martes, 24 de enero de 2012

Capítulo 35.

Hacer un comentario gracioso y obtener múltiples risas como consecuencia. Al segundo, un remate acertado, equilibrando el humor con la precisión por parte de tu compañera que tiene el control del volante. Y reír de nuevo, a carcajadas.

Ella mantenía su mirada concentrada en la ruta, pero de vez en cuando te regalaba una de esas miradas por las que si no estuvieras dentro de un auto, a mitad de camino a Lobos, hubieras hecho parar el vehículo. Rascaste tu sien; Paula sabía de sus provocaciones y el efecto que tenían sobre vos. Y le encantaba y a vos también, porque si no no seguirías con su juego.

Sonrió descaradamente, como si adivinara lo que se estaba cruzando por tu mente. La imitaste.

El cielo era de un azul intenso y las débiles nubes apenas se hacían notar. Buscaste los cds que habías colocado en la guantera (que hacían diez en total: un par que habías traído vos y algunos que ya estaban en el auto de Paula) y comenzaste a examinarlos uno por uno, decidiendo cual pondrías a continuación. Soda Stereo (y ella pidió por este), Oasis, Los piojos, Los decadentes y un compilado de temas del año que te fuiste de viaje de Egresados a Bariloche, entre otros.

Los recuerdos comenzaron a caer, rápidamente sobre tu memoria y te impregnaste de un olor a alcohol, chocolate y hamburguesas de la quinta comida. Hernán escapándose de la insoportable de Martina, las caídas en la nieve, los planteos ilógicos de tu ex novia en ese momento, los vasos de agua que te tiraban para que te levantes, que te dolieran los pies de tanto bailar. Tus enojos exagerados, tu malhumor de las mañanas, las risas, el Fernet que no era Branca.

Paula te miró con curiosidad por unos segundos y vos le mostraste el Cd dándole a entender que había sido el elegido. Le diste un tierno beso en la mejilla pero sin dejar de ser un poco provocativo (se lo merecía) y te alejaste para introducir el disco en el lugar correspondiente.

La música comenzó a invadir el ambiente y sonreíste al reconocer la primera pista.

- Ah, te pego el viejazo - comentó Pau divertida y vos enarcaste una ceja. Un cartel al costado del camino: faltaban 20 kilómetros para llegar.

- Es un rewind a la adolescencia, a mi viaje de egresados - explicaste con emoción aunque sabías que no lo necesitabas. Como si ella no se ubicara en tiempo y espacio y como si no hubiera bailado estos temas. Que tupé.

- A la infancia diría yo - te cargó aún con la mirada fija en la ruta delante y vos reíste. Y si no le alcanzaba con las miraditas en el auto, duplicaba la apuesta con sus cargadas.

- No te hagas la canchera Chaves que te llevo cinco años nada más… - y ella carcajeó.

Tamborileaste los dedos sobre tu jean y empezaste a murmurar la letra del tema que estaba sonando: te la sabías casi de memoria y cuando te perdías, inventabas. Paula sonreía ante la situación.

Las canciones comenzaron a pasar y con cada una, el entusiasmo y el volumen de tu voz, entonándolas como si estuvieras arriba del micro rumbo a Bariloche, rompiéndole los tímpanos a tu acompañante. Consciente del daño e irritación en la rubia, fuiste incapaz de parar por lo embaladísimo que estabas e intentaste revertir la situación sonriendo y haciendo gestos graciosos para que se sume a tu canto. Y lo que al principio fue gracioso termino volviéndose insoportable y una mueca disconforme tomo dominio de sus labios por lo que sin molestarse en avisarte le dio stop al cd terminando con esa tortuosa sesión de ¿canto?

Oops.

Ahora reinaba el silencio y la idea de fumarte un cigarrillo en ese preciso instante era tan irrealizable como deseada. Miraste como el paisaje iba cambiando con el correr de los segundos a tu derecha mientras parpadeabas lentamente. Suspiraste y volviste la vista a la ruta, casi desierta; suponías que el recambio de temporada ya se había realizado (estaban a dos de febrero).

Las viviendas comenzaban a tomar forma atravesando la ventanilla y el ambiente dentro del auto parecía inmutable. No podías culpar a Paula; bien sabías que su irritación era absolutamente válida. Despeinaste pensativo tu cabello castaño.

El cartel que anunciaba el ingreso a Lobos robó tu atención. Jamás habías oído hablar de ese lugar hasta que ella te lo mencionó y por lo poco que habías averiguado, sabías que la laguna era el atractivo turístico del lugar. Volviste tu mirada hacia la rubia; su expresión era mucho más serena.

- ¿Recalculando? - dijiste haciendo referencia a la frase más usada por los gps y que creíste correcto aplicar en ese momento. Al fin y al cabo, no sabías en que escala estaba su humor.

- ¡Tarado! - respondió entre risas y sentiste como tu cuerpo se relajaba. Dirigió sus ojos verdes por un momento hacia vos, sin mover las manos de la posición en la que estaban.

- Perdoname gorda por lo de recién… me entusiasme un poco - explicaste con una mueca semi camuflada en un puchero. Ella disminuyó la velocidad.

-¿Un poco? - y carcajeaste - Me encanta como cantas mi amor, pero tan seguido y tan fuerte es como… insoportable.

- Gracias por la sinceridad - contestaste algo irónico y se plasmó una sonrisa en sus labios. Depositó un beso sobre tu hombro a modo de disculpa y volvió la vista a la carretera

- ¿Ya llegamos no?

- Sí, igual tengo que agarrar el empalme para llegar a la Estancia… - murmuró pensativa. No parecía estar muy segura de cómo llegar y vos tampoco te acordabas muy bien como se suponía que era. Habías buscado la dirección de dónde se realizaría la fiesta con el Google Maps la tarde anterior y no te sorprendiste al notar que no conocías ninguna de todas las rutas marcadas. Hiciste una mueca en silencio.

La tranquilidad que había mantenido Paula durante todo el viaje y los días previos al mismo era sorprendente. Conociéndola, esperabas que fuera un manojo de nervios y una bomba de tiempo; es más, te habías preparado mentalmente para sufrir cualquier tipo de descargo hacia vos o hacia quien fuera. Pero había adoptado una postura completamente diferente.

Volver a Lobos y reencontrarse con su papá no era un evento más en su vida. O al menos así te lo había dado entender y te pareció admirable el esfuerzo. Vos no sabías si serías capaz de hacer lo mismo… pero desde que estabas con Paula te sentías capaz de hacer cualquier cosa. Y esas pequeñas cosas te hacían amarla cada vez más.

Mordió su labio inferior mientras acariciaba el volante, pensativa. Estacionó en una calle tranquila, alejada del centro, atrás de un Corsa verde oscuro minutos después. Suspiro.

- ¿Me alcanzas el mapa que esta en la guantera amor? - pidió mientras te señalaba el lugar donde se encontraba. Asentiste y buscaste dentro del compartimento, sin encontrar rastro del papel mientras revolvías lo que se encontraba dentro. Frunciste el ceño.

- No está gorda - y ella resopló casi con impaciencia.

- Y si me revolvés todo así va a ser difícil encontrarlo – Paula y el orden perfecto. Vos y tu particular desorden.

- Perdón – fue lo primero que dijiste con la esperanza de descomprimir la situación e intentaste acomodar las cosas como estaban, siguiendo la imagen previa que había quedado en tu memoria visual. Ella volvió a morderse el labio.

- Tiene que estar, lo puse antes de salir.

- No lo encuentro – finalizaste y veías como se desabrochaba el cinturón de seguridad. La imitaste para tener más comodidad al buscar - ¿Y si usamos el GPS?

- Dale, ¿dónde lo pusiste? – preguntó más animada.

El GPS, en la mesa de roble del living de la casa de Paula, guardado en ese estuche negro que nunca agarraste antes de salir. Rascaste tu sien con el índice.

- Me lo olvide – confesaste casi en murmullos y recostando tu cabeza sobre el asiento. Paula te imitó cerrando los ojos.

Claramente te habías equivocado. Estaba muy susceptible hoy.

- Pedrooooo… ¡te dije que lo agarres! – musitó molesta y vos revoleaste los ojos – fue lo único que te pedí…

- Bueno Pau, perdoname, se me pasó – contestaste intentando mantenerte sereno. En una milésima de segundo se irguió y te clavó los ojos, fulminándote con la mirada. Vos la imitaste.

- Se te pasaron muchas cosas hoy – sintetizó ácidamente. Te acomodaste en tu asiento y miraste hacia otro lado, no ibas a ser partícipe de ese planteo sin fundamentos. Al direccionar la mirada hacia abajo, divisaste a tu costado izquierdo el mapa que había desarrollado el conflicto en primer lugar. Lo recogiste rápidamente y se lo entregaste.

Y suavizó su expresión. Quiso decir algo, pero las palabras no salieron de su boca; era consciente de que había sobredimensionado las cosas un poco pero su molestia no la dejaba hacer otra cosa. Leyó el mapa y prendió el motor para girar a la derecha y meterse en la ruta hasta llegar al kilómetro indicado en la tarjeta de invitación.

Vislumbraste la estancia La Candelaria a lo lejos. La naturaleza comenzaba a contagiarte y te recompuso la paz que habías perdido en esa discusión de minutos atrás. Dejaste que tus pupilas se llenaran del paisaje que se reproducía ante tus ojos y convertiste al silencio en una constante.

Al llegar cerraste los ojos, intentando guardar la belleza que habías visualizado previamente. Su voz hizo que los abrieras de inmediato.

-Llegamos – anuncio con un tono tranquilo, mediador. Asentiste y saliste del auto, deseoso de estirar las piernas. El aire chocó en tus mejillas y sentiste como el sol comenzaba a subir la temperatura de tu cuerpo. La oíste carraspear por detrás y te abrazó tiernamente por la espalda.

- ¿Me perdonás gordo? Exagere un poco – te susurró y sentir su aliento sobre tu cuello te estremeció.

- ¿Un poco? – contestaste, citando una pregunta que elaboró antes. La sentiste sonreír desde tu espalda y vos dibujaste una en tus labios, victorioso.

- Estoy nerviosa con el compromiso y me agarre de eso… - dijo mientras enroscaba su pelo entre sus dedos – Igual vos colaboraste un poco – murmuró graciosa y depositó un beso en tu cuello.

- Ahora, por decir eso, te devuelvo tu beso – informaste al darte vuelta y reíste ante la cara de incredulidad que puso Paula cuando con un gesto acariciaste el lugar donde te había besado para luego rozar sus labios con tus dedos a modo de devolución.

- Ah bueno – soltó y carcajeaste sonoramente mientras la atraías hacia vos tirando del cinturón que sostenía su short de jean. Ella se mordió el labio.

- Tontita – susurraste mientras la abrazabas – Te amo – dijiste dulcemente mientras acariciabas su rubio cabello y ella modulo un “te amo más” al separarse para poder decirlo mirándote a los ojos. Amoldaste tus manos a su cintura y rozaste tus labios con los suyos, para finalizar en ese beso tan necesitado por vos como por ella. Uno de esos que te llena el alma.

Pronto, sentiste como todo se acomodaba nuevamente y ella se acurrucó en tu pecho, respirando de manera pausada. A los dos minutos inspiró una moderada cantidad de aire y te tomó de la mano firmemente, entrelazando sus dedos con los tuyos, para que de una vez hicieran entrada al lugar del gran acontecimiento.

Y desde el cual nada, sería igual.









He vuelto, finalmente. Pido perdón por no haber podido subir ayer, pero las cuestiones personales me excedieron. El que haya perdido alguna vez a una mascota o tenga una, me entenderá.

Mi capítulo va enteramente dedicado a Sathy, mi hermana del alma, que estos días me bancó incondicionalmente por toda esta porquería que me pasó y me bancó algún que otro arranque que nada que ver. Y se que lo va a hacer siempre.

Quiero que sepas que es recíproco y mutuo sisto, te loveo montones y estoy acá para vos siempre que me necesites y aunque no, también.

Gracias por el aguante!

1 comentario:

  1. Uooooou. Quiero más! Cuanto espere este regreso. Te juro que amo tu novela! De todas las que leo (Que son muchisimas) Es la que más me gusta... Porque aparte de que pasan cosas super interesantes esta re bien escrita ♥ Te juro que amo tu nove y espero más caps con ansia.

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