaste su mejilla – el ruidito es bastante molesto – y vos reíste – ¿Y si cortamos la luz?
- ¿Vos decís?
- Probemos, no perdemos nada – reflexionó y vos asentiste, mientras le mostrabas donde estaba la caja de luz. La cortó y espero unos segundos antes de reactivarla, mientras suspirabas ansiosa. Cuando volvió la luz, corriste hasta el aire y te aliviaste al ver que ya no titilaba la luz de “in operation”. Y parecía hasta que goteaba menos.
- ¿Y?
- Creo que paró… pero el técnico va a tener que venir… mañana – anunciaste mientras le pasabas por al lado para dirigirte a tu habitación y cambiarte para salir… ya eran las 7 de la tarde – porque vos y yo tenemos mejores planes que quedarnos en casa – le susurraste al oído sensualmente y el sonrió mientras te veía caminar por el pasillo.
El técnico te había asegurado que en 40 minutos iba a estar tocando el timbre de tu casa para solucionarte el problema… pero seguía sin aparecer. Estabas irritada, ofuscada y… sola. Zaira tenía un desfile a la noche, en el San Justo Shopping. Diosa, maquillada y lista para brillar. Vos con un remerón enorme con el logo de Aerosmith, una colita alta y bien de entre casa.
Volviste a marcar por enésima vez el teléfono de “CDR Instaladores” y esperaste sin obtener respuesta. Estabas segura que tenían decodificador de llamadas y por ende sabían que eras la misma pesada que llamo incansablemente durante la última hora.
Hoy definitivamente era el día de boludear a Pau... Sin lugar a dudas.
Miraste la hora en el reloj de mano que llevabas puesto: las cinco de la tarde. Habías arreglado con Pedro para verte como a las 6 cuando saliera del trabajo. Casi no aguantabas más la espera.
Desde que volviste a besarlo, sus labios se habían vuelto una adicción irremeadiable. Hablar con él se había vuelto una necesidad y casi te aburrías a vos misma por relacionar cada evento de tu vida con alguno que viviste con él, o simplemente con su persona.
Resoplaste, pensativa. Observaste como las gotas caían una tras otra y no soportaste más. Tomaste tu BlackBerry y escribiste su nombre en la lista de contactos. La verdad, no tenías ni idea si Peter sabía de aires acondicionados, pero supusiste que debía darse idea.
Sonreíste; tenías la excusa perfecta para hablarle.
"Gordo, necesito tu ayuda. Se rompió el aire y no para de gotear, esto es el horror jaja. Podés venir antes a verlo?"
"¿Que tocaste chuequi? Voy y veo que puedo hacer. En 15 estoy."
Te estabas muriendo de calor y encima Pedro daba por hecho que había sido tu culpa. Refunfuñaste y te sentaste en el sofá a esperar mientras prendías el ventilador de pie que había encontrado casi escondido en el placard de Zaira.
Te dirigiste al equipo de música… necesitabas algo que te relaje. Buscaste entre los discos “21” de Adele pero no alcanzaste a reproducirlo que sonó el timbre anunciando la llegada de alguien a la puerta de entrada. Hace una hora hubieras dado todo por que sea “Rubén”, el técnico del aire, pero en este momento deseas que sea la única persona que te hace olvidar de todo.
“Peter” escuchás del otro lado del portero y con una sonrisa apretás el botón para permitirle pasar de manera automática.
Una vez arriba, lo saludás con un beso y el castaño te aprisiona contra él para responderte. Sonreís y Pedro te imita, abrazándote con ternura.
Lo tomaste de la mano y lo guiaste hasta el interior del living, para mostrarle cómo goteaba el aparato. Intentaste explicarle lo que había sucedido, pero él no te prestaba el mínimo de atención. Estaba mirándote embobado.
- Holaaaaaaaa, te estoy hablando – dijiste intentado que escuche lo que le decías. Levantaste una ceja y él pareció finalmente caer en la realidad.
- Perdón… es que no puedo concentrarme – te confesó entre sensual y risueño y vos frunciste el seño – Estás muy linda con esa remera.
- Estoy re crota Pedro - y te mordiste el labio. No podías creer que le pareciera sinceramente que estabas sexy. Para otro en su lugar, hubieras pasado totalmente desapercibida. Pero cada día confirmabas más que Peter no era cualquiera.
- Sexy, atrevida, ella es PAULA – canturreó y vos te enrojecías mientras no podías parar de reírte. Él tironeó de tu mano y te atrajo hábilmente, sosteniéndote por la cintura con precisión. Vos no podías evitar que la sonrisa se mantuviera en tu rostro y se miraron fijamente a los ojos – Sos hermosa – y lo besaste por inercia, pero con absoluta voluntad. Peter te respondió con la misma dedicación y se perdieron por unos minutos en sus labios. Te sentías desbordar... ¿Te estabas enamorando?
Se despegaron con un último beso rápidamente, él se dirigió haciendo donde estaba instalado el aire con cara de concentración luego de besarte el dorso de la mano con dulzura.
Vos permaneciste parada cerca del sofá, observándolo repetir la misma secuencia: tocar algo del aparato, revisarlo, pararse y volver a hacer lo mismo. Frunciste el seño y te diste cuenta que Pedro sabía lo mismo que vos acerca de reparación de aires: absolutamente nada.
Comenzabas a ponerte nerviosa y preveías que en vez de arreglarlo iba a terminar de romperlo. Impaciente al ver como las gotas caían y caían sin parar, no pudiste más con tu genio.
- Suerte que sabías lo que estabas haciendo…
- Nunca te dije que era un experto – refutó con tranquilidad y vos resoplaste. Te volvía loca que fuera tan pasivo – Me parece que está tildado…
- No, ¿en serio? – dijiste irónica y él directamente te ignoró, mientras levantaba la tapa por doceava vez desde que entró al departamento. Revisaba quién sabe qué y en vez de calmarte, te alterabas más – Estás tocando cualquier cosa Pedro. El manual dice que cuando la luz de “in operation” titila intermitentemente hay que desconectar la fuente.
- ¿Y cuál es la fuente? – te preguntó dándose vuelta para quedar enfrentados. Revoleaste los ojos.
- Y no sé, sino no te hubiera llamado para que me ayudes – respondiste con obviedad y el negó con la cabeza contagiándose de tu irritación – Encima no para de gotear, que horror.
- Bueno Paula, para un poco – te dijo algo malhumorado y vos tomaste aire – Me estás poniendo nervioso a mí – y se rascó la sien pensativo. Acto seguido, se sacó la remera azul Francia que llevaba, estaba sumamente acalorado; comenzaba a sentir la falta de frescor en el ambiente.
Ahora, fuiste vos la que lo miró embobada. Qué descarado.
- Qué sexy el técnico eh… - lo cargaste para distender y él giró sobre si mismo en la silla en la que estaba parado para alcanzar con mayor facilidad el aire.
- Qué graciosa ja ja – respondió y vos te acercaste a donde estaba.
- Lo dije en serio… estás muy lindo así – volvió a darse vuelta esta vez sonriendo y se bajó para quedar a tu altura. Vos te mantuviste en tu postura, intentando que no note lo nerviosa que te habías puesto – Te digo que la situación da como para una fantasía… el técnico y la inquilina.
Oh oh, qué peligrosamente habías jugado. El sonrió y se acercó aún más.
- No te hagas la viva si después no vas a cumplir – y ahora estabas a dos centímetros de sus labios. Cómo le gustaba provocarte… pero vos no pensabas ceder. Ya habías dado un pie, ahora, que él se la jugara.
- Me parece que el que no se anima a cumplir sos vos – sentenciaste desafiándolo y él trago saliva. Se estaba poniendo interesante.
- Tenes razón, mejor trato de arreglar el aire – y se volvió hacia la silla dejándote totalmente pasmada. En tu mente se reprodujo un gran “¿qué carajos?” mientras atónita observabas la espalda de Pedro. No podía cortar todo ahí.
Pero en cuestión de segundos, mientras intentabas dilucidar qué había sucedido volvió a darse vuelta entre risas y tironeó de tu brazo para partirte la boca de un beso, que te tomó de sorpresa pero que no dudaste en seguir. Cada vez aumentaba más en intensidad e inconscientemente lo guiaste hacia el sofá, para acostarlo encima tuyo. Nunca habías experimentado tantas cosas en un período tan corto de tiempo. Menos que con un beso te sintieras… así. Porque no conocías palabras que te ayudaran a describir lo que sentías.
Acariciabas su espalda con dulzura mientras Peter tomaba posesión de tu cuello y sentías que nada te alcanzaba para transmitir la pasión contenida que albergabas. Sin embargo, cuando estabas a punto de perder lo último de cordura que te quedaba, el aire acondicionado expulsó estruendosamente un chorro importante de agua causando tu posterior sobresalto.
Pedro no pareció inmutarse, pero ya te habías desconcentrado y no podías parar de escuchar el ruido que producía el impacto de las gotas con la cacerola que habías puesto para que no se moje el piso de madera.
- Perdón, pero no puedo – dijiste con una mueca, apenada, y él te liberó – El ruido de las gotas me distrae mucho, no me puedo concentrar – y le diste un beso en la nariz antes de incorporarte. Sonrió, pero sabías que no era fan de la idea de cortar con lo que estaban por hacer. Vos tampoco, pero querías que fuera en las circunstancias perfectas y no considerabas que estas califiquen.
- Está bien gorda, no te preocupes – contestó tomándote de la mano y vos besaste su mejilla – el ruidito es bastante molesto – y vos reíste – ¿Y si cortamos la luz?
- ¿Vos decís?
- Probemos, no perdemos nada – reflexionó y vos asentiste, mientras le mostrabas donde estaba la caja de luz. La cortó y espero unos segundos antes de reactivarla, mientras suspirabas ansiosa. Cuando volvió la luz, corriste hasta el aire y te aliviaste al ver que ya no titilaba la luz de “in operation”. Y parecía hasta que goteaba menos.
- ¿Y?
- Creo que paró… pero el técnico va a tener que venir… mañana – anunciaste mientras le pasabas por al lado para dirigirte a tu habitación y cambiarte para salir… ya eran las 7 de la tarde – porque vos y yo tenemos mejores planes que quedarnos en casa – le susurraste al oído sensualmente y el sonrió mientras te veía caminar por el pasillo.
lunes, 26 de diciembre de 2011
Capítulo 23.
La habías citado a las 6 de la tarde, pero ella no podía y tuviste que acceder a interrumpir tu siesta a las 4, cosa que bajo otra circunstancia, no hubiera sido negociable.
“No quiero hablar esto por chat, vení mañana y hablamos” le habías dicho cortante. Digamos que habías sido bastante cordial y paciente.
El aire se mantenía prendido a 23 grados y estaba en la temperatura ideal; ideal para dormir. Refunfuñaste y te moviste en la cama, intentando encontrar una posición más cómoda. Sabías que si te dormías no ibas a escuchar el timbre… pero habías vuelto muy cansado de Ideas.
El chirrido te aturdió y con gran pesar, abandonaste el colchón sacudiendo tu pelo castaño. Atendiste y pediste a Jorge, el señor de seguridad que le abriera la puerta.
Sonaste tus dedos y te estiraste entre bostezos. Rezongaste hasta llegar a la puerta cuando sonó el timbre de la puerta; no estabas motivado.
- Pepe… - dijo sin saber como saludarte y vos le ahorraste la disyuntiva dejándole el camino libre para que pueda entrar – Tuviste suerte, el señor de abajo justo se estaba yendo a hacer unos trámites – comentó intentando sonar graciosa pero vos mantuviste la seriedad.
- Sentate Zai… - y le señalaste la mesa. No sabías muy bien como encarar la conversación y la verdad, seguías bastante enojado con ella.
- No sé como empezar... - y no eras el único desorientado en esa situación - Perdoname Pedro, se que pensás que de alguna manera te "traicione"...
- Vos estás poniendo ese rótulo - y Zaira solo te miraba a los ojos atentamente – Sí, sentí que no me respetaste. Bah, lo sigo sintiendo.
- ¿Y eso no es acaso peor? - inquirió y vos tragaste saliva y comenzabas a sentirte mal por tratarla con tanta indiferencia - No sé... No lo hice a propósito, me equivoque.
- No entiendo como te podés equivocar con esto, eras la que más me entendía en lo referente a este asunto y lo primero que hacés cuando ves a mi hermana es contarle que volvi a Buenos Aires - dijiste tenaz y ella exhaló mientras negaba lo que decías. La furia se escurría entre tus palabras, pero no era exactamente contra ella. Era más con vos mismo.
- Yo no le conté nada, fue un malentendido. Me la crucé y nos pusimos a hablar de cualquier cosa… Me dio a entender que hablaba de vos cuando se refirió al "nene" que por fin había vuelto a Argentina ¿Qué me iba a imaginar que hablaba de tu primo que recién llegado de Uruguay? - te increpó ya molesta con tus acusaciones y vos resoplaste.
- Por dios Zaira, ¿por qué no pensás un poquito? ¡Te parece que justo a ellos les voy a avisar que volvi! - dijiste elevando tu tono de voz y ella parecía más dolida que enojada.
- En ese momento no me di cuenta, estaba distraída... La embarre y no supe como arreglarla.
- Mira que bien… que fácil todo…vos si que sos una amiga eh...
- Podés reprocharme muchas cosas... ¿pero que no soy una buena amiga? – replicó con una claridad impactante y sólo atinaste a escuchar lo que tenía para decir - Estuve con vos en tus mejores y peores momentos; incluso cuando alejaste a todo el mundo por lo de tu mamá, te hice el aguante, en persona y a la distancia. Y si todo eso para vos no vale nada, entonces tendré que replantearme el concepto de amistad...
Te miró casi decepcionada y bajaste la cabeza, avergonzado. La simple mención de tu mamá había bastado para desequilibrarte por completo... Sabías que estabas siendo muy duro con Zaira; era más fácil echarle la culpa a ella que asumir que algún día ibas a tener que enfrentarlos. El enojo en realidad, era con vos mismo. Por ser miedoso y cobarde.
- Sos la mejor amiga que puedo tener – reflexionaste luego de varios minutos en los que la morocha permaneció sentada observándote. Hizo una media sonrisa y proseguiste – Perdoname por agarrarmela con vos, se que no lo hiciste a propósito… solo que no estaba preparado para que se enteren de mi vuelta – y ella te acariciaba el hombro, comprensiva.
- Lo sé… y se lo cabeza dura que te ponés a veces. Vas a estar todo bien Pepe – afirmo tiernamente y vos asentiste, poco convencido - Ya está arriba, no seas tan autoexigente… aunque me quede con ganás de pegarte una buena trompada – y carcajeaste.
- A veces solo a veces… me das ternura – y la abrazaste de costado.
- Me encantaría seguir con este momento emotivo, pero me tengo que ir ya…
- Buenísimo, así continuo con mi siestona – y ella palmeó tu espalda mientras cruzaba su cartera para colgársela tras reir por tu expresión. Vos te acercaste para abrirle la puerta y cuando lo hiciste, te detuviste en el umbral y le entregaste tu llavero completo. Ella frunció el ceño, extrañada.
- ¿No vas a bajar a abrirme?
- Estoy muy cansado… con esta abrís abajo. Después mandame las llaves por el ascensor ¿si? – le dijiste con una sonrisa compradora y ella te miró boquiabierta. ¡Que hiciera uso del automático del ascensor!
- ¿Es joda? No podés ser tan vago Pedro – y tomó las llaves cuando comprendió que le hablabas muy en serio. Antes de irse, agregó – Si tu vida dependiera de moverte, que mal te veo.
Largaste una carcajada. No era la primera vez que escuchabas esa frase con tan poco sentido.
- Cómo se nota que sos amiga de Paula – le gritaste desde la otra punta del pasillo y ella sonrió confusa mientras desparecía al meterse en el elevador.
(Flashback)
El timbre interrumpió tus sueños y con los ojos entrecerrados te levantaste de la cama por poco en cámara lenta. Caminabas casi a ciegas y en un estado que describirías como el de un zombie. Ni miraste el reloj, pero estabas seguro que era muy temprano.
No te gastaste en preguntar quién estaba del otro lado de la puerta… poco a poco tu mente se iba despertando y te recordó que Paula iba a pasar a la media mañana para buscarte y pasear por el Soho. Pero no era la media mañana ni el mediodía; o eso creías.
Abriste.
- ¿Qué hacés tan temprano? Me dijiste que ibas a venir tipo 10 - murmuraste refregándote los ojos y dejándola pasar. Estaba completamente emponchada y con la nariz rosada por el frío; la temperatura debía estar bajísima afuera. La imagen te causó mucha ternura y no pudiste evitar sonreír. Ella te miraba entre anonadada y ofendida.
- Son las 10 y media Pedro… - contestó algo molesta mientras se quitaba su gorro color negro y vos la tomabas por la cintura, suavemente. A pesar de su malestar, colocó los brazos sobre tus hombros, aunque seguía mirándote algo exasperada – Qué recibimiento eh – dijo irónica y vos besaste su cuello en compensación. Su sonrisa hizo aparición por inercia.
- Perdón gorda, recién me levanto de la cama – explicaste mirándola a los ojos y ella te dio un tímido beso en la punta de la nariz, recobrando el buen humor. Le sonreíste; amabas la trasparencia de su mirada.
- Me di cuenta, tenés la almohada pegada a la cara –despeinaste tu cabello y bostezaste haciendo que tus ojos se bañen de lágrimas – Igual me gustas así dormidito – y te dio un tierno beso en el cachete. Volvieron a mirarse y respondiste a sus palabras con un dulce beso en los labios. A vos también te gustaba ella… siempre.
Tomaste su mano para adentrarse en el living y te separaste para sentarte en el sofá viejo azul que tenías. Ella comenzó a sacarse todos los abrigos que tenía y cuando terminó, vos ya te habías acostado cómodamente ocupando todo el espacio. Te miró con una ceja levantada y mordió su labio inferior. Ese hábito te parecía sumamente sexy.
- Pedro, dale – y vos tenías demasiado sueño como para abandonar el sofá. Tenías un mejor plan para proponerle… pasar todo el día en la cama – ¡Nene! – y te tiró un almohadón para que reacciones y murmuraste un “ouch” al recibir el contacto del mismo en tu cara – Si tu vida dependiera de moverte, te veo muy mal.
- ¡Qué agresiva! – y Paula te miró desafiante; sabías que no dudaría en lanzarte otro almohadón con el tripe de violencia para que te levantes y te alistes para salir – Me estoy moviendo me estoy moviendo.
Sonrió victoriosa al ver que te levantabas y le robaste un beso que ella respondió efusivamente, en el camino a tu habitación. Cambiarse para salir con 15 grados bajo cero afuera valía solo la pena si en el plan estaba incluida Paula.
(Fin flashback)
Ya con el llavero en la mano, luego de que Zaira te lo subiera a través del ascensor, entraste a tu casa con lentitud; el sueño rápidamente estaba haciendo aparición otra vez y vos pensabas aprovecharlo al máximo.
Revoleaste el llavero con elegancia sobre el cenicero y te tiraste sobre el sommier una vez que llegaste a tu habitación. Sonreíste; hoy ibas a soñar con ella.
“No quiero hablar esto por chat, vení mañana y hablamos” le habías dicho cortante. Digamos que habías sido bastante cordial y paciente.
El aire se mantenía prendido a 23 grados y estaba en la temperatura ideal; ideal para dormir. Refunfuñaste y te moviste en la cama, intentando encontrar una posición más cómoda. Sabías que si te dormías no ibas a escuchar el timbre… pero habías vuelto muy cansado de Ideas.
El chirrido te aturdió y con gran pesar, abandonaste el colchón sacudiendo tu pelo castaño. Atendiste y pediste a Jorge, el señor de seguridad que le abriera la puerta.
Sonaste tus dedos y te estiraste entre bostezos. Rezongaste hasta llegar a la puerta cuando sonó el timbre de la puerta; no estabas motivado.
- Pepe… - dijo sin saber como saludarte y vos le ahorraste la disyuntiva dejándole el camino libre para que pueda entrar – Tuviste suerte, el señor de abajo justo se estaba yendo a hacer unos trámites – comentó intentando sonar graciosa pero vos mantuviste la seriedad.
- Sentate Zai… - y le señalaste la mesa. No sabías muy bien como encarar la conversación y la verdad, seguías bastante enojado con ella.
- No sé como empezar... - y no eras el único desorientado en esa situación - Perdoname Pedro, se que pensás que de alguna manera te "traicione"...
- Vos estás poniendo ese rótulo - y Zaira solo te miraba a los ojos atentamente – Sí, sentí que no me respetaste. Bah, lo sigo sintiendo.
- ¿Y eso no es acaso peor? - inquirió y vos tragaste saliva y comenzabas a sentirte mal por tratarla con tanta indiferencia - No sé... No lo hice a propósito, me equivoque.
- No entiendo como te podés equivocar con esto, eras la que más me entendía en lo referente a este asunto y lo primero que hacés cuando ves a mi hermana es contarle que volvi a Buenos Aires - dijiste tenaz y ella exhaló mientras negaba lo que decías. La furia se escurría entre tus palabras, pero no era exactamente contra ella. Era más con vos mismo.
- Yo no le conté nada, fue un malentendido. Me la crucé y nos pusimos a hablar de cualquier cosa… Me dio a entender que hablaba de vos cuando se refirió al "nene" que por fin había vuelto a Argentina ¿Qué me iba a imaginar que hablaba de tu primo que recién llegado de Uruguay? - te increpó ya molesta con tus acusaciones y vos resoplaste.
- Por dios Zaira, ¿por qué no pensás un poquito? ¡Te parece que justo a ellos les voy a avisar que volvi! - dijiste elevando tu tono de voz y ella parecía más dolida que enojada.
- En ese momento no me di cuenta, estaba distraída... La embarre y no supe como arreglarla.
- Mira que bien… que fácil todo…vos si que sos una amiga eh...
- Podés reprocharme muchas cosas... ¿pero que no soy una buena amiga? – replicó con una claridad impactante y sólo atinaste a escuchar lo que tenía para decir - Estuve con vos en tus mejores y peores momentos; incluso cuando alejaste a todo el mundo por lo de tu mamá, te hice el aguante, en persona y a la distancia. Y si todo eso para vos no vale nada, entonces tendré que replantearme el concepto de amistad...
Te miró casi decepcionada y bajaste la cabeza, avergonzado. La simple mención de tu mamá había bastado para desequilibrarte por completo... Sabías que estabas siendo muy duro con Zaira; era más fácil echarle la culpa a ella que asumir que algún día ibas a tener que enfrentarlos. El enojo en realidad, era con vos mismo. Por ser miedoso y cobarde.
- Sos la mejor amiga que puedo tener – reflexionaste luego de varios minutos en los que la morocha permaneció sentada observándote. Hizo una media sonrisa y proseguiste – Perdoname por agarrarmela con vos, se que no lo hiciste a propósito… solo que no estaba preparado para que se enteren de mi vuelta – y ella te acariciaba el hombro, comprensiva.
- Lo sé… y se lo cabeza dura que te ponés a veces. Vas a estar todo bien Pepe – afirmo tiernamente y vos asentiste, poco convencido - Ya está arriba, no seas tan autoexigente… aunque me quede con ganás de pegarte una buena trompada – y carcajeaste.
- A veces solo a veces… me das ternura – y la abrazaste de costado.
- Me encantaría seguir con este momento emotivo, pero me tengo que ir ya…
- Buenísimo, así continuo con mi siestona – y ella palmeó tu espalda mientras cruzaba su cartera para colgársela tras reir por tu expresión. Vos te acercaste para abrirle la puerta y cuando lo hiciste, te detuviste en el umbral y le entregaste tu llavero completo. Ella frunció el ceño, extrañada.
- ¿No vas a bajar a abrirme?
- Estoy muy cansado… con esta abrís abajo. Después mandame las llaves por el ascensor ¿si? – le dijiste con una sonrisa compradora y ella te miró boquiabierta. ¡Que hiciera uso del automático del ascensor!
- ¿Es joda? No podés ser tan vago Pedro – y tomó las llaves cuando comprendió que le hablabas muy en serio. Antes de irse, agregó – Si tu vida dependiera de moverte, que mal te veo.
Largaste una carcajada. No era la primera vez que escuchabas esa frase con tan poco sentido.
- Cómo se nota que sos amiga de Paula – le gritaste desde la otra punta del pasillo y ella sonrió confusa mientras desparecía al meterse en el elevador.
(Flashback)
El timbre interrumpió tus sueños y con los ojos entrecerrados te levantaste de la cama por poco en cámara lenta. Caminabas casi a ciegas y en un estado que describirías como el de un zombie. Ni miraste el reloj, pero estabas seguro que era muy temprano.
No te gastaste en preguntar quién estaba del otro lado de la puerta… poco a poco tu mente se iba despertando y te recordó que Paula iba a pasar a la media mañana para buscarte y pasear por el Soho. Pero no era la media mañana ni el mediodía; o eso creías.
Abriste.
- ¿Qué hacés tan temprano? Me dijiste que ibas a venir tipo 10 - murmuraste refregándote los ojos y dejándola pasar. Estaba completamente emponchada y con la nariz rosada por el frío; la temperatura debía estar bajísima afuera. La imagen te causó mucha ternura y no pudiste evitar sonreír. Ella te miraba entre anonadada y ofendida.
- Son las 10 y media Pedro… - contestó algo molesta mientras se quitaba su gorro color negro y vos la tomabas por la cintura, suavemente. A pesar de su malestar, colocó los brazos sobre tus hombros, aunque seguía mirándote algo exasperada – Qué recibimiento eh – dijo irónica y vos besaste su cuello en compensación. Su sonrisa hizo aparición por inercia.
- Perdón gorda, recién me levanto de la cama – explicaste mirándola a los ojos y ella te dio un tímido beso en la punta de la nariz, recobrando el buen humor. Le sonreíste; amabas la trasparencia de su mirada.
- Me di cuenta, tenés la almohada pegada a la cara –despeinaste tu cabello y bostezaste haciendo que tus ojos se bañen de lágrimas – Igual me gustas así dormidito – y te dio un tierno beso en el cachete. Volvieron a mirarse y respondiste a sus palabras con un dulce beso en los labios. A vos también te gustaba ella… siempre.
Tomaste su mano para adentrarse en el living y te separaste para sentarte en el sofá viejo azul que tenías. Ella comenzó a sacarse todos los abrigos que tenía y cuando terminó, vos ya te habías acostado cómodamente ocupando todo el espacio. Te miró con una ceja levantada y mordió su labio inferior. Ese hábito te parecía sumamente sexy.
- Pedro, dale – y vos tenías demasiado sueño como para abandonar el sofá. Tenías un mejor plan para proponerle… pasar todo el día en la cama – ¡Nene! – y te tiró un almohadón para que reacciones y murmuraste un “ouch” al recibir el contacto del mismo en tu cara – Si tu vida dependiera de moverte, te veo muy mal.
- ¡Qué agresiva! – y Paula te miró desafiante; sabías que no dudaría en lanzarte otro almohadón con el tripe de violencia para que te levantes y te alistes para salir – Me estoy moviendo me estoy moviendo.
Sonrió victoriosa al ver que te levantabas y le robaste un beso que ella respondió efusivamente, en el camino a tu habitación. Cambiarse para salir con 15 grados bajo cero afuera valía solo la pena si en el plan estaba incluida Paula.
(Fin flashback)
Ya con el llavero en la mano, luego de que Zaira te lo subiera a través del ascensor, entraste a tu casa con lentitud; el sueño rápidamente estaba haciendo aparición otra vez y vos pensabas aprovecharlo al máximo.
Revoleaste el llavero con elegancia sobre el cenicero y te tiraste sobre el sommier una vez que llegaste a tu habitación. Sonreíste; hoy ibas a soñar con ella.
Capítulo 22.
Agarraste el tarro del capuchino instantáneo de Cabrales y depositaste en dos tazas las 2 cucharadas soperas correspondientes para su preparación.
Tenías granos de café colombiano pero te daba mucha fiaca prepararlo. Por eso y porque quizás, eras pésima en la cocina.
Eliminemos el quizás, lo eras.
Gonzalo te esperaba en la sala y no sabías que más inventar para dilatar el tema en cuestión. Una vez preparados los dos cafés, volviste al living y depositaste la bandeja donde los habías colocado en la mesa de roble con exagerada lentitud.
- Paula, basta. Desde que llegué que no parás de hacer cosas o inventarte algunas para no sentarte a charlar conmigo - hiciste una mueca a modo de disculpa y casi haciéndote la inocente; tu hermano continuó algo irritado - No entiendo para que me llamas para hablar, si terminas dando vueltas y vueltas.
- Está bien, tenés razón en molestarte... Estoy insoportable - reconociste. Ni vos te aguantabas con ese grado de ciclotimia - Voy a sincerarme... No puedo creer ser la última en enterarse ¡Que vos no me hayas dicho nada!
- Te recuerdo, que vos explícitamente me pediste que no te nombre a papá ni nada relacionado con él.
- ¡Igual Gonzalo! Esto no es una pavada, mínimo tenías que avisarme - y él revoleó los ojos, vos lo ignoraste para continuar con tu descargo - Y ya que sabés tanto ¿por qué no me llamó por teléfono para invitarme?
- Estas intratable pendeja - dijo molesto y vos lo fulminaste con la mirada. Odiabas que te diga así cuando eras 3 años más grande que él - Que se yo por qué no te llamó, ¡deja de ponerme en el medio y ser tan cagona y averiguá!
Te helaste en el instante que tus oídos escucharon sus palabras. La verdad de tu hermano te cayó como un baldazo de agua fría y poco a poco tus ojos se bañaron en lágrimas en consecuencia. Estaba tan acertado que te descolocaba.
- Perdoname Pochi, se que esto es difícil para vos - murmuró arrepentido tomándote la mano derecha, sacándola de tu regazo. Te dejaste - Pero imaginate lo que es para mí...
- Lo sé... Aunque me duela, tengo que aceptar que las cosas no van a ser como quiero - y las lágrimas involuntariamente resbalaban por tus mejillas. Eras incapaz de contenerlas más tiempo - Estuve enojada y decepcionada tanto tiempo que terminé consumiéndome... Estoy lista para hablar e intentar reconstruir lo que perdimos con papá. Hay cosas que no voy a entender nunca, pero voy a poner lo mejor de mi porque me lo debo a mi misma...
- Y es lo más inteligente y sano que podés hacer... No podés mantener ese enojo por tanto tiempo - vos asentiste, secando con las palmas de tu única mano libre tus pómulos.
- Supongo que voy a ir al compromiso... Y con la buena suerte que tengo me lo voy a cruzar a Ezequiel ni bien empiece el evento - comentaste preocupada y Gonzalo apretó tu mano. Exhalaste entrecortadamente.
- Yo puedo tratar de mantenerlo lo más lejos posible... En serio – propuso tu hermano y vos moviste tu cabeza lado a lado negativamente - Capaz ni se aparece, creo que tiene un evento de los aviones o algo de eso.
- Es el compromiso de Claudia ¿crees que se lo va a perder? – él hizo una mueca y vos levantaste las cejas, remarcando la obviedad - Y menos sabiendo que estoy invitada... Va a ser inevitable el encuentro. Solo espero que sea lo menos tortuoso posible - reflexionaste dando un suspiro final. Enfrentar a tu papá involucraba tantas cosas... La cola que traía adjunta el verlo era muy larga - Hey Gonza... ¿Podemos llevar acompañante no? - preguntaste intentando sonar desinteresada mientras le dabas otro giro a la conversación.
- Obvio... ¿A quien querés llevar? ¿Zaira? - inquirió repentinamente interesado y vos no pudiste evitar carcajear al ver el cambio notorio en sus facciones - ¡Ya sé! – y elevó el tono de su voz, emocionado por lo que el creía que era su descubrimiento - ¡Querés llevar al yanqui!
- Pedro se llama - corregiste rápidamente y tu hermano enarcó las cejas. Vos te mordiste el labio (definitivamente, algo tenías que hacer respecto a ese hábito), te habías delatado - Y no es yanqui, sabés que no me gusta el hombre extranjero... Es de acá, de zona sur si no me equivoco.
- Me imagino que no lo vas a llevar de damo de compañía... Y no me digas que no era él a quien querías invitar – y no, para que negarlo; te habías autodelatado. Escuchaste atentamente - ¿Qué onda?
- Al final sos más chusma que una mina... – y te sonrió orgulloso, porque había acertado en sus suposiciones - Si viene, lo llevaré en calidad de "nos estamos conociendo".
- Sos una versera, ¡si ya se conocen! - y le tiraste un almohadón. Él había estado el día del cumpleaños de Zaira, cuando ustedes nombraron al pasar su experiencia juntos de Nueva York.
- Es una forma de decir Gonzalooooooo – dijiste con molestia – Dejame ser – sentenciaste con una sonrisa y él tentado, casi escupe de la risa. Vos no podías evitar contagiarte.
El sonido de la puerta los interrumpió y ambos giraron la cabeza al ver a Zaira traspasar el umbral. Cabizbaja y casi en murmullos los saludo mientras se dirigía con gran velocidad a su habitación. Te levantaste extrañada y la seguiste.
Entraste a su habitación olvidandote de pedir permiso pero a ella no le molestó. No estaba llorando, pero la veías bastante… ofuscada.
- ¿Estás bien Zai? – preguntaste suavemente.
- Si –afirmó mientras dejaba su cartera sobre el acolchado blanco de su cama. Se dio vuelta para continuar – tuve un día medio complicado Pochi… Nada grave. Me saco este malhumor y voy con vos y Gonza. Andá mientras – y vos asentiste, poco segura.
Enfilaste hacia el pasillo pero te detuviste cuando llegaste a la mitad del mismo. Zaira estaba rara… Espiaste desde allí y la viste presionar las teclas rápidamente de su BlackBerry para luego tirarlo sobre la cama.
Seguiste el camino hacia el living, pensativa. Te estabas perdiendo de algo.
Tenías granos de café colombiano pero te daba mucha fiaca prepararlo. Por eso y porque quizás, eras pésima en la cocina.
Eliminemos el quizás, lo eras.
Gonzalo te esperaba en la sala y no sabías que más inventar para dilatar el tema en cuestión. Una vez preparados los dos cafés, volviste al living y depositaste la bandeja donde los habías colocado en la mesa de roble con exagerada lentitud.
- Paula, basta. Desde que llegué que no parás de hacer cosas o inventarte algunas para no sentarte a charlar conmigo - hiciste una mueca a modo de disculpa y casi haciéndote la inocente; tu hermano continuó algo irritado - No entiendo para que me llamas para hablar, si terminas dando vueltas y vueltas.
- Está bien, tenés razón en molestarte... Estoy insoportable - reconociste. Ni vos te aguantabas con ese grado de ciclotimia - Voy a sincerarme... No puedo creer ser la última en enterarse ¡Que vos no me hayas dicho nada!
- Te recuerdo, que vos explícitamente me pediste que no te nombre a papá ni nada relacionado con él.
- ¡Igual Gonzalo! Esto no es una pavada, mínimo tenías que avisarme - y él revoleó los ojos, vos lo ignoraste para continuar con tu descargo - Y ya que sabés tanto ¿por qué no me llamó por teléfono para invitarme?
- Estas intratable pendeja - dijo molesto y vos lo fulminaste con la mirada. Odiabas que te diga así cuando eras 3 años más grande que él - Que se yo por qué no te llamó, ¡deja de ponerme en el medio y ser tan cagona y averiguá!
Te helaste en el instante que tus oídos escucharon sus palabras. La verdad de tu hermano te cayó como un baldazo de agua fría y poco a poco tus ojos se bañaron en lágrimas en consecuencia. Estaba tan acertado que te descolocaba.
- Perdoname Pochi, se que esto es difícil para vos - murmuró arrepentido tomándote la mano derecha, sacándola de tu regazo. Te dejaste - Pero imaginate lo que es para mí...
- Lo sé... Aunque me duela, tengo que aceptar que las cosas no van a ser como quiero - y las lágrimas involuntariamente resbalaban por tus mejillas. Eras incapaz de contenerlas más tiempo - Estuve enojada y decepcionada tanto tiempo que terminé consumiéndome... Estoy lista para hablar e intentar reconstruir lo que perdimos con papá. Hay cosas que no voy a entender nunca, pero voy a poner lo mejor de mi porque me lo debo a mi misma...
- Y es lo más inteligente y sano que podés hacer... No podés mantener ese enojo por tanto tiempo - vos asentiste, secando con las palmas de tu única mano libre tus pómulos.
- Supongo que voy a ir al compromiso... Y con la buena suerte que tengo me lo voy a cruzar a Ezequiel ni bien empiece el evento - comentaste preocupada y Gonzalo apretó tu mano. Exhalaste entrecortadamente.
- Yo puedo tratar de mantenerlo lo más lejos posible... En serio – propuso tu hermano y vos moviste tu cabeza lado a lado negativamente - Capaz ni se aparece, creo que tiene un evento de los aviones o algo de eso.
- Es el compromiso de Claudia ¿crees que se lo va a perder? – él hizo una mueca y vos levantaste las cejas, remarcando la obviedad - Y menos sabiendo que estoy invitada... Va a ser inevitable el encuentro. Solo espero que sea lo menos tortuoso posible - reflexionaste dando un suspiro final. Enfrentar a tu papá involucraba tantas cosas... La cola que traía adjunta el verlo era muy larga - Hey Gonza... ¿Podemos llevar acompañante no? - preguntaste intentando sonar desinteresada mientras le dabas otro giro a la conversación.
- Obvio... ¿A quien querés llevar? ¿Zaira? - inquirió repentinamente interesado y vos no pudiste evitar carcajear al ver el cambio notorio en sus facciones - ¡Ya sé! – y elevó el tono de su voz, emocionado por lo que el creía que era su descubrimiento - ¡Querés llevar al yanqui!
- Pedro se llama - corregiste rápidamente y tu hermano enarcó las cejas. Vos te mordiste el labio (definitivamente, algo tenías que hacer respecto a ese hábito), te habías delatado - Y no es yanqui, sabés que no me gusta el hombre extranjero... Es de acá, de zona sur si no me equivoco.
- Me imagino que no lo vas a llevar de damo de compañía... Y no me digas que no era él a quien querías invitar – y no, para que negarlo; te habías autodelatado. Escuchaste atentamente - ¿Qué onda?
- Al final sos más chusma que una mina... – y te sonrió orgulloso, porque había acertado en sus suposiciones - Si viene, lo llevaré en calidad de "nos estamos conociendo".
- Sos una versera, ¡si ya se conocen! - y le tiraste un almohadón. Él había estado el día del cumpleaños de Zaira, cuando ustedes nombraron al pasar su experiencia juntos de Nueva York.
- Es una forma de decir Gonzalooooooo – dijiste con molestia – Dejame ser – sentenciaste con una sonrisa y él tentado, casi escupe de la risa. Vos no podías evitar contagiarte.
El sonido de la puerta los interrumpió y ambos giraron la cabeza al ver a Zaira traspasar el umbral. Cabizbaja y casi en murmullos los saludo mientras se dirigía con gran velocidad a su habitación. Te levantaste extrañada y la seguiste.
Entraste a su habitación olvidandote de pedir permiso pero a ella no le molestó. No estaba llorando, pero la veías bastante… ofuscada.
- ¿Estás bien Zai? – preguntaste suavemente.
- Si –afirmó mientras dejaba su cartera sobre el acolchado blanco de su cama. Se dio vuelta para continuar – tuve un día medio complicado Pochi… Nada grave. Me saco este malhumor y voy con vos y Gonza. Andá mientras – y vos asentiste, poco segura.
Enfilaste hacia el pasillo pero te detuviste cuando llegaste a la mitad del mismo. Zaira estaba rara… Espiaste desde allí y la viste presionar las teclas rápidamente de su BlackBerry para luego tirarlo sobre la cama.
Seguiste el camino hacia el living, pensativa. Te estabas perdiendo de algo.
domingo, 25 de diciembre de 2011
Capítulo 21.
Tamborileaste los dedos sobre la mesa, ansioso. Paula aún no había contestado a lo que respondiste pero por la “d” que se marcaba sabías que le había llegado tu contestación. Quizás estaba cambiándose o simplemente ocupada con otras cosas.
Los dedos seguían moviéndose al compás de tus pensamientos ¿Podías ponerte tan ansioso?
Hacía mucho que no te sentías tan vulnerable y te ponía un poco nervioso que a esta altura tu felicidad dependiera de un mensaje respondido de ella.
Decidiste distraerte y adelantar trabajo de producción para “La cocina del show” programa del que eras productor hacia una semana y media. Mientras cruzabas el living, te detuviste al observar un par de cajas que estaban juntando polvo en un rincón; allí guardabas todas las fotos de tu familia, recuerdos de la infancia y algunas cosas de tu ex facultad en Nueva York.
Las ignoraste y seguiste tu camino; así las mantenías desde lo acontecido: embaladas y guardadas. Tampoco habías avisado a tus familiares tu vuelta en Buenos Aires ahora que era definitiva… y no tenías planeado hacerlo. No te entendieron en su momento y menos iban a entenderte ahora así que preferías dejar las cosas así… inconclusas.
Tu vida social poco a poco iba tomando color y comenzabas a sentirte cómodo. Hernán iba a pasar a buscarte a la tarde; tenía organizado un partido de futbol con los compañeros del laburo de Capital y uno les había fallado. Hacía mucho que no jugabas… y llevar el 9 en la camiseta como cuando jugabas en las canchas del Pucará de Adrogué te tentaba muchísimo. Total, ninguno de ellos te conocía.
Abriste tu computadora pero no lograbas concentrarte de ninguna manera; tenías un presentimiento con Paula. No querías ser pesado, pero sin darte cuenta tenías el Torch en la mano y marcando su número.
No te atendió al primer tono... estabas a punto de cortar cuando la escuchaste entre sollozos del otro lado de la línea.
- ¿Pau? - preguntaste preocupado e hiciste silencio para obtener su respuesta.
- Peter…
- ¿Qué pasó? Estaba por ponerme a adelantar trabajo y algo me dijo que te tenía que llamar – dijiste sincero y Paula del otro lado de la línea se estremeció por la gran conexión que tenían. Suspiró mientras sentía como su piel se ponía de gallina, pero no emitió palabra – Pau, no me preguntes por qué… pero sentí que me necesitabas ¿Querés que vaya para allá?
- Por favor – y no te hizo falta más.
En menos de 15 minutos ya estabas tocando el timbre del departamento y la espera para que te abra se te hizo eterna. Una vez que la puerta desapareció ahí la viste; con los ojos hinchados y la nariz y mejillas rojas de tanto llorar.
La abrazaste efusivamente sin que te lo pidiera; verla así para vos era aniquilante. Cerraste la puerta como pudiste y te quedaste con Paula aprisionada a tu pecho unos largos minutos.
Cuando sentiste que su respiración se normalizaba, tomaste su cara con delicadeza y ternura. Sus ojos verdes denotaban decepción y angustia… ¿Quién la había lastimado tanto?
Las dudas te embargaban, pero lograr que se sienta mejor para vos era una prioridad. O una obligación. Chocaste tu frente con la suya.
- Descargate Pau… no te guardes nada.
Ella tomo aire y cerró los ojos; casi por inercia… tus manos, entrelazándolas. El contacto te hizo estremecer y la besaste dulcemente en la coronilla de su cabeza, intentado brindarle la seguridad que le faltaba.
- Problemas familiares – hipó y la miraste comprensivo, alentándola a continuar. ¿Quien más que vos para entender eso? - Mis papás están separados hace varios años y con mi papá – hizo una pausa – digamos que las cosas no terminaron bien. Entre él y yo, más que nada – limpiaste una lágrima que atravesaba su mejilla y ella te dio un tímido beso en la mano. No pudiste evitar sonreír – No lo veo hace mucho… y de la nada me manda una invitación a su fiesta de compromiso, de la cuál no tenía idea. Pensé que ya no me afectaba más lo que hiciera… pero se ve que solo era un deseo mío.
- Quizás es su manera de hacer las pases – sugeriste no muy seguro. La verdad, hablabas un poco desde la ignorancia - No sé que decirte Pau… Sólo que no seas tan dura con vos misma e intentes buscar algo positivo de todo esto. Se que cuesta…
- Dejá, no importa. Solo quiero que me abraces fuerte - y respondiste fielmente a su pedido. No te quedaba más que apoyarla.
Se trasladaron al sillón para estar más cómodos. Acariciabas su pelo con dedicación; era impresionante como su respiración pausada te transmitía tanta paz. De repente se incorporó, mucho más recuperada, quedando frente a frente.
- ¿Te diste cuenta lo conectados que estamos no?
- Miedo… - bromeaste y ella se mordió el labio recuperando la sonrisa. Vos le diste un beso en la mejilla.
- Sos un tarado… no se puede hablar en serio – y pusiste una cara de concentración que no hizo más que tentar a Paula - ¡Basta! Quiero decirte algo lindo y no me dejas.
- Linda sos vos – y ella jugueteaba con tu pelo.
- Es muy importante saber que estás ahí para mí… estas cosas me hacen quererte – confesó mirándote y diciéndote con la mirada lo que no decía con palabras. No te aguantaste y la besaste con todo el amor que tenías dentro, haciéndole saber que sus sentimientos eran mutuos.
- Y para mí no hay nada que valga más que me elijas para acompañarte – y te besó suavemente en los labios. De pronto recordaste algo – No quiero cortar el clima ni mucho menos, pero ¿vos no te tenés que ir?
- ¡Ay si Pedro! ¿Cómo no me avisás antes? – y levantaste los hombros inocentemente. Ella se evaporó de tu lado prácticamente y te quedaste parado sin saber qué hacer.
- ¿Querés que te acompañe? – preguntaste tímidamente desde el living. Ella volvió con rapidez desde la habitación, con su cartera negra, aparentemente lista para irse.
- Me encantaría – y exhalaste lentamente entre sonrisas. Te tomó por la cintura quedando a pocos centímetros de tu cuerpo y vos estabas seguro de que si continuaba tocándote no llegarían ni para la semana que viene a la producción – ¿Manejás vos así me maquillo en el camino?
- Por supuesto.
Una vez en el auto, tomaste el control del volante y te lanzaste al camino. Los nervios de Paula parecían incrementarse minuto a minuto y a vos te irritaba que te indique como manejar.
- Pedro, ¡anda más rápido! Si seguimos yendo a 20 no llego más… - te dijo impaciente y vos exhalaste con molestia. Odiabas que te mandoneen, vos tenías tus tiempos… y un poco de miedo a tantos autos también.
- Estoy yendo a la velocidad permitida Paula…
- Te ponés atrás de cada camión que hay, ¡estás manejando como un viejo! – y tu malhumor subía y subía. El de Paula también… hasta en eso sincronizaban – en colectivo llegaría más rápido.
- No entiendo porque seguís arriba del auto entonces – y ella te miro con odio. Vos la imitaste… cuando se ponía tan terca no la soportabas. Se dio vuelta casi dándote la espalda y dejo perder su mirada entre los autos que pasaban.
- Sigo arriba porque te recuerdo que el auto es mío – te respondió minutos después y disimulaste una sonrisa que casi se escapa de tus labios. Era insano que te pueda tanto.
Prendiste la radio sin pedir permiso, pero Paula no mostró signos de oposición. “Perros de la calle” se escuchaba en la metro y notaste como ella giró para prestar atención. El segmento “Da para darse” recién comenzaba y desde que llegaste, te reías todos los lunes al mediodía con sus transmisiones.
El primer llamado del día lo protagonizaba un hombre de unos 30 años (deducciones tuyas) que ansiaba levantarse a la administradora de su edificio. El locutor lo incentivó a que cuente un poco más su historia… y reías con los comentarios de Andy Kusnetzoff. Paula a tu lado se contenía, para darte a entender que seguía enojada.
Lo contactaron con la mujer y vos reías durante todo el proceso. Cuando después de varios derrapes y desentendidos lograron acordar una cita, rompiste en carcajadas al igual que la rubia a tu lado, que no pudo evitar sumarse a tus risas.
Y cuando rió, te olvidaste del malhumor y se te iluminó el mundo.
-¿Da para darse? – preguntaste divertido siguiendo el hilo del programa radial. Ella te sonrió volviéndote a mirar después de media hora de darse la espalda. Habías logrado cortar el ambiente de tensión que los envolvía.
- ¿Tenes alguna duda? - y aprovechó el semáforo para besarte dulcemente de improvisto. Las sorpresas con Paula nunca se terminaban. Y te encantaba.
- Si las aclaraciones van a ser así, planeo tener muchas dudas - y ella sonrió nuevamente. Poco tiempo después estacionaste el Citroen DS3 de Paula a una cuadra del estudio y apagaste el motor ni bien lo lograste. Salieron del auto y te acercaste a ella, entregándole las llaves.
- Gracias por traerme... Y bancarme - y asentiste abriendo los ojos de manera exagerada, gracioso. Ella mordió su labio por tercera vez - Igual manejas como un abuelo Pedro.
- Bueno bueno, se llama manejar con precaución - y Paula riendo te dio un beso en la mejilla.
- Te quiero y gracias, en serio. Me voy que se me hace tarde - y te besó rápidamente en los labios ¿Como podía ser que cada cosa con ella era absolutamente memorable? - Nos vemos, pronto - e hizo hincapié en la última palabra.
- Te quiero más chuequi - y comenzaste a caminar hacia la avenida, para tomarte un taxi.
Las vibraciones de tu celular fueron las que te bajaron a la realidad de un ondazo mientras buscabas el atado de cigarrillos. Zaira te estaba hablando en el BlackBerry Messenger.
"Creo que me mande una cagada"
Y creías adivinar a qué se refería.
Un saludito para las locaaaaaas lindas de Nanu, Shapi, Juli y Aishu genias de genias. Las ♥
Los dedos seguían moviéndose al compás de tus pensamientos ¿Podías ponerte tan ansioso?
Hacía mucho que no te sentías tan vulnerable y te ponía un poco nervioso que a esta altura tu felicidad dependiera de un mensaje respondido de ella.
Decidiste distraerte y adelantar trabajo de producción para “La cocina del show” programa del que eras productor hacia una semana y media. Mientras cruzabas el living, te detuviste al observar un par de cajas que estaban juntando polvo en un rincón; allí guardabas todas las fotos de tu familia, recuerdos de la infancia y algunas cosas de tu ex facultad en Nueva York.
Las ignoraste y seguiste tu camino; así las mantenías desde lo acontecido: embaladas y guardadas. Tampoco habías avisado a tus familiares tu vuelta en Buenos Aires ahora que era definitiva… y no tenías planeado hacerlo. No te entendieron en su momento y menos iban a entenderte ahora así que preferías dejar las cosas así… inconclusas.
Tu vida social poco a poco iba tomando color y comenzabas a sentirte cómodo. Hernán iba a pasar a buscarte a la tarde; tenía organizado un partido de futbol con los compañeros del laburo de Capital y uno les había fallado. Hacía mucho que no jugabas… y llevar el 9 en la camiseta como cuando jugabas en las canchas del Pucará de Adrogué te tentaba muchísimo. Total, ninguno de ellos te conocía.
Abriste tu computadora pero no lograbas concentrarte de ninguna manera; tenías un presentimiento con Paula. No querías ser pesado, pero sin darte cuenta tenías el Torch en la mano y marcando su número.
No te atendió al primer tono... estabas a punto de cortar cuando la escuchaste entre sollozos del otro lado de la línea.
- ¿Pau? - preguntaste preocupado e hiciste silencio para obtener su respuesta.
- Peter…
- ¿Qué pasó? Estaba por ponerme a adelantar trabajo y algo me dijo que te tenía que llamar – dijiste sincero y Paula del otro lado de la línea se estremeció por la gran conexión que tenían. Suspiró mientras sentía como su piel se ponía de gallina, pero no emitió palabra – Pau, no me preguntes por qué… pero sentí que me necesitabas ¿Querés que vaya para allá?
- Por favor – y no te hizo falta más.
En menos de 15 minutos ya estabas tocando el timbre del departamento y la espera para que te abra se te hizo eterna. Una vez que la puerta desapareció ahí la viste; con los ojos hinchados y la nariz y mejillas rojas de tanto llorar.
La abrazaste efusivamente sin que te lo pidiera; verla así para vos era aniquilante. Cerraste la puerta como pudiste y te quedaste con Paula aprisionada a tu pecho unos largos minutos.
Cuando sentiste que su respiración se normalizaba, tomaste su cara con delicadeza y ternura. Sus ojos verdes denotaban decepción y angustia… ¿Quién la había lastimado tanto?
Las dudas te embargaban, pero lograr que se sienta mejor para vos era una prioridad. O una obligación. Chocaste tu frente con la suya.
- Descargate Pau… no te guardes nada.
Ella tomo aire y cerró los ojos; casi por inercia… tus manos, entrelazándolas. El contacto te hizo estremecer y la besaste dulcemente en la coronilla de su cabeza, intentado brindarle la seguridad que le faltaba.
- Problemas familiares – hipó y la miraste comprensivo, alentándola a continuar. ¿Quien más que vos para entender eso? - Mis papás están separados hace varios años y con mi papá – hizo una pausa – digamos que las cosas no terminaron bien. Entre él y yo, más que nada – limpiaste una lágrima que atravesaba su mejilla y ella te dio un tímido beso en la mano. No pudiste evitar sonreír – No lo veo hace mucho… y de la nada me manda una invitación a su fiesta de compromiso, de la cuál no tenía idea. Pensé que ya no me afectaba más lo que hiciera… pero se ve que solo era un deseo mío.
- Quizás es su manera de hacer las pases – sugeriste no muy seguro. La verdad, hablabas un poco desde la ignorancia - No sé que decirte Pau… Sólo que no seas tan dura con vos misma e intentes buscar algo positivo de todo esto. Se que cuesta…
- Dejá, no importa. Solo quiero que me abraces fuerte - y respondiste fielmente a su pedido. No te quedaba más que apoyarla.
Se trasladaron al sillón para estar más cómodos. Acariciabas su pelo con dedicación; era impresionante como su respiración pausada te transmitía tanta paz. De repente se incorporó, mucho más recuperada, quedando frente a frente.
- ¿Te diste cuenta lo conectados que estamos no?
- Miedo… - bromeaste y ella se mordió el labio recuperando la sonrisa. Vos le diste un beso en la mejilla.
- Sos un tarado… no se puede hablar en serio – y pusiste una cara de concentración que no hizo más que tentar a Paula - ¡Basta! Quiero decirte algo lindo y no me dejas.
- Linda sos vos – y ella jugueteaba con tu pelo.
- Es muy importante saber que estás ahí para mí… estas cosas me hacen quererte – confesó mirándote y diciéndote con la mirada lo que no decía con palabras. No te aguantaste y la besaste con todo el amor que tenías dentro, haciéndole saber que sus sentimientos eran mutuos.
- Y para mí no hay nada que valga más que me elijas para acompañarte – y te besó suavemente en los labios. De pronto recordaste algo – No quiero cortar el clima ni mucho menos, pero ¿vos no te tenés que ir?
- ¡Ay si Pedro! ¿Cómo no me avisás antes? – y levantaste los hombros inocentemente. Ella se evaporó de tu lado prácticamente y te quedaste parado sin saber qué hacer.
- ¿Querés que te acompañe? – preguntaste tímidamente desde el living. Ella volvió con rapidez desde la habitación, con su cartera negra, aparentemente lista para irse.
- Me encantaría – y exhalaste lentamente entre sonrisas. Te tomó por la cintura quedando a pocos centímetros de tu cuerpo y vos estabas seguro de que si continuaba tocándote no llegarían ni para la semana que viene a la producción – ¿Manejás vos así me maquillo en el camino?
- Por supuesto.
Una vez en el auto, tomaste el control del volante y te lanzaste al camino. Los nervios de Paula parecían incrementarse minuto a minuto y a vos te irritaba que te indique como manejar.
- Pedro, ¡anda más rápido! Si seguimos yendo a 20 no llego más… - te dijo impaciente y vos exhalaste con molestia. Odiabas que te mandoneen, vos tenías tus tiempos… y un poco de miedo a tantos autos también.
- Estoy yendo a la velocidad permitida Paula…
- Te ponés atrás de cada camión que hay, ¡estás manejando como un viejo! – y tu malhumor subía y subía. El de Paula también… hasta en eso sincronizaban – en colectivo llegaría más rápido.
- No entiendo porque seguís arriba del auto entonces – y ella te miro con odio. Vos la imitaste… cuando se ponía tan terca no la soportabas. Se dio vuelta casi dándote la espalda y dejo perder su mirada entre los autos que pasaban.
- Sigo arriba porque te recuerdo que el auto es mío – te respondió minutos después y disimulaste una sonrisa que casi se escapa de tus labios. Era insano que te pueda tanto.
Prendiste la radio sin pedir permiso, pero Paula no mostró signos de oposición. “Perros de la calle” se escuchaba en la metro y notaste como ella giró para prestar atención. El segmento “Da para darse” recién comenzaba y desde que llegaste, te reías todos los lunes al mediodía con sus transmisiones.
El primer llamado del día lo protagonizaba un hombre de unos 30 años (deducciones tuyas) que ansiaba levantarse a la administradora de su edificio. El locutor lo incentivó a que cuente un poco más su historia… y reías con los comentarios de Andy Kusnetzoff. Paula a tu lado se contenía, para darte a entender que seguía enojada.
Lo contactaron con la mujer y vos reías durante todo el proceso. Cuando después de varios derrapes y desentendidos lograron acordar una cita, rompiste en carcajadas al igual que la rubia a tu lado, que no pudo evitar sumarse a tus risas.
Y cuando rió, te olvidaste del malhumor y se te iluminó el mundo.
-¿Da para darse? – preguntaste divertido siguiendo el hilo del programa radial. Ella te sonrió volviéndote a mirar después de media hora de darse la espalda. Habías logrado cortar el ambiente de tensión que los envolvía.
- ¿Tenes alguna duda? - y aprovechó el semáforo para besarte dulcemente de improvisto. Las sorpresas con Paula nunca se terminaban. Y te encantaba.
- Si las aclaraciones van a ser así, planeo tener muchas dudas - y ella sonrió nuevamente. Poco tiempo después estacionaste el Citroen DS3 de Paula a una cuadra del estudio y apagaste el motor ni bien lo lograste. Salieron del auto y te acercaste a ella, entregándole las llaves.
- Gracias por traerme... Y bancarme - y asentiste abriendo los ojos de manera exagerada, gracioso. Ella mordió su labio por tercera vez - Igual manejas como un abuelo Pedro.
- Bueno bueno, se llama manejar con precaución - y Paula riendo te dio un beso en la mejilla.
- Te quiero y gracias, en serio. Me voy que se me hace tarde - y te besó rápidamente en los labios ¿Como podía ser que cada cosa con ella era absolutamente memorable? - Nos vemos, pronto - e hizo hincapié en la última palabra.
- Te quiero más chuequi - y comenzaste a caminar hacia la avenida, para tomarte un taxi.
Las vibraciones de tu celular fueron las que te bajaron a la realidad de un ondazo mientras buscabas el atado de cigarrillos. Zaira te estaba hablando en el BlackBerry Messenger.
"Creo que me mande una cagada"
Y creías adivinar a qué se refería.
Un saludito para las locaaaaaas lindas de Nanu, Shapi, Juli y Aishu genias de genias. Las ♥
viernes, 23 de diciembre de 2011
Capítulo 20.
Caminabas pisando las líneas de las baldosas inconscientemente. Perdiste la cuenta de cuántas habías caminado hacía rato.
La razón: tenías la mente en blanco; el culpable: Pedro Alfonso.
Contabas con los dedos de una misma mano la cantidad de gente y de autos que había en la calle; estaba desierta. Lunes feriado a las 9 de la mañana, imposible esperar otra cosa… más en las Cañitas, donde la población era limitada y escapaba los fines de semana.
En diez minutos llegaste a tu departamento y ni te acordabas como hiciste para abrir la puerta. Estabas como flotando.
Te desplomaste en el sofá con una sonrisa que llevabas estampada en la cara desde que saliste del departamento de Pedro. Error…probablemente, la tenías desde que te despertaste a su lado.
Eran tantos los sentimientos que confluían en tu interior que te abrumaban. Sin embargo, la felicidad que sentías te hacía dar cuenta que tus sentimientos eran los más puros que alguna vez pudiste sentir.
“Veo las cosas como son” ♫ y el tono de aviso de mensajes de tu BlackBerry te sacó de ese estado de ensueño en el que estabas. Lo desbloqueaste y leíste.
“Hubiera preferido que me despiertes antes de irte, pero con esta nota que me dejaste perdono cualquier abandono… Sos hermosa y quizás extrañarte tanto sea bueno para el próximo truco… Quiero mi revancha”
No podías sonreír porque de hecho ya lo estabas haciendo… pero hiciste lo posible por ampliar tus comisuras aún más. Explotabas de emoción.
(Flashback)
Dividió el mazo en dos partes y las entrelazó, entretejiendo las cartas. Una vez mezcladas, te dio para que cortaras. Lo hiciste con rapidez.
Él te miró, canchero, levantando las cejas; vos sonreíste de costado. Se estaba poniendo interesante.
Ya con las tres cartas en mano, te permitiste unos minutos para planear como jugar. Tiraste un 12 de basto y Pedro te empardó con un 12 de espadas. Frunciste el ceño.
Pones sobre la mesa lo más alto que tenías, pero su 1 de basto superaba a tu 3 de oro.
- Oops... - te dijo Peter cargándote mientras sonreía.
- Deci dónde- dijiste cortante. Odiabas perder.
- Cuello - sentenció orgulloso y vos hiciste un esfuerzo para no sonreír.
Estaban jugando en el piso, para que no sea tan incómodo tener que moverse para cumplir la "prenda" así que te acercaste sensualmente como sabías. Provocarlo te encantaba.
Lentamente alcanzaste su cuello y aspiraste el aroma que se desprendía del mismo; amabas su perfume. Sonreíste al escuchar su respiración agitada.
Besaste el lugar indicado con una mezcla de dulzura y pasión y volviste a tu lugar, agarrando las cartas mientras de reojo veías a Pedro sonreír.
- Me parece que vas a terminar siendo mi esclava hoy - comentó refiriéndose al juego y vos reíste irónicamente.
- No te hagas el canchero, ya vamos a ver quién termina siendo siervo de quien - y luego de mezclar, entregaste las tres cartas que le correspondían. Eras competitiva a morir y jugar con Pedro era... pasional.
Le tocaba jugar y luego de acomodar en un abanico las cartas que le habían tocado, te cantó envido.
- Envido– respondiste segura imitándolo y él hizo una mueca. “Me voy al mazo” murmuró luego de apoyar las cartas con recelo y vos reíste cargándolo. Estaba mintiendo y lo habías descubierto.
- Te estoy dando un poco de ventaja – te dijo mientras se desordenaba el pelo con desinterés. “Qué crueldad” pensaste e intentaste mantener tu grado de concentración.
- Sh… A ver a ver... Quiero un beso en la nariz. Para empezar.
Se acercó con seguridad y besó tu nariz tan tiernamente que te quedaste sin aire. Sentiste como comenzabas a ruborizarte y le pasaste las cartas, para que no se diera cuenta.
Vos eras mano ahora y luego de analizar rápidamente lo que tenías pusiste un 4 donde acto seguido él dejó un 5. Por ganarle a tu humilde carta, tiró un 7 de oro, triunfador y tuviste ganas de trompearle la cara. Te cantó truco y vos aceptaste, haciendo que recobre la seriedad.
- Quiero retruco - anunciaste luego de tirar un ancho de espadas. Él se mantuvo pensativo por unos segundos.
- Quiero - respondió, seguro de que mentías, pero su sonrisa de suficiencia se desdibujo al ver que ponías sobre el rejunte de cartas otro ancho.
- A mi me mejilla le hace falta un beso… - y te tocaste el cachete derecho. Peter nuevamente se inclinó y te dio un sentido beso en la mejilla, luego de clavar sus ojos en los tuyos descaradamente.
Volviste a tomar el mazo y lo mezclaste torpemente. Pedro te ponía entre nerviosa y atontada.
- Falta envido – arriesgó y vos te mordiste el labio, pensativa. Estaba jugando con fuego y vos también.
- ¿Con vos es a todo o nada no? – preguntaste y él sonrió – Entonces quiero.
- 31 en mesa – y apoyo un 5 y un 6 de copas en el piso.
- 33 son mejores.
El frunció el ceño y rápidamente revisó tus cartas. No podía ser tan chiquilín para jugar y vos no podías estar tan contenta por reclamar tus “puntos”.
- Comisura - dijiste sin molestarte en ocultar tu sonrisa y él ofuscado por haber perdido tres manos seguidas, se sentó a tu lado.
Lentamente se acercó a tus labios y te estremeciste. El también estaba nervioso; era la segunda vez que estaban tan cerca desde que volvió de Nueva York.
Sin embargo, no se hizo desear mucho tiempo y besó la comisura de tu boca con tanta ternura que te dejó helada.
Se separó tan solo unos centímetros para quedar enfrentados. No podías sacar los ojos de sus labios. Avanzaste y posaste una mano en su cabeza, acariciando su pelo castaño. Él cerró sus ojos ante el contacto y se acercó aún más.
Cuando los abrió, se encontró con los tuyos verdes, ansiosos por lo que sucedería a continuación. Te sonrió e impacto en tu boca, besándote como no lo hacían hace tres años… con dulzura, con pasión, con simpleza. Con amor.
(Fin flashback)
Entraste al bbm para responderle y de lo atolondrada que estabas, escribiste cualquier cosa. Borraste y con más calma, enviaste lo que deseabas.
"¿Por qué me mandaste un mensaje en vez de hablarme por acá? Jaja"
Peter no se hizo desear.
"Quise hacerlo más teatral... Jaja"
Sonreíste. Definitivamente había logrado el efecto.
"Lo lograste... Te pido perdón de nuevo, tengo una producción a las 10 en Recoleta y se me hacia tarde. Igual me costó irme... Sos muy lindo durmiendo"
(Flashback)
Te habías despertado a las 8 de la mañana por la alarma de tu celular; Otro tema de Soda Stereo musicalizando momentos. Refunfuñaste mientras alcanzabas el teléfono y descartabas la alarma.
Pedro dormía con una respiración pausada y silenciosa, casi pegado a tu cuerpo. La paz que te transmitía era indescriptible.
Acariciaste tierna y suavemente su rostro pero él ni se inmutó. Estaba profundamente dormido.
Intentando hacer el menor ruido posible, te levantaste de la cama y te dirigiste con tu ropa al baño, para ponerte tu vestido de ayer y quitarte la remera de la "NYU" de Pedro.
Te desesperaste al recordar que no tenías llaves, ¿cómo se suponía que entrarías a tu casa a buscar las cosas que necesitabas?
Tomaste tu cartera, sin todavía saber qué hacer cuando tu mente se iluminó: la hermana de Zaira se había dejado su juego del depto en tu auto hacía una semana y nunca las había buscado.
Volviste a la habitación y agarraste el primer papel y birome que encontraste. Entre sonrisas escribiste una nota y la dejaste en la mesita de luz de pino. Besaste a Peter en la mejilla con dulzura y abandonaste el 7 “B” rogando que el señor de seguridad te abriera la puerta de entrada.
(Fin flashback)
“¿Si? Vos sos linda siempre... Igual me vas a tener que compensar eh... Esto va aparte de la revancha Jaja”
Y como querías jugar una revancha.
"¡Cómo te gusta perder! Jaja. Está bien, acepto ¡Ah! Tengo tu remera... Me la lleve para tener algo tuyo y extrañarte menos. Y además así tengo la excusa para verte otra vez"
"Vos no necesitás excusas para vernos... Siempre quiero verte"
Te mordiste el labio. Pedro te volaba la cabeza y más cuando decía estas cosas, de esa manera tan sentida. Sabías que era sincero y la seguridad que te transmitía era justo lo que necesitabas después de tantos golpes.
Un sobre se deslizó a través de la puerta y atrajo tu atención al instante. Frunciste el ceño extrañada pero igualmente te levantaste para tomarlo. Quizás era alguna factura de luz o las expensas del departamento.
Te acercaste al sofá y te sentaste aún sin leer de dónde provenía. Estaba a tu nombre y la caligrafía la conocías... Inconfundible. Diste vuelta el sobre y confirmaste tus sospechas.
Estabas como con delay… tenías miedo de abrirlo aunque sabías que era una idiotez atómica. Lo rompiste con cuidado y sobre tu regazo cayó una invitación.
Las manos comenzaron a temblarte y se resbaló la tarjeta de las mismas. La vista se te volvió nublosa por la cantidad de lágrimas que se acumularon, deseosas por recorrer tu rostro. Ya no escuchabas el ruido del celular ni las agujas del reloj. Simplemente te desplomaste en el suelo… dejándote llorar en silencio.
AAAAAAAAA por el amor de jebús me olvide de dedicarselo enteramente a Dani, sin ella jamás hubiera sacado las partidas de truco jajajajajaj. Nuni love! ♥
La razón: tenías la mente en blanco; el culpable: Pedro Alfonso.
Contabas con los dedos de una misma mano la cantidad de gente y de autos que había en la calle; estaba desierta. Lunes feriado a las 9 de la mañana, imposible esperar otra cosa… más en las Cañitas, donde la población era limitada y escapaba los fines de semana.
En diez minutos llegaste a tu departamento y ni te acordabas como hiciste para abrir la puerta. Estabas como flotando.
Te desplomaste en el sofá con una sonrisa que llevabas estampada en la cara desde que saliste del departamento de Pedro. Error…probablemente, la tenías desde que te despertaste a su lado.
Eran tantos los sentimientos que confluían en tu interior que te abrumaban. Sin embargo, la felicidad que sentías te hacía dar cuenta que tus sentimientos eran los más puros que alguna vez pudiste sentir.
“Veo las cosas como son” ♫ y el tono de aviso de mensajes de tu BlackBerry te sacó de ese estado de ensueño en el que estabas. Lo desbloqueaste y leíste.
“Hubiera preferido que me despiertes antes de irte, pero con esta nota que me dejaste perdono cualquier abandono… Sos hermosa y quizás extrañarte tanto sea bueno para el próximo truco… Quiero mi revancha”
No podías sonreír porque de hecho ya lo estabas haciendo… pero hiciste lo posible por ampliar tus comisuras aún más. Explotabas de emoción.
(Flashback)
Dividió el mazo en dos partes y las entrelazó, entretejiendo las cartas. Una vez mezcladas, te dio para que cortaras. Lo hiciste con rapidez.
Él te miró, canchero, levantando las cejas; vos sonreíste de costado. Se estaba poniendo interesante.
Ya con las tres cartas en mano, te permitiste unos minutos para planear como jugar. Tiraste un 12 de basto y Pedro te empardó con un 12 de espadas. Frunciste el ceño.
Pones sobre la mesa lo más alto que tenías, pero su 1 de basto superaba a tu 3 de oro.
- Oops... - te dijo Peter cargándote mientras sonreía.
- Deci dónde- dijiste cortante. Odiabas perder.
- Cuello - sentenció orgulloso y vos hiciste un esfuerzo para no sonreír.
Estaban jugando en el piso, para que no sea tan incómodo tener que moverse para cumplir la "prenda" así que te acercaste sensualmente como sabías. Provocarlo te encantaba.
Lentamente alcanzaste su cuello y aspiraste el aroma que se desprendía del mismo; amabas su perfume. Sonreíste al escuchar su respiración agitada.
Besaste el lugar indicado con una mezcla de dulzura y pasión y volviste a tu lugar, agarrando las cartas mientras de reojo veías a Pedro sonreír.
- Me parece que vas a terminar siendo mi esclava hoy - comentó refiriéndose al juego y vos reíste irónicamente.
- No te hagas el canchero, ya vamos a ver quién termina siendo siervo de quien - y luego de mezclar, entregaste las tres cartas que le correspondían. Eras competitiva a morir y jugar con Pedro era... pasional.
Le tocaba jugar y luego de acomodar en un abanico las cartas que le habían tocado, te cantó envido.
- Envido– respondiste segura imitándolo y él hizo una mueca. “Me voy al mazo” murmuró luego de apoyar las cartas con recelo y vos reíste cargándolo. Estaba mintiendo y lo habías descubierto.
- Te estoy dando un poco de ventaja – te dijo mientras se desordenaba el pelo con desinterés. “Qué crueldad” pensaste e intentaste mantener tu grado de concentración.
- Sh… A ver a ver... Quiero un beso en la nariz. Para empezar.
Se acercó con seguridad y besó tu nariz tan tiernamente que te quedaste sin aire. Sentiste como comenzabas a ruborizarte y le pasaste las cartas, para que no se diera cuenta.
Vos eras mano ahora y luego de analizar rápidamente lo que tenías pusiste un 4 donde acto seguido él dejó un 5. Por ganarle a tu humilde carta, tiró un 7 de oro, triunfador y tuviste ganas de trompearle la cara. Te cantó truco y vos aceptaste, haciendo que recobre la seriedad.
- Quiero retruco - anunciaste luego de tirar un ancho de espadas. Él se mantuvo pensativo por unos segundos.
- Quiero - respondió, seguro de que mentías, pero su sonrisa de suficiencia se desdibujo al ver que ponías sobre el rejunte de cartas otro ancho.
- A mi me mejilla le hace falta un beso… - y te tocaste el cachete derecho. Peter nuevamente se inclinó y te dio un sentido beso en la mejilla, luego de clavar sus ojos en los tuyos descaradamente.
Volviste a tomar el mazo y lo mezclaste torpemente. Pedro te ponía entre nerviosa y atontada.
- Falta envido – arriesgó y vos te mordiste el labio, pensativa. Estaba jugando con fuego y vos también.
- ¿Con vos es a todo o nada no? – preguntaste y él sonrió – Entonces quiero.
- 31 en mesa – y apoyo un 5 y un 6 de copas en el piso.
- 33 son mejores.
El frunció el ceño y rápidamente revisó tus cartas. No podía ser tan chiquilín para jugar y vos no podías estar tan contenta por reclamar tus “puntos”.
- Comisura - dijiste sin molestarte en ocultar tu sonrisa y él ofuscado por haber perdido tres manos seguidas, se sentó a tu lado.
Lentamente se acercó a tus labios y te estremeciste. El también estaba nervioso; era la segunda vez que estaban tan cerca desde que volvió de Nueva York.
Sin embargo, no se hizo desear mucho tiempo y besó la comisura de tu boca con tanta ternura que te dejó helada.
Se separó tan solo unos centímetros para quedar enfrentados. No podías sacar los ojos de sus labios. Avanzaste y posaste una mano en su cabeza, acariciando su pelo castaño. Él cerró sus ojos ante el contacto y se acercó aún más.
Cuando los abrió, se encontró con los tuyos verdes, ansiosos por lo que sucedería a continuación. Te sonrió e impacto en tu boca, besándote como no lo hacían hace tres años… con dulzura, con pasión, con simpleza. Con amor.
(Fin flashback)
Entraste al bbm para responderle y de lo atolondrada que estabas, escribiste cualquier cosa. Borraste y con más calma, enviaste lo que deseabas.
"¿Por qué me mandaste un mensaje en vez de hablarme por acá? Jaja"
Peter no se hizo desear.
"Quise hacerlo más teatral... Jaja"
Sonreíste. Definitivamente había logrado el efecto.
"Lo lograste... Te pido perdón de nuevo, tengo una producción a las 10 en Recoleta y se me hacia tarde. Igual me costó irme... Sos muy lindo durmiendo"
(Flashback)
Te habías despertado a las 8 de la mañana por la alarma de tu celular; Otro tema de Soda Stereo musicalizando momentos. Refunfuñaste mientras alcanzabas el teléfono y descartabas la alarma.
Pedro dormía con una respiración pausada y silenciosa, casi pegado a tu cuerpo. La paz que te transmitía era indescriptible.
Acariciaste tierna y suavemente su rostro pero él ni se inmutó. Estaba profundamente dormido.
Intentando hacer el menor ruido posible, te levantaste de la cama y te dirigiste con tu ropa al baño, para ponerte tu vestido de ayer y quitarte la remera de la "NYU" de Pedro.
Te desesperaste al recordar que no tenías llaves, ¿cómo se suponía que entrarías a tu casa a buscar las cosas que necesitabas?
Tomaste tu cartera, sin todavía saber qué hacer cuando tu mente se iluminó: la hermana de Zaira se había dejado su juego del depto en tu auto hacía una semana y nunca las había buscado.
Volviste a la habitación y agarraste el primer papel y birome que encontraste. Entre sonrisas escribiste una nota y la dejaste en la mesita de luz de pino. Besaste a Peter en la mejilla con dulzura y abandonaste el 7 “B” rogando que el señor de seguridad te abriera la puerta de entrada.
(Fin flashback)
“¿Si? Vos sos linda siempre... Igual me vas a tener que compensar eh... Esto va aparte de la revancha Jaja”
Y como querías jugar una revancha.
"¡Cómo te gusta perder! Jaja. Está bien, acepto ¡Ah! Tengo tu remera... Me la lleve para tener algo tuyo y extrañarte menos. Y además así tengo la excusa para verte otra vez"
"Vos no necesitás excusas para vernos... Siempre quiero verte"
Te mordiste el labio. Pedro te volaba la cabeza y más cuando decía estas cosas, de esa manera tan sentida. Sabías que era sincero y la seguridad que te transmitía era justo lo que necesitabas después de tantos golpes.
Un sobre se deslizó a través de la puerta y atrajo tu atención al instante. Frunciste el ceño extrañada pero igualmente te levantaste para tomarlo. Quizás era alguna factura de luz o las expensas del departamento.
Te acercaste al sofá y te sentaste aún sin leer de dónde provenía. Estaba a tu nombre y la caligrafía la conocías... Inconfundible. Diste vuelta el sobre y confirmaste tus sospechas.
Estabas como con delay… tenías miedo de abrirlo aunque sabías que era una idiotez atómica. Lo rompiste con cuidado y sobre tu regazo cayó una invitación.
“Miguel y Claudia
Tenemos el placer de comunicarles nuestro compromiso que se celebrará el próximo 3 de febrero a las 19 horas.
Deseamos que nos acompañen en este día tan especial.
Se ruega confirmación
Estancia La Candelaria/ Salón Colonial
Ruta Nac. 205 – Km 114.5
Lobos”
Las manos comenzaron a temblarte y se resbaló la tarjeta de las mismas. La vista se te volvió nublosa por la cantidad de lágrimas que se acumularon, deseosas por recorrer tu rostro. Ya no escuchabas el ruido del celular ni las agujas del reloj. Simplemente te desplomaste en el suelo… dejándote llorar en silencio.
AAAAAAAAA por el amor de jebús me olvide de dedicarselo enteramente a Dani, sin ella jamás hubiera sacado las partidas de truco jajajajajaj. Nuni love! ♥
Capítulo 19.
Abriste la puerta del ascensor y con una seña la invitaste a pasar. Aunque Paula disimulaba muy bien, sabías que algo la mantenía pensativa y que su actitud había cambiado… lo percibiste desde el momento en que volvió del baño en el bar.
No sabías como abordarla… tenías miedo que se ponga a la defensiva. Pero tampoco podías ignorar y hacer como si nada. Querías ayudarla; querías ser esa persona en quien confíe.
Eran las 3 de la mañana y para tu sorpresa, ella había propuesto que suban cuando te ofreciste acompañarla hasta su casa. No ibas a negar que la idea te parecía sumamente tentadora, pero no eras tonto… ella quería distraerte para que no notes lo rara que estaba.
Suspiraste una vez dentro del ascensor pero ella tan en la suya, ni lo notó.
Refregaste tus ojos, molesto por la luz blanca y apretaste el botón para que el elevador arrancara; Paula se apoyó contra la pared de la izquierda mientras subían, colgada en quién sabe qué. Carraspeaste sonoramente, pero eso tampoco la hizo volver en sí.
Llegaron al séptimo y caminaste hacia la letra “B”, donde se encontraba tu departamento.
- Bienvenida… Ponéte cómoda – dijiste una vez adentro recuperando la sonrisa y lanzaste las llaves en el cenicero gris que había en la mesa. La observaste divertido inspeccionar con curiosidad tu pequeño hogar - ¿Querés algo para tomar?
- Veo que aprendiste a agasajar al invitado – te dijo cargándote y vos enarcaste las cejas mientras te acercabas a ella. Paula sonrió.
- No te hagas la canchera… que vos te invitaste sola acá arriba – y los labios de la rubia formaron una “o”, indignada por tu comentario.
- Y, si esperaba a que me invites vos… - retrucó recuperando el humor y vos ladeaste con la cabeza de lado a lado entre sonrisas.
- No te invite porque pensé que necesitabas estar sola – Y como por acto de magia, las facciones de Paula se tensaron. Ella intentó modular algo que se perdió en un murmullo irreproducible y tomó una bocanada de aire. Vos esperaste.
- Pensaste mal.
- Evidentemente sí… porque estás acá. Pero algo te pasa… ¿Qué pasó en el baño? – arriesgaste. Percibías como el mal humor de Paula se incrementaba al ponerla en evidencia, pero no te importó.
- Son impresiones tuyas Pedro – sentenció y revoleaste los ojos. Ella se mordió el labio mientras sus ojos verdosos, comenzaban a formar una lámina de agua. Te odiaste; lo que menos querías era hacerla llorar.
- Pau…
- En serio, estoy bien… sabés que soy medio ciclotímica – y clavaste tus ojos en los suyos; ella no pudo sostenerte la mirada. Suspiraste… al margen de no querer hacerla sentir mal, te molestaban mucho sus excusas. Se las estabas dejando pasar desde hace mucho – mejor vuelvo a casa.
- Hace lo que quieras… como siempre – y Paula te fulminó con la mirada. Te miro con sorna y agarró su cartera color suela con plumas de colores. La abrió y comenzó a buscar algo… supusiste que su celular. Pero los minutos pasaban y ella no parecía encontrar lo que necesitaba.
Ofuscada, volcó el contenido de la cartera sobre la mesa. Vos, observabas en silencio.
- Me olvidé las llaves – dijo molesta.
- Te abre Zaira… ya fue, no le va a molestar que la despiertes.
- Ese es el problema… Zaira se fue a la casa de los viejos en San Fernando. Vuelve mañana – resopló y se sentó con pesadez en la silla de madera. La miraste ya sonriendo mientras levantabas una ceja; no podías mantener esa postura recia tanto tiempo.
- Por como te sentaste, supongo que te quedás acá.
- Ah bueno, si molesto me voy – te dijo amagando a levantarse y vos la paraste tomádola de la mano. Ella te dirigió la mirada nuevamente.
- Para loca, es un chiste. Nada puede hacer esta noche más perfecta que terminarla con vos, en serio – le explicaste mientras sonreías. Paula te miro dulcemente y empezó a jugar con los dedos de tu mano.
- Lo de loca estuvo demás – comentó, ya tranquila. Vos sonreíste aliviado.
- Es verdad… ¿tregua?
- Sí, perdón por tratarte mal – dijo mirándote a los ojos, arrepentida. Tomó aire y continuó – Tenés razón, pero no quiero hablar…
- A mi se me ocurren mil cosas para hacer que no sean hablar… - y levantaste tus cejas sensualmente; ella mordió su labio inferior.
- ¡Pedro!
- ¡Paula! – la imitaste cargándola y estallaron en carcajadas.
Pronto, la simpatía y el histeriqueo volvieron a envolver al ambiente, lleno de tus risas y las de Pau. Finalmente, se sentían cómodos… entre ustedes y con ustedes mismos.
Pasada la hora, la rubia comenzó a sacarse los zapatos y los aros… vos la miraste provocativo. Ella rió y te explicó mientras se señalaba: “Me estoy desmontando Peter, esta es la realidad”. Vos, hiciste como que la inspeccionabas, jodiendo. Pau frunció el ceño y sonreíste ante su expresión. Sin rodeos y con suma sinceridad, sentenciaste: “Sin ningun lugar a dudas, compro”.
Sus mejillas rápidamente adquirieron un tono rosado y vos sentiste como las tuyas cada vez estaban más cálidas.
Eras completamente feliz.
- ¿Tenés cartas? – preguntó al dejar el celular en la cartera – Juguemos a algo.
- ¿Strip-póker? – dijiste haciéndote el gracioso. Querías ver cómo te respondía.
- No sé jugar al póker – contestó haciéndose la tonta mientras sonreía a modo de disculpa.
- Pero al strip seguro que sí…
- ¡Pedro! Estás como endemoniando – te retó mordiéndose el labio mientras reía – Dale, andá a buscar las cartas. Españolas, te juego un truco.
- Cómo me esquivaste el tema… dale endemoniada, voy a buscarlas y jugamos.
Minutos más tarde volviste de tu habitación con las cartas en la mano y comenzaste a mezclar. Ella se estiró y se acomodó con concentración en la silla. Era tan competitiva como vos.
- ¿Das vos? – asentiste y te preparaste para repartir. La birome y el papel necesarios estaban a un costado de la mesa - ¡Pará! ¿Y si lo hacemos más interesante?
- ¿Qué proponés? – preguntaste curioso y ella sonrió pícara.
- No contemos los puntos de la manera tradicional… Hagamos que con cada partida ganada, el perdedor tenga que darle algo al ganador.
- ¿Algo cómo?
- Un beso – y sonrió victoriosa; vos la imitaste, atontado. No paraba de sorprenderte – donde sea.
- Me gusta la idea – y la sonrisa seguía estampada en tu cara- Empecemos.
No sabías como abordarla… tenías miedo que se ponga a la defensiva. Pero tampoco podías ignorar y hacer como si nada. Querías ayudarla; querías ser esa persona en quien confíe.
Eran las 3 de la mañana y para tu sorpresa, ella había propuesto que suban cuando te ofreciste acompañarla hasta su casa. No ibas a negar que la idea te parecía sumamente tentadora, pero no eras tonto… ella quería distraerte para que no notes lo rara que estaba.
Suspiraste una vez dentro del ascensor pero ella tan en la suya, ni lo notó.
Refregaste tus ojos, molesto por la luz blanca y apretaste el botón para que el elevador arrancara; Paula se apoyó contra la pared de la izquierda mientras subían, colgada en quién sabe qué. Carraspeaste sonoramente, pero eso tampoco la hizo volver en sí.
Llegaron al séptimo y caminaste hacia la letra “B”, donde se encontraba tu departamento.
- Bienvenida… Ponéte cómoda – dijiste una vez adentro recuperando la sonrisa y lanzaste las llaves en el cenicero gris que había en la mesa. La observaste divertido inspeccionar con curiosidad tu pequeño hogar - ¿Querés algo para tomar?
- Veo que aprendiste a agasajar al invitado – te dijo cargándote y vos enarcaste las cejas mientras te acercabas a ella. Paula sonrió.
- No te hagas la canchera… que vos te invitaste sola acá arriba – y los labios de la rubia formaron una “o”, indignada por tu comentario.
- Y, si esperaba a que me invites vos… - retrucó recuperando el humor y vos ladeaste con la cabeza de lado a lado entre sonrisas.
- No te invite porque pensé que necesitabas estar sola – Y como por acto de magia, las facciones de Paula se tensaron. Ella intentó modular algo que se perdió en un murmullo irreproducible y tomó una bocanada de aire. Vos esperaste.
- Pensaste mal.
- Evidentemente sí… porque estás acá. Pero algo te pasa… ¿Qué pasó en el baño? – arriesgaste. Percibías como el mal humor de Paula se incrementaba al ponerla en evidencia, pero no te importó.
- Son impresiones tuyas Pedro – sentenció y revoleaste los ojos. Ella se mordió el labio mientras sus ojos verdosos, comenzaban a formar una lámina de agua. Te odiaste; lo que menos querías era hacerla llorar.
- Pau…
- En serio, estoy bien… sabés que soy medio ciclotímica – y clavaste tus ojos en los suyos; ella no pudo sostenerte la mirada. Suspiraste… al margen de no querer hacerla sentir mal, te molestaban mucho sus excusas. Se las estabas dejando pasar desde hace mucho – mejor vuelvo a casa.
- Hace lo que quieras… como siempre – y Paula te fulminó con la mirada. Te miro con sorna y agarró su cartera color suela con plumas de colores. La abrió y comenzó a buscar algo… supusiste que su celular. Pero los minutos pasaban y ella no parecía encontrar lo que necesitaba.
Ofuscada, volcó el contenido de la cartera sobre la mesa. Vos, observabas en silencio.
- Me olvidé las llaves – dijo molesta.
- Te abre Zaira… ya fue, no le va a molestar que la despiertes.
- Ese es el problema… Zaira se fue a la casa de los viejos en San Fernando. Vuelve mañana – resopló y se sentó con pesadez en la silla de madera. La miraste ya sonriendo mientras levantabas una ceja; no podías mantener esa postura recia tanto tiempo.
- Por como te sentaste, supongo que te quedás acá.
- Ah bueno, si molesto me voy – te dijo amagando a levantarse y vos la paraste tomádola de la mano. Ella te dirigió la mirada nuevamente.
- Para loca, es un chiste. Nada puede hacer esta noche más perfecta que terminarla con vos, en serio – le explicaste mientras sonreías. Paula te miro dulcemente y empezó a jugar con los dedos de tu mano.
- Lo de loca estuvo demás – comentó, ya tranquila. Vos sonreíste aliviado.
- Es verdad… ¿tregua?
- Sí, perdón por tratarte mal – dijo mirándote a los ojos, arrepentida. Tomó aire y continuó – Tenés razón, pero no quiero hablar…
- A mi se me ocurren mil cosas para hacer que no sean hablar… - y levantaste tus cejas sensualmente; ella mordió su labio inferior.
- ¡Pedro!
- ¡Paula! – la imitaste cargándola y estallaron en carcajadas.
Pronto, la simpatía y el histeriqueo volvieron a envolver al ambiente, lleno de tus risas y las de Pau. Finalmente, se sentían cómodos… entre ustedes y con ustedes mismos.
Pasada la hora, la rubia comenzó a sacarse los zapatos y los aros… vos la miraste provocativo. Ella rió y te explicó mientras se señalaba: “Me estoy desmontando Peter, esta es la realidad”. Vos, hiciste como que la inspeccionabas, jodiendo. Pau frunció el ceño y sonreíste ante su expresión. Sin rodeos y con suma sinceridad, sentenciaste: “Sin ningun lugar a dudas, compro”.
Sus mejillas rápidamente adquirieron un tono rosado y vos sentiste como las tuyas cada vez estaban más cálidas.
Eras completamente feliz.
- ¿Tenés cartas? – preguntó al dejar el celular en la cartera – Juguemos a algo.
- ¿Strip-póker? – dijiste haciéndote el gracioso. Querías ver cómo te respondía.
- No sé jugar al póker – contestó haciéndose la tonta mientras sonreía a modo de disculpa.
- Pero al strip seguro que sí…
- ¡Pedro! Estás como endemoniando – te retó mordiéndose el labio mientras reía – Dale, andá a buscar las cartas. Españolas, te juego un truco.
- Cómo me esquivaste el tema… dale endemoniada, voy a buscarlas y jugamos.
Minutos más tarde volviste de tu habitación con las cartas en la mano y comenzaste a mezclar. Ella se estiró y se acomodó con concentración en la silla. Era tan competitiva como vos.
- ¿Das vos? – asentiste y te preparaste para repartir. La birome y el papel necesarios estaban a un costado de la mesa - ¡Pará! ¿Y si lo hacemos más interesante?
- ¿Qué proponés? – preguntaste curioso y ella sonrió pícara.
- No contemos los puntos de la manera tradicional… Hagamos que con cada partida ganada, el perdedor tenga que darle algo al ganador.
- ¿Algo cómo?
- Un beso – y sonrió victoriosa; vos la imitaste, atontado. No paraba de sorprenderte – donde sea.
- Me gusta la idea – y la sonrisa seguía estampada en tu cara- Empecemos.
Capítulo 18.
La noche estaba hermosa. La brisa acariciaba tu rostro y el de Pedro y hacía que los 29 (casi 30) grados de calor fueran soportables.
Iban riendo, charlando e incluso disfrutando los silencios cuando se producían. Nunca habías experimentado algo así… siempre sentías la necesidad de llenar espacios para que no sean incómodos, pero con Peter los momentos sin habla eran los más valiosos.
Tu mirada, la de él. Te olvidabas de todo.
Te escondiste 48 horas, de Pedro y del mundo. Desconectaste el teléfono y cerraste las persianas… te daba vergüenza que él te haya visto tan desencajada y que ni bien se separaron ese día en la lluvia, hayas vuelto a sentir ese peso que no te dejaba respirar.
Sabías las respuestas y necesitabas escucharlas, pero le tenías miedo a las preguntas. Porque eso significaría que no estabas equivocada y que lo que tanto te dolía, terminaría cumpliéndose.
Hacerte la tonta ya no te servía de nada. Pudiste fingir que no estaba ahí… pero la realidad es que estaba... y está.
Tu mar de contradicciones te dio un recreo en el momento que Pedro abrió la puerta de entrada de su edificio, brindándote esa media sonrisa que te encantaba. Sin reproches, sin resentimientos.
Hacía media hora que estaban caminando y por fin llegaban a ese lugar donde querías llevarlo. Sabías que sería especial.
- ¿Qué es esto Pau? – preguntó intrigado mientras se paraban frente al portón negro en la calle Arévalo, entre Cabrera y Niceto Vega. Vos levantaste tus cejas divertida.
- Ya vas ver – anunciaste y él asintió, mientras tocabas el timbre.
- Cómo te gusta tener el control – y te abrazó de improvisto por la espalda. Sonreíste mostrando tus dientes.
- Siempre, pero me encanta cuando vos tomás la iniciativa… - y te diste vuelta, dejando los rodeos de lado y clavando tus ojos en los marrones de Pedro. Él no dijo nada, solo se quedo admirando tu rostro… y vos igual. Pero cuando finalmente parecía que las distancias se acortaban, la ventanilla del portón se abrió y vos volviste de inmediato a tu anterior posición.
- ¿Tienen invitación? – pregunto un hombre del cuál solo podía ver los ojos. Asentiste y acto seguido deslizaron la puerta metálica. Peter observaba curioso la situación.
Una vez adentro, el hombre les indica una cabina telefónica antigua y entusiasmada, te acercás y marcás el número que te pasó Flor. Aunque nunca habías ido antes, conocías el procedimiento. Cuando te atienden del otro lado, decís la clave. Pedro mantenía una sonrisa imborrable.
Se abre la puerta secreta que esperabas y sonriendo, tomás la mano de Peter para que atraviesen el umbral y transiten el pasillo que simulaba una especie de callejón de los que se ven en Nueva York y Chicago. Él estaba emocionado como nene con juguete nuevo y verlo tan maravillado te llenaba el alma.
Antes de llegar al bar que se encontraba al final, a un costado, cruzaron un sex shop y Pedro te miro entre cómplice y burlón.
- ¿Ésta es una indirecta indecente al invitado? – te preguntó haciéndote frenar. Vos mordiste tu labio inferior.
- ¿Estás proponiendo algo? No arrugues después…
- No me contestes con una pregunta – retrucó y vos ibas por el vale 4.
- Entonces te respondo que está abierto hasta las 6 de mañana… Vení – y tironeaste de su brazo mientras el mantenía esa sonrisa burlona en el rostro. Te morías de vergüenza y por eso caminaste más rápido para llegar al destino final.
“Frank’s” era un bar era especialista en cocktails y tenía un estilo muy parecido al “Please, don’t tell” en Nueva York. Cuando estuviste allá quisiste ir con Pedro, pero al final cambiaron de planes y te quedaste con las ganas. El techo estaba decorado con unas magníficas arañas, que iluminaban el ambiente dándole calidez y elegancia.
Pidieron dos tragos (vos un Barbados Apple Punch y Peter un Horses Neck) y se sentaron junto a la barra de madera. La música acompañaba a la perfección y mientras tomabas lo que pediste, no le sacabas los ojos de encima. No lo podías evitar.
- ¿Te gusta el lugar? – preguntaste con una sonrisa y él apoyo su vaso – Pensé que algo que te recuerde a Nueva York iba a estar bueno para tu adaptación a Buenos Aires.
- Es perfecto… y gracias. Siento que viaje miles de kilómetros en un abrir y cerrar de ojos – te dijo sinceramente y volviste a morder el labio. Ibas a tener que cambiar esa costumbre si no querías ser tan obvia.
- ¡Ay no!, te das cuenta que no brindamos todavía… qué boluda – te quejaste molesta por haberte perdido ese detalle.
- Brindemos ahora… siempre hacemos las cosas al revés nosotros dos – y reíste porque no podía ser más cierto.
- Bueno, entonces brindo por el destino que nos vive reencontrando, con otros nombres y circunstancias, pero siempre con la misma magia – soltaste y te dolían las comisuras de tanto sonreír.
- ¿Cómo supero eso ahora? Me inhibiste… - y vos resoplaste luego de decirle entre risas un “dale tarado” – Yo brindo por nosotros, porque hace años que no me siento tan feliz y en paz conmigo… y vos sos gran responsable de eso Pau.
Luego de chocar los vasos, bebieron ambos una cantidad considerable y sentiste como sus ojos, que oscilaban entre el miel y el marrón, se concentraban sobre los tuyos, brillosos. Le sonreíste con la mirada intensamente.
Pasado un rato de charlas, histeriqueos y confesiones caminaste en búsqueda del toilet, que se encontraba en la punta opuesta a donde se encontraban. No podías creer tener ese tipo de conexión con otra persona… junto a Peter lo más mundano era especial. Ni te acordabas de lo que te había mantenido tan triste los último días y llegaste a la conclusión de que Pedro era tu mejor terapia.
- ¡Pau! ¿Qué haces flaca?- volteaste inmediatamente ante la mención de tu apodo y abrazaste al corpulento muchacho que te había hablado luego de reconocerlo como uno de tus amigos más queridos de Lobos.
- ¡Sebi, tanto tiempo! ¡Que loco encontrarte acá!
- Estás más baja - te dijo Sebastián y lo golpeaste amistosamente en el brazo- Che, ¿hablaste con Ezequiel?
Tu expresión se endureció al instante.
- ¿Y por qué tendría que hablar con Ezequiel?- y te preguntaste dónde habían quedado los modales de tu viejo amigo ¿ni un como estás?
- Me dijo que quería hablar con vos... Te extraña.
Bizarro, muy. Las circunstancias de por sí eran un tanto...cualquiera, pero de una manera simpaticona. Pero que el tema tabú salga a la luz con tanta desfachatez transformaba lo simpático en intolerable. Y de sumo mal gusto.
- ¿Es un chiste no? Porque si es un chiste dejame decirte que perdiste el sentido del humor...
- Pocha, está arrepentido. Sabe que se mando una cagada, pero no quiere que las cosas queden así entre ustedes.
- Asi que sos el mensajero ahora... La verdad que vos si sos un amigo- dijiste con furia y lo fulminaste con la mirada- Sabés todo lo que me hizo y sin embargo no te importa.
El castaño ladeó su cabeza de izquierda a derecha y resoplaste. De reojo observaste a Peter tamborileando impacientemente sus dedos en la mesa. Te dieron unas ganas impresionantes de teletransportarte a su lado.
- Yo no quiero meterme entre ustedes, pero Ezequiel es mi amigo y me pidió ayuda.
- Y por eso le diste mi nuevo número ¿no? - acusaste, terminando de descifrar el enigma del mensaje recibido semanas atrás. Sebastián permaneció en silencio- Sabés qué, ya que te tomaste el trabajito de conectarnos, decile que no me rompa más las pelotas. Que no quiero saber de él ni ahora ni hasta el próximo milenio - el muchacho suspiró- Para vos se aplica el mismo criterio.
Pasaste rápidamente a su lado y ni te molestaste en decir adiós. Tampoco lo dejaste a Sebastían refutar nada. Al salir del baño corriste hacia la mesa y sonreíste forzadamente a Peter, en forma de compensación.
- Te tomaste tu tiempo- bromeó el castaño. Esbozaste una mueca a modo de disculpa.
- Había cola - simplificaste, dando la excusa más obvia que podrías haber formulado. Minutos después comenzaste a dirigirte hacia la salida, intentando recomponerte de la asquerosa situación vivida minutos atrás. Sin previo aviso, Pedro te tomó la mano. Aunque te sorprendiste ante el contacto, no lo soltaste. Sólo te limitaste a tomarlo con más fuerza.
Iban riendo, charlando e incluso disfrutando los silencios cuando se producían. Nunca habías experimentado algo así… siempre sentías la necesidad de llenar espacios para que no sean incómodos, pero con Peter los momentos sin habla eran los más valiosos.
Tu mirada, la de él. Te olvidabas de todo.
Te escondiste 48 horas, de Pedro y del mundo. Desconectaste el teléfono y cerraste las persianas… te daba vergüenza que él te haya visto tan desencajada y que ni bien se separaron ese día en la lluvia, hayas vuelto a sentir ese peso que no te dejaba respirar.
Sabías las respuestas y necesitabas escucharlas, pero le tenías miedo a las preguntas. Porque eso significaría que no estabas equivocada y que lo que tanto te dolía, terminaría cumpliéndose.
Hacerte la tonta ya no te servía de nada. Pudiste fingir que no estaba ahí… pero la realidad es que estaba... y está.
Tu mar de contradicciones te dio un recreo en el momento que Pedro abrió la puerta de entrada de su edificio, brindándote esa media sonrisa que te encantaba. Sin reproches, sin resentimientos.
Hacía media hora que estaban caminando y por fin llegaban a ese lugar donde querías llevarlo. Sabías que sería especial.
- ¿Qué es esto Pau? – preguntó intrigado mientras se paraban frente al portón negro en la calle Arévalo, entre Cabrera y Niceto Vega. Vos levantaste tus cejas divertida.
- Ya vas ver – anunciaste y él asintió, mientras tocabas el timbre.
- Cómo te gusta tener el control – y te abrazó de improvisto por la espalda. Sonreíste mostrando tus dientes.
- Siempre, pero me encanta cuando vos tomás la iniciativa… - y te diste vuelta, dejando los rodeos de lado y clavando tus ojos en los marrones de Pedro. Él no dijo nada, solo se quedo admirando tu rostro… y vos igual. Pero cuando finalmente parecía que las distancias se acortaban, la ventanilla del portón se abrió y vos volviste de inmediato a tu anterior posición.
- ¿Tienen invitación? – pregunto un hombre del cuál solo podía ver los ojos. Asentiste y acto seguido deslizaron la puerta metálica. Peter observaba curioso la situación.
Una vez adentro, el hombre les indica una cabina telefónica antigua y entusiasmada, te acercás y marcás el número que te pasó Flor. Aunque nunca habías ido antes, conocías el procedimiento. Cuando te atienden del otro lado, decís la clave. Pedro mantenía una sonrisa imborrable.
Se abre la puerta secreta que esperabas y sonriendo, tomás la mano de Peter para que atraviesen el umbral y transiten el pasillo que simulaba una especie de callejón de los que se ven en Nueva York y Chicago. Él estaba emocionado como nene con juguete nuevo y verlo tan maravillado te llenaba el alma.
Antes de llegar al bar que se encontraba al final, a un costado, cruzaron un sex shop y Pedro te miro entre cómplice y burlón.
- ¿Ésta es una indirecta indecente al invitado? – te preguntó haciéndote frenar. Vos mordiste tu labio inferior.
- ¿Estás proponiendo algo? No arrugues después…
- No me contestes con una pregunta – retrucó y vos ibas por el vale 4.
- Entonces te respondo que está abierto hasta las 6 de mañana… Vení – y tironeaste de su brazo mientras el mantenía esa sonrisa burlona en el rostro. Te morías de vergüenza y por eso caminaste más rápido para llegar al destino final.
“Frank’s” era un bar era especialista en cocktails y tenía un estilo muy parecido al “Please, don’t tell” en Nueva York. Cuando estuviste allá quisiste ir con Pedro, pero al final cambiaron de planes y te quedaste con las ganas. El techo estaba decorado con unas magníficas arañas, que iluminaban el ambiente dándole calidez y elegancia.
Pidieron dos tragos (vos un Barbados Apple Punch y Peter un Horses Neck) y se sentaron junto a la barra de madera. La música acompañaba a la perfección y mientras tomabas lo que pediste, no le sacabas los ojos de encima. No lo podías evitar.
- ¿Te gusta el lugar? – preguntaste con una sonrisa y él apoyo su vaso – Pensé que algo que te recuerde a Nueva York iba a estar bueno para tu adaptación a Buenos Aires.
- Es perfecto… y gracias. Siento que viaje miles de kilómetros en un abrir y cerrar de ojos – te dijo sinceramente y volviste a morder el labio. Ibas a tener que cambiar esa costumbre si no querías ser tan obvia.
- ¡Ay no!, te das cuenta que no brindamos todavía… qué boluda – te quejaste molesta por haberte perdido ese detalle.
- Brindemos ahora… siempre hacemos las cosas al revés nosotros dos – y reíste porque no podía ser más cierto.
- Bueno, entonces brindo por el destino que nos vive reencontrando, con otros nombres y circunstancias, pero siempre con la misma magia – soltaste y te dolían las comisuras de tanto sonreír.
- ¿Cómo supero eso ahora? Me inhibiste… - y vos resoplaste luego de decirle entre risas un “dale tarado” – Yo brindo por nosotros, porque hace años que no me siento tan feliz y en paz conmigo… y vos sos gran responsable de eso Pau.
Luego de chocar los vasos, bebieron ambos una cantidad considerable y sentiste como sus ojos, que oscilaban entre el miel y el marrón, se concentraban sobre los tuyos, brillosos. Le sonreíste con la mirada intensamente.
Pasado un rato de charlas, histeriqueos y confesiones caminaste en búsqueda del toilet, que se encontraba en la punta opuesta a donde se encontraban. No podías creer tener ese tipo de conexión con otra persona… junto a Peter lo más mundano era especial. Ni te acordabas de lo que te había mantenido tan triste los último días y llegaste a la conclusión de que Pedro era tu mejor terapia.
- ¡Pau! ¿Qué haces flaca?- volteaste inmediatamente ante la mención de tu apodo y abrazaste al corpulento muchacho que te había hablado luego de reconocerlo como uno de tus amigos más queridos de Lobos.
- ¡Sebi, tanto tiempo! ¡Que loco encontrarte acá!
- Estás más baja - te dijo Sebastián y lo golpeaste amistosamente en el brazo- Che, ¿hablaste con Ezequiel?
Tu expresión se endureció al instante.
- ¿Y por qué tendría que hablar con Ezequiel?- y te preguntaste dónde habían quedado los modales de tu viejo amigo ¿ni un como estás?
- Me dijo que quería hablar con vos... Te extraña.
Bizarro, muy. Las circunstancias de por sí eran un tanto...cualquiera, pero de una manera simpaticona. Pero que el tema tabú salga a la luz con tanta desfachatez transformaba lo simpático en intolerable. Y de sumo mal gusto.
- ¿Es un chiste no? Porque si es un chiste dejame decirte que perdiste el sentido del humor...
- Pocha, está arrepentido. Sabe que se mando una cagada, pero no quiere que las cosas queden así entre ustedes.
- Asi que sos el mensajero ahora... La verdad que vos si sos un amigo- dijiste con furia y lo fulminaste con la mirada- Sabés todo lo que me hizo y sin embargo no te importa.
El castaño ladeó su cabeza de izquierda a derecha y resoplaste. De reojo observaste a Peter tamborileando impacientemente sus dedos en la mesa. Te dieron unas ganas impresionantes de teletransportarte a su lado.
- Yo no quiero meterme entre ustedes, pero Ezequiel es mi amigo y me pidió ayuda.
- Y por eso le diste mi nuevo número ¿no? - acusaste, terminando de descifrar el enigma del mensaje recibido semanas atrás. Sebastián permaneció en silencio- Sabés qué, ya que te tomaste el trabajito de conectarnos, decile que no me rompa más las pelotas. Que no quiero saber de él ni ahora ni hasta el próximo milenio - el muchacho suspiró- Para vos se aplica el mismo criterio.
Pasaste rápidamente a su lado y ni te molestaste en decir adiós. Tampoco lo dejaste a Sebastían refutar nada. Al salir del baño corriste hacia la mesa y sonreíste forzadamente a Peter, en forma de compensación.
- Te tomaste tu tiempo- bromeó el castaño. Esbozaste una mueca a modo de disculpa.
- Había cola - simplificaste, dando la excusa más obvia que podrías haber formulado. Minutos después comenzaste a dirigirte hacia la salida, intentando recomponerte de la asquerosa situación vivida minutos atrás. Sin previo aviso, Pedro te tomó la mano. Aunque te sorprendiste ante el contacto, no lo soltaste. Sólo te limitaste a tomarlo con más fuerza.
jueves, 22 de diciembre de 2011
Capítulo 17.
Nada de Internet. TV por cable menos. Celular sin batería y sin crédito (sinónimo de “aparato tecnológico sin razón de existencia”) y teléfono de línea de pura casualidad. 5 canales de aire y todos pasando la misma pelea entre Graciela Alfano y Aníbal Pachano.
Ah no, eso había pasado la semana pasada.
Apagaste la televisión sin parar de refunfuñar y te dejaste deslizar en la silla sobre la que estaba sentado. Creías que de no encontrar alguna actividad mínimamente entretenida el aburrimiento terminaría por asfixiarte.
No sabías nada de Paula desde hacía dos días. Ni un mail, ni un saludo por bbm… La última vez que la viste fue cuando la encontraste empapada a 3 cuadras de tu nuevo departamento, sola y con los ojos hinchados. Verla así te había matado.
En menos de un minuto recorriste con la mirada el living (donde te encontrabas) y la cocina (de lejos y con poco detalle). Suspiraste y abatido cerraste los ojos. De cualquier manera, poco había para ver; era tu tercer día viviendo allí y poco tiempo habías tenido para decorarlo. Zaira había insistido en hacerlo por sí misma pero te negaste rotundamente. Digamos que el Feng-shui de la morocha era bastante particular.
La que sabía de decoración era Pau…
Tamborileaste los dedos sobre tu regazo considerando si sería muy desubicado de tu parte llamarla a Paula, al menos para charlar un rato. De última, tenías la excusa de que necesitabas ayuda para decorar ¿Estaría en el departamento?
Marcaste el número rápidamente y esperaste a que sonara. Una, dos y tres veces. Cuatro y contestador. Colgaste al instante.
Paula te desconcertaba… con ella avanzabas dos lugares y retrocedías diez. La extrañabas y te preocupaba no saber nada… más después de haberla visto tan angustiada.
Tomaste de la mesada (la única que había en la casa) tu cámara, fiel compañera, y apretaste el botón de REC. Y dejaste que la magia fluya.
- Son casi las nueve de la noche – y saliste al balcón – en la versión latinoamericana de “la ciudad que nunca duerme”… - prendiste con habilidad un cigarrillo mientras sostenías la cámara y guardaste el encendedor de River Plate en el bolsillo de tu jean. Exhalaste el humo – y por cuarta vez en la semana estoy inmóvil y atrapado en estas cuatro paredes, ajeno al movimiento y sin nada mejor que hacer.
Hiciste zoom e intentaste captar alguna situación interesante que se desarrollara en los edificios frente a vos. El día anterior habías observado una graciosa pelea entre los vecinos gay del quinto piso del departamento de enfrente. Volviste a tomar una pitada.
El timbre te distrajo y extrañado, hiciste caso omiso de él. Nadie en la ciudad sabía que vivías ahí, salvo Zaira y según lo que tenías entendido, todavía estaba en una producción en el Tigre. Jamás avisaste a tus antiguos amigos del colegio en Mármol o de TEA que habías vuelto; tampoco creías que les interesara demasiado. No te preocupaste por mantener el contacto durante tus años en el exterior. Con el único con el que habías hablado era con Hernán, tu mejor amigo de toda la vida pero estaba tapado de trabajo en su estudio.
El molesto sonido volvió a repetirse y apostaste que era un muchacho de algún delivery que tenía confundido el piso. Atendiste.
- ¿Hola?
- Peter, soy Pau – se escuchó del otro lado del portero y frunciste tu entrecejo mientras sonreías. Era la última persona con la que esperabas encontrarte, pero definitivamente la que más deseabas que sea– se que vine sin avisar y capaz estás ocupado pero…
- Ya bajo.
Ah no, eso había pasado la semana pasada.
Apagaste la televisión sin parar de refunfuñar y te dejaste deslizar en la silla sobre la que estaba sentado. Creías que de no encontrar alguna actividad mínimamente entretenida el aburrimiento terminaría por asfixiarte.
No sabías nada de Paula desde hacía dos días. Ni un mail, ni un saludo por bbm… La última vez que la viste fue cuando la encontraste empapada a 3 cuadras de tu nuevo departamento, sola y con los ojos hinchados. Verla así te había matado.
En menos de un minuto recorriste con la mirada el living (donde te encontrabas) y la cocina (de lejos y con poco detalle). Suspiraste y abatido cerraste los ojos. De cualquier manera, poco había para ver; era tu tercer día viviendo allí y poco tiempo habías tenido para decorarlo. Zaira había insistido en hacerlo por sí misma pero te negaste rotundamente. Digamos que el Feng-shui de la morocha era bastante particular.
La que sabía de decoración era Pau…
Tamborileaste los dedos sobre tu regazo considerando si sería muy desubicado de tu parte llamarla a Paula, al menos para charlar un rato. De última, tenías la excusa de que necesitabas ayuda para decorar ¿Estaría en el departamento?
Marcaste el número rápidamente y esperaste a que sonara. Una, dos y tres veces. Cuatro y contestador. Colgaste al instante.
Paula te desconcertaba… con ella avanzabas dos lugares y retrocedías diez. La extrañabas y te preocupaba no saber nada… más después de haberla visto tan angustiada.
Tomaste de la mesada (la única que había en la casa) tu cámara, fiel compañera, y apretaste el botón de REC. Y dejaste que la magia fluya.
- Son casi las nueve de la noche – y saliste al balcón – en la versión latinoamericana de “la ciudad que nunca duerme”… - prendiste con habilidad un cigarrillo mientras sostenías la cámara y guardaste el encendedor de River Plate en el bolsillo de tu jean. Exhalaste el humo – y por cuarta vez en la semana estoy inmóvil y atrapado en estas cuatro paredes, ajeno al movimiento y sin nada mejor que hacer.
Hiciste zoom e intentaste captar alguna situación interesante que se desarrollara en los edificios frente a vos. El día anterior habías observado una graciosa pelea entre los vecinos gay del quinto piso del departamento de enfrente. Volviste a tomar una pitada.
El timbre te distrajo y extrañado, hiciste caso omiso de él. Nadie en la ciudad sabía que vivías ahí, salvo Zaira y según lo que tenías entendido, todavía estaba en una producción en el Tigre. Jamás avisaste a tus antiguos amigos del colegio en Mármol o de TEA que habías vuelto; tampoco creías que les interesara demasiado. No te preocupaste por mantener el contacto durante tus años en el exterior. Con el único con el que habías hablado era con Hernán, tu mejor amigo de toda la vida pero estaba tapado de trabajo en su estudio.
El molesto sonido volvió a repetirse y apostaste que era un muchacho de algún delivery que tenía confundido el piso. Atendiste.
- ¿Hola?
- Peter, soy Pau – se escuchó del otro lado del portero y frunciste tu entrecejo mientras sonreías. Era la última persona con la que esperabas encontrarte, pero definitivamente la que más deseabas que sea– se que vine sin avisar y capaz estás ocupado pero…
- Ya bajo.
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