El eclipse de luna era esa noche. Era el más largo en 11 años y te habías perdido todos los anteriores, lo cual hacía este aún más importante. Decían que en el 2014 se produciría otro… pero quién sabe que estarías haciendo para esa fecha.
Acomodaste la reposera en la terraza, al costado del equipo de mate y una frazada que habías agarrado porque estabas segurísima que ibas a tener frió. Digamos que desde los inicios ese día había comenzado con extrañezas… Empezando porque tu papá te llamó temprano.
La charla había sido breve, incómoda y quizás hasta algo capciosa. Contaste cinco pausas, dos momentos embarazosos y algún que otro carraspeo. Sin embargo, te sentías más relajada después de hablar con él; como si te hubieras sacado un peso de encima.
Estabas segura que había llamado con la idea de tener que realizar una tarea de convencimiento (completamente inútil) que no tendría resultados positivos. Pero lo sorprendiste ¿gratamente? al contestar afirmativamente a su invitación.
Y la remataste al confesarle que irías con alguien.
Te sentaste con suavidad sobre la reposera y consultaste la hora en tu celular; 20:01. El eclipse comenzaría 35 minutos después y el cielo estaba completamente despejado. Ideal.
Mordiste tu labio; quizás el apocalíptico 2012 vería la luz en el día del compromiso. Demasiada gente compartiendo problemas y pasados en común ¿cuáles serían los daños colaterales?
Alejaste los malos pensamientos de tu mente y respiraste hondo. Tendrías tiempo para amargarte más tarde; hoy era 21 de enero y creías que merecías disfrutar. Al fin y al cabo, te habías acordado del espectáculo natural que se produciría dentro de unos minutos.
¿Otro intento desesperado por ponerte en blanco?
Los nervios te carcomían. Pedro estaría llegando en cualquier momento y todavía no se te ocurría la manera correcta para invitarlo. Con tus anteriores novios, jamás habías tenido que hacer este tipo de invitación; siempre eras la agasajada. Con él, tenías miedo incluso de la respuesta… Peter no era igual que los demás.
A veces, hasta tenías que tomar vos la iniciativa; por momentos parecía llevarse el mundo por delante… pero en otros, quizás era más inseguro que vos. La realidad era que a fondo no lo conocías, aunque sintieras que lo conocías de toda la vida. Podías escuchar su particular risa en tu cabeza y a veces jugabas a adivinar sus posibles respuestas.
De repente la vista se te oscureció por completo y cerraste los ojos al sentir las manos de un hombre posarse sobre tus párpados. Sonreíste; podrías reconocer ese perfume a kilómetros.
- José – dijiste con voz de enamorada mientras acariciabas ambos dorsos de tu acompañante con mucha dulzura.
- Ah bueno – soltó Pedro y carcajeaste al imaginarte la cara que había puesto. Te levantaste de la reposera con efusividad y casi te llevas puesto el mate cuando corriste hacia él entre sonrisas para abrazarlo.
- Hola tontito – y rodeaste su nuca con tus manos mientras entrelazabas tus dedos con el cabello castaño de él; te encantaba hacer eso. Lo besaste con suma terneza y él amoldó sus manos a tu cintura.
- Encima que me llamás por otro nombre, me decís tonto. Cuanto maltrato - se quejó mientras te besaba y vos sentías que no necesitabas más. Era tan lindo cuando se enojaba…Se movieron hacia atrás y casi volvés a volcar el mate. De casualidad no manchó la frazada – Torpe.
- Bueno, eh, me cuesta controlar mis extremidades –y rió mientras depositaba un beso en tu mejilla - ¡1 metro 80! - Te separaste y con cuidado te acostaste en la reposera a rayas azul, mientras Pedro te miraba desde arriba enarcando una ceja.
- ¿Es a propósito lo de la única reposera o no tenías otra? – preguntó divertido y vos sonreíste. Obviamente que no había sido casualidad.
- Un poco y un poco – confesaste con tu mejor sonrisa mintiendo un poco para dejarlo con la duda. Te encantaba histeriquearlo – ¿La verdad? No veía la hora de compartir esto con vos - Sonrió ampliamente.
- ¿Me hacés un lugarcito entonces? – te pidió casi con un puchero y carcajeaste. Te levantaste permitiéndole sentarse en primer lugar y él hizo una mueca de dolor como si fueras demasiado pesada. Lo miraste sorprendida y lo golpeaste mientras reía; él respondió con un suave beso sobre tu hombro.
¿Golpes por caricias? ¿Entonces besos por qué otra cosa?
Le diste uno en el cuello, casi tu lugar predilecto. Conocías esa sensación que te embargaba… ya la habías sentido antes ¿Te suena el Empire State? ¿Nueva York?
Te separaste para mirarlo y ambos se hundieron en sus ojos; vos en sus color almendra y él en tus verdes ¿Podía una mirada hablar tanto? La conexión que sentías tan solo con contemplarse era idílica.
Extrañamente, no sentías miedo. Pedro te transmitía tanta paz… que ni sabías si ibas rápido o lento. Lo único que tenías en claro era que ibas en serio.
¿Era posible quererlo tanto?
Te besó en los labios y dejaste de pensar por un minuto. Cuando te separaste, lo abrazaste con firmeza, deseando que no te suelte nunca. Casi como si necesitaras protección.
Te habían atacado nuevamente los nervios. Suponías que internamente, más allá del temor a un posible rechazo de tu invitación lo que te mantenía intranquila era que ni bien las palabras salieran de tu boca, el compromiso sería más real que nunca.
Peter te acariciaba el pelo como si supiera de tu guerra interna. Definitivamente era un ser muy perceptivo.
- ¡Ay el eclipse! – exclamaste de un momento a otro sobresaltada y la reposera casi se les da vuelta. Pedro y vos carcajearon casi al mismo tiempo luego de evitar la caída y volviste a acomodarte sobre tus piernas.
- Esta vez el mate no corrió la misma suerte – comentó gracioso y te inclinaste para observar como la yerba se había desparramado por el piso. Detectaste como la bombilla se encontraba 2 metros adelante y frunciste la boca.
- Ya fue, estaba lavado igual – dijiste dándole poca importancia mientras mirabas la hora. Faltaban cinco minutos.
- Ah, que bueno que me esperaste – te cargó mirándote divertido y vos te diste vuelta para observarlo.
- Estaba ansiosa – y él te robo un beso casi tímidamente. Lo miraste entre asombrada y divertida y lo tomaste de la barbilla para devolverle el contacto con seguridad – SHHH que empieza – soltaste de un momento a otro recordando que la cuenta regresiva ya era nula.
De repente, la luna (que estaba llena) comenzó a verse manchada en menos de la mitad de su superficie por una negrura que iba abarcando cada vez más de la misma, haciendo que luz que emitía el satélite fuera menor a lo largo de los minutos.
Suspiraste completamente emocionada; no tenías ni el telescopio para ver con exactitud y la cámara te la habías olvidado abajo… pero estabas con Pedro, viviendo algo casi único ¿Acaso podía ser un momento superable?
No te definías como una persona romántica, pero definitivamente el castaño estaba sacando un lado nuevo de tu personalidad. Quizás muy en el fondo, lo eras; pero estabas esperando la persona correcta con la cual desnudarte por completo.
- ¿Querés venir al compromiso? – largaste, mirando al frente, embobada a la luna. Las palabras se te habían escurrido casi inconscientemente.
- ¿Eh? – te preguntó Pedro, desentendido. La esfera se estaba tiñendo de unos tonos rojizos y jamás habías visto nada igual. Posó su mano en tu pierna con suavidad, incentivándote a que reformules la pregunta.
- Que si querés acompañarme… - y te diste vuelta finalmente, para hacerte cargo de la pregunta que enunciaste casi en contra de tu voluntad ¿Un acto fallido? - todo bien si no querés, en serio Peter.
- ¿Por qué te atajas? – inquirió y bajaste la vista avergonzada. Él te tomo fuertemente de la mano – Claro que quiero. Me encantaría acompañarte.
Sonreíste de costado, como tanto le gustaba hacer a él. No te hacía falta nada más que sus caricias.
Te acostaste en su pecho, justo sobre su corazón. Sus latidos, regulares, musicalizaban a la perfección el eclipse y el momento. La luna volvía poco a poco a hacerse visible, pero ambos permanecieron abrazados, congelando el instante.
- Te quiero tanto Pau – susurró entre tu pelo rubio, inmaculadamente. Vos moviste tu cabeza para que su rostro sea visible a tus ojos.
- Vos no te das una idea de cuánto te quiero – y acariciaste su pecho mientras el hacía lo mismo con tu mejilla.
Y la cantidad… era enorme.
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