lunes, 30 de enero de 2012

Capítulo 39.

La versión remixada de "Prófugos", que distorsionaba con exageración la voz de Cerati y te hacía extrañar con locura el cd compilado de Soda (hecho por vos) que tenías en tu auto, perforaba tus tímpanos y protagonizaba el inicio de una nueva tanda de música en la fiesta.

Cerati, volvé.

Te mordiste el labio; nadie se molestaba en disimular que te estaba mirando y no te sorprendía. Sabías a lo que te enfrentabas en el momento que aceptaste ir… volver a Lobos era un interminable deja vu.

Los susurros eran intermitentes, a pesar de que la música estuviera la suficientemente alta para que a la distancia las conversaciones de los demás fueran imperceptibles. Suspiraste.

Te habías hecho a la idea de que hablar, iban a hablar siempre. Seamos sinceros, en un pueblo conocido por su tranquilidad, tu aparición después de años era la noticia más jugosa que habían tenido en meses y muy poco podías hacer al respecto salvo justamente darles de qué hablar. Y allí estabas a pesar de todo; con tu vestido de Benito Fernández, tus zapatos de Jimmy Choo que te trajiste del Soho en Nueva York, con el hombre más fachero de la fiesta (y eras absolutamente objetiva) y una sonrisa imborrable. Que hablen de eso.

Ya habían pasado más de quince minutos desde que Pedro se había ido al baño y comenzabas a sentirte algo tonta por continuar parada en el mismo lugar. Corriste tu pelo hacia un lado para encaminarte a quién sabía donde.

Divisaste a tus ex compañeras del colegio y decidiste que si ibas para algún lado ibas para cualquiera menos para ese. Tatiana, Catalina, Stefanía y un par más que recordabas de cara pero no de nombre te miraban de arriba abajo como si fueras portadora de sarna. Rencor, envidia, indignación. Carraspeaste, incómoda; no podías culparlas. Con 27 años te tocaba entender que algunas cosas el tiempo definitivamente no las curaba y que te habían mentido al asegurarte que sí.

Es que ¿cómo alguien podría perdonarte si ni siquiera vos estabas muy segura de haberlo hecho?

Miraste a tu alrededor una vez más, por si veías a tu acompañante, pero no sucedió. Del otro lado del salón tu papá se había quitado la corbata y bailaba animado con tu padrino, Pinky, mientras los demás aplaudían.

Caminaste hacia la entrada con decisión mientras esquivabas a la gente; quizás Pedro había salido a fumar. Y pensándolo bien, a vos no te vendría nada mal fumar un cigarrillo en ese momento (y ya que estamos en un rapto de sinceridad, dejémonos de joder con la boludez de "lo deje, es uno cada tanto" porque ni bien tenés la oportunidad, cualquier excusa es válida).

No podías creer la suerte que estabas teniendo; no te habías cruzado a Ezequiel en toda la noche y apenas te habías acordado de que él también se encontraba ese día. Corrección: no se había acercado en toda la noche (lo habías visto a lo lejos junto a Sebastian, pero tampoco le habías prestado tanta atención). Tal vez finalmente había entendido lo desubicado que sería que se junten a hablar en el compromiso de tu papá y su hermana (si esa unión no era de por sí lo suficiente incómoda y extraña).

Enterarte que tu padre estaba saliendo con la hermana de Ezequiel (Claudia) fue la tomada más grande de pelo en la historia de tu vida (y eso que hubo varias). Enterarte que la relación iba en serio fue doblemente peor y finalmente, enterarte que tenían planes de casamiento directamente era indescriptible.

Te enojaste con tu papá, muchísimo (¿acaso no había vivido el peor y último año en Lobos junto a vos?) hasta el punto de quitarle la palabra por años. No podías entender lo que considerabas ese acto de egoísmo de su parte; te había juzgado tan duramente… Que no podía creer el tupé que tenía para ponerse a salir con la idiota de Claudia (con la que te llevabas increíblemente mal incluso cuando vos y Ezequiel eran mejores amigos).

Mejores amigos. Rótulo que le queda tan grande a muchos… Y la única persona que alguna vez llamaste así fue a él. Irónico. Suspiraste.

Te apoyaste sobre una columna en el pasillo. Pensar en su amistad te hacía sentir entre estúpida, vulnerable y melancólica (cosa que te hacía sentir más idiota). Aun fuera, podías escuchar la música y el DJ estaba entusiasmado con los remixes, ahora con “De música ligera”. Automáticamente te teletransportaste a ese día que empezaron y terminaron tantas cosas; un día de completa revolución. Y para bien o para mal, el único adjetivo que podía clasificar con generalidad ese día era "inolvidable".




(Flashback)

8 años antes

"Me veras volver" era la promesa. Una serie de conciertos que llevaba como bandera esa frase realizaba Soda Stereo durante el 2003. Y allí estabas, en Buenos Aires, viéndolo en vivo quien sabía hasta cuando. Sentías electricidad, escalofríos, te dolía la panza. Estabas feliz.

La música se metía en tus oídos y revolucionaba tu cuerpo, mientras intentabas grabar en tu memoria cada movimiento de la banda sobre el escenario.

Era verdaderamente, un momento único.

Nunca pensaste de que, después de tanto tiempo, tu banda preferida volvería a tocar y estarías ahí para vivirlo. Bah, pensarían y estarían, mejor dicho, porque por supuesto Ezequiel cantaba todas las letras con fervor a tu lado mientras River se movía al ritmo de Soda.

No lo podrías haber imaginado diferente. Habían prometido concurrir juntos si los rumores era ciertos y ni siquiera fue necesario insistir; compartían ese fanatismo juntos, como muchas otras cosas.

Si te preguntaban si creías en la amistad entre el hombre y la mujer, habrías dicho que sí sin dudarlo. Tenías la prueba viviente de que construir ese tipo de lazo era posible al lado tuyo. Para vos Ezequiel tenía tetas; era una chica más.

Era ese amigo que se quedaba a dormir a tu casa, que conocía a tus viejos, a los amigos de tus viejos y a tus familiares, incluso los más lejanos. Tu compañero de banco, de trabajos prácticos, de risas, de llantos. El que te ayudaba a ratearte del colegio para ver a tu noviecito 4 años más grande que vos. El que te tenía la cabeza cuando en Bariloche, te habías excedido con el tequila. El incondicional.

El ¿ex? novio de Tatiana, una de tus mejores amigas (con ellos nunca se sabía). El que te traía un Mc Flurry (o la imitación del mismo que hacia Trappani, heladería local) cuando estabas triste por una nueva pelea de tus papás o por lo mal que te había ido en matemática. El que te había acompañado al casting de modelos cuando nadie podía. El que te conocía más que nadie.

Sonreíste a su lado, mientras sonaba "Persiana Americana". Sus ojos verdes tintineaban por el efecto de iluminación del estadio y te abrazó con entusiasmo porque sabía que este era uno de tus temas favoritos. Tus papás y tu hermano atrás, estaban completamente hipnotizados por la calidad del show; tu hermana Delfina se había quedado en casa de su madrina a pesar de los innumerables berrinches que hizo para poder ir.

El monumental estaba repleto; era 21 de diciembre, fin de año y última fecha de la gira. Gustavo Cerati dijo "Nosotros tenemos una gran razón para volver: ¡ustedes!" y se te puso la piel de gallina. Y antes de empezar el siguiente tema Ezequiel tironeo de tu mano para que abandonen el costado y se adentren con la multitud. "Sólo este tema" pediste a tus padres y ni les diste tiempo a responder.

No estaban muy alejados, pero si mucho más centrados que antes. Te mordiste el labio, emocionada.

"Mi alimento son las cenizas de una noche larga" y esa frase de “Un millón de años luz” te tocaba muy adentro. Un mes y medio había pasado desde que vos Guillermo habían decidido terminar y aún te dolía un poco pensar que las cosas entre ustedes habían terminado. Sin embargo, esa noche era todo luz.

Y de repente Ezequiel estaba demasiado cerca y tu sistema nervioso se encontraba casi estático. No sabías si habías olvidado como hablar o qué palabras tenías que utilizar.

La seducción que emanaba el tema no hacía más que contribuir a ese extraño ambiente que se estaba formando entre los dos y no tenías idea como reaccionar. Por primera vez estabas muda y tampoco pudiste pensar mucho más porque Ezequiel sin avisarte chocó sus labios contra los tuyos. Luego de unos segundos sin reacción le correspondiste; por confusión, por inercia.

Y ya no podías decir que la amistad entre el hombre y la mujer existía.

(Fin Flashback)





Exhalaste alterada; hacía mucho que no removías en tu memoria. El pasillo estaba desierto y ya no escuchabas la música. De repente volviste a recordar por qué habías salido en medio de la fiesta: Pedro ¿Dónde estaría?

- Pau… - dijeron a tus espaldas y te volviste para encontrarte con la persona que menos deseabas ver. No podía ser más oportuno – Aproveche que saliste de la fiesta para que podamos hablar – e hizo una media sonrisa intentado que vos lo imitaras, de la misma forma que la hizo en el 2009 cuando te cargó porque aún Racing estaba en zona de promoción (tampoco te reíste en ese momento). Junio del 2009 última vez que se vieron, café de por medio e incomodidad también.

- ¿Otra vez lo mismo Ezequiel? Ya te pedí que no me jodas más – dijiste molesta y él se mantuvo en su lugar testarudo. Te sentías débil y lo odiabas - Lo mínimo que podés hacer es respetarme eso.

- Es que no entendés…

- ¿Qué no entiendo? – lo interrumpiste furiosa y hubieras dado todo por no haberte despegado de Pedro – No hay mucho para entender, me usaste hasta donde quisiste y después te lavaste las manos.

- No fue así, yo me confundí y después me di cuen

- ¿Te confundiste? – e hiciste un esfuerzo enorme por contener las lágrimas de bronca que estaban deseosas por salir – ¿En qué momento? ¿Cuándo estabas conmigo y me decías que me amabas, cuando volviste con Tatiana y me echaste la culpa a mí por haberme metido entre ustedes o cuando le dijiste a todos que yo te había buscado?

- ¡Escuchame un minuto Paula! ¡Callate! – te gritó con violencia a centímetros de tu cara y te apartaste un par de pasos hacia atrás en silencio – Yo… ya te explique. Se malinterpretaron las cosas. Tatiana entendió lo que quiso y se la agarró con vos porque era más fácil – revoleaste los ojos, cómo si él no hubiera tenido nada que ver – y los del pueblo… es gente chusma Paula.

- Eso ya me lo dijiste mil veces y estoy cansada de escuchar lo mismo. Nunca te hacés cargo de nada – contestaste con cansancio y notabas como su pecho subía y bajaba demasiado rápido. Estaba agitado o pretendía estarlo; quizás, otro número de su acting – ¿Y cuando nos juntamos hace tres años? ¿Qué dijiste que yo te había insistido para vernos? ¿Cómo vas a justificar eso?

- Pau, era muy pendejo… dije cualquiera porque estaba enojado – y enarcaste las cejas, indignada ¿él, enojado? Sin embargo, era lo más sincero que le habías oído escuchar en años – Vos no querías verme más y me dolía.

- Seguís siendo muy pendejo… y ya no tenemos 19 años.

- No quiero que estemos así… vos eras mi mejor amiga antes que cualquier cosa. Yo te sigo queriendo – dijo con dolor y te contuviste de revolear los ojos. Ni sabías que se proponía realmente, pero no te interesaba. Vos lo habías sacado de tu vida hacía tiempo y no tenías planeado volver a incorporarlo.


Pedir perdón era demasiado fácil.

- Yo te di una segunda oportunidad y la desperdiciaste… - y su refutación murió en su boca, quedando boquiabierto sin saber que decir. Lo ignoraste y seguiste - De buena me tomaste de boluda como varios acá. Pero me harté.

- Pau, sólo quiero que estemos bien… que estemos como antes – dijo con cansancio sin tener más argumentos ya. Tragaste con dificultad, de lo cerrada que tenías la garganta.

- Nunca vamos a estar como antes…– sentenciaste con claridad y rudeza y esperaste que de una vez comprenda el mensaje - Pero voy a intentar poner buena onda y ser cordial si nos vamos a estar viendo las caras más seguido… - y él entendió que te referías exclusivamente a reuniones familiares. Después de la charla que habías tenido con tu papá temprano ese día y donde las cosas habían quedado medianamente bien, no querías volver a pelear o alejarte de él. Menos por culpa de ese boludo.

Y no supiste si te dijo algo más porque vos ya transitabas por el pasillo buscando la salida al jardín. Ezequiel no te siguió y lo agradeciste.

Ya más lejos dejaste que las lágrimas recorran tu cara y te limpien de tantos sentimientos de angustia, bronca y decepción. Secaste tus facciones con tu mano izquierda y esperaste a que se borre la evidencia de que habías estado llorando (tenías a favor que la iluminación no era muy buena). Te sentías liviana, liberada.

Quizás, Ezequiel tenía razón, necesitaban hablar. Y fundamentalmente vos necesitabas decirle muchas cosas en la cara que tenías enterradas por una cuestión de autodefensa, de cobardía o de… no sé. Pero lo habías hecho finalmente y eso te hacía sentir bien, a pesar de que tu versión de la historia tuviera poca credibilidad.

De repente, ahí lo viste. Sentado en un banco, fumando, pensativo. Y te sentiste en casa.

Caminaste lo más rápido que te fue posible y te sentaste con una sonrisa a su lado. Él notó tu presencia, pero se limitó a exhalar el humo del cigarrillo en dirección a las estrellas.

-Tenemos que hablar – soltó antes de que pudieras decir nada y suspiraste. Continuó con la vista en el frente mientras apagó el cigarro e intentaste leerlo con la mirada. Y por primera vez, no entendiste nada.

Y eso te hacía presentir que sea lo que quisiera decirte, no era algo bueno.







Antes que nada, para la gente que le gusta Soda o se acuerda de las fechas (¿?) la última gira fue en el 2007, pero por conflicto de fechas de la historia me tome la libertad de modificarla.

Segundo, gracias sistoooooooo por interiorizarme acerca de las fiestas de compromiso, sin vos... nada. Jaja.

Y a Lau, aunque no me hayas traído al surfer, porque me ayudaste bastante hoy. Te quiero mucho mucho (L)

Y a ustedes gracias... totales.

2 comentarios:

  1. gracias.. totales! me sono mucho a Soda, a Cerati!

    Sos grosa!

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  2. Gracias Lu... Sos muy lo más y no me canso de decirlo.
    Vos también me ayudas mil, siempre... Te quieeero ♥
    y lo del surfer... lo vamos viendo ;) JAJAJA!

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