Hasta hoy.
Paula Chaves eras vos y allí estabas, desesperada por llegar al departamento de Pedro y puteando al tráfico de Lacroze y Cramer que no avanzaba. Varada en la barrera próxima a un rejunte de autos en la misma que vos, esperando que se habilite el paso o que al menos, el tren pasara de una vez. Eras impaciente, como ninguna.
Habías llegado a la conclusión que Pedro era tan ambiguo como complejo. Cuando parecía que por fin le estabas sacando la ficha te sorprendía con otra vuelta de rosca dejándote más perdida que la vez anterior.
Y eso te volvía loca.
Con él parecía que siempre iban a la par. Vos le decías “te quiero” y él te remataba con un “te quiero más”. Antes te gustaba tener siempre la última palabra pero ahora preferías alguna frase de él que te de vuelta el mundo.
Cómo la del último bbm que te envió. Las palabras aún resonaban en tu mente y aunque no tuvieras un espejo a mano podías imaginar la cara de idiota que habías puesto al leerlo. Te desequilibraba, en todo momento.
Nadie de tu historial amoroso hasta Peter se había atrevido a cortarte el hilo del histeriqueo que estabas llevando a cabo como él. Generalmente te seguían el juego; un juego donde mandabas solo vos. Pero Pedro, con toda su simpleza, te había hasta puesto los puntos.
Ya no podías esperar para llegar; verlo era una adicción ya más que una necesidad. En el estéreo de tu auto sonaba Soda Stereo, el único CD que tenías y además, el que estaba puesto una vez que te subiste.
Prácticamente Florencia te había echado del estudio. En realidad, tenías una hora más ahí, pero al mostrarle tus mensajes con Pedro se indignó y pronunció un “¿Y que hacés todavía acá Paula? ¡No seas boluda y anda a hacerle la enfermerita!”. Carcajeaste.
“Siempre mas
se pide y se vive
canción animal
canción animal.
No me sirven las palabras
gemir es mejor
cuando el cuerpo no espera
lo que llaman amor”
Y tenía que ser una joda. De todas las canciones del CD, tenía que sonar “canción animal”, que hablaba del deseo entre el hombre y la mujer en su nivel más básico e irracional. Si estabas intentando relajarte, todo se fue al tacho. Estabas más nerviosa que nunca.
No podías concentrarte para manejar y si nadie salía lastimado en tu trayecto, tenía que ser considerado casi un milagro. Hubieras dado todo para tener el don de la teletransportación y estar ya ahí, junto a Pedro.
Afortunadamente, estabas a aproximadamente diez minutos de su casa; lo malo, seguías sin poder manejar tu ansiedad. Tu mamá siempre te decía que era imposible controlar el aquí y ahora; lo único que podías hacer era dejar que fluya.
Estacionaste y antes de bajarte del auto te miraste en el espejo. Un poco por costumbre y el otro poco… bueno, es obvio.
Retocaste el maquillaje sin ser exagerada; tampoco querías parecer tan producida. Revolviste tu pelo intentando darte un aire despreocupado que no tenías y activaste la alarma.
Al llegar a la entrada, el señor de seguridad (un hombre notoriamente mayor) te guiñó el ojo derecho de manera cómplice y te dejó pasar sin hacer chequeo alguno de tu identidad con una sonrisa. Se la devolviste (únicamente por educación) y te apuraste para llamar al ascensor luego de saludarlo brevemente.
El viaje, si así se lo podía llamar, se te hizo eterno y sabías que estabas siendo exagerada. Pero tu actitud derivaba de la impaciencia y la impaciencia de lo ansiosa que eras. Un círculo vicioso que seguía y seguía y terminaba conformando parte de tu personalidad.
Mierda que eras complicada.
“Antes muerta que sencilla” te recordaste a modo de consuelo y tocaste el timbre una vez frente a la puerta del departamento.
Despeinado, con una sonrisa y un perfume que identificaste como “Black XS” de Paco Rabanne te abrió la puerta y te pareció que estaba más lindo que la última vez que lo viste.
¿Simple impresión pasajera o pista visible de lo enamorada que estabas?
Sonreíste y él te tomó de la mano, quizas incentivándote a que lo saludes o simplemente invitándote a pasar. Elegiste la primera y estampaste un dulce beso sobre sus labios.
Pedro te rodeó con sus brazos por la cintura y empezabas a dudar si algún día se te pasaría esa devoción por su boca.
Para alguien que pensaba que tenía todo bajo control, era bastante irónico el efecto que producía sobre vos tan solo su contacto. Eso te hacía sentir entre tonta y vulnerable y ninguna de las dos sensaciones te gustaba, para nada.
Porque aceptar que sos débil sería tirar al tacho años y años de creer que eras el ser más independiente del planeta (sin confundir independiente como anti) para que un hombre que recién conocés (o que lo conocés de toda la vida, es tan subjetivo eso con Pedro) te de vuelta el mundo con una revoleadita de ojos.
Increíble. Incontrolable. Real.
¿Y de qué te sirve intentar controlar lo incontrolable?
Se separaron (y vos ni te enteraste cuando) y de repente estabas adentro de su living, observando desconcertada el ímpetu con el que había limpiado el departamento.
Sonreíste como una tonta (porque la sonrisa ya formaba parte permanente de tu expresión facial siempre que estabas con él) y ni bien él te correspondió te olvidaste del control y de la falta de.
Se desvaneció el mundo.
- Gordo, te sentís mejor? - preguntaste con dulzura y él hizo una mueca dándote a entender que aún no lo estaba del todo. Evidentemente seguía afónico.
- Tengo algo para vos - dijo en un murmullo tan imperceptible como ronco y que solo pudiste descifrar porque le leíste los labios. Te hizo una seña para que te sientes y obedeciste.
Ese “tengo algo para vos” te sonaba tanto a “tengo una sorpresa” que sentiste como la ansiedad te atacaba y apagaste el celular en una corazonada.
Pedro se acercó ocultando algo tras la espalda y frunciste el ceño. Él te sonrió de esa manera tan ingrata, probablemente divertido por tu ansiedad no disimulada. Mordiste tu labio.
Sacó un rectángulo de cartón escrito con marcador indeleble negro. Te impacientaste más.
“A veces siento que no encuentro las palabras adecuadas cuando hablo en voz alta”
Cambió el primero por otro, de las mismas características. Estaba sumamente nervioso, aunque no lo manifestara.
“Y la verdad, esto de estar afonico me vino barbaro para escribirte, en vez de decirte”
La sonrisa plasmada en tus labios, infaltable. Sabías que a Pedro le daban vergüenza estas cosas tan cursis, pero con vos, él se animaba a todo.
"Antes no sabía cual era mi lugar... o si había alguno para mí”
El corazón te latía a mil y si no estuviera contenido en tu pecho, estabas segura que habría saltado. Con timidez, tomó otro rectángulo de cartón.
“Pero hoy no sólo lo encontré, hoy se dónde quiero estar”
Y te morías. No cabía tanto amor adentro de tu cuerpo.
“Mi lugar es al lado tuyo…”
Sentías húmedas tus mejillas, pero no podías hacer otra cosa que mirarlo.
“Y quiero quedarme a vivir en este eterno déja vu con vos”
Directo ahí, al pecho.
Y falleciste y volviste a revivir porque tan sólo por esa mirada valía todo.
Te levantaste por inercia, quedando frente a sus ojos; estabas muda, sorda y principalmente tonta. De tan emocionada, prácticamente inmóvil.
Pedro ya se había desecho de los carteles (los apoyó sobre la mesa) y te miraba, tan emocionado como vos. Te derretiste.
- Te amo - largaste sin darte cuenta. Y de repente sentías que con esas dos palabras habías logrado la anatomía perfecta de tu corazón. Sonreíste; quizás era lo más sincero y exacto que habías dicho en toda tu vida.
- Yo también te amo - te susurró mientras rozaba tus labios y estaba tan cerca que no sabías qué respiración era de quien. Te sonrió y te contagiaste; la felicidad que sentías era imposible de medir.
Te besó y te perdiste, para encontrarte en su boca. Te mordió el labio y suspiraste. Tan pasional, tan él.
Sentiste como su piel caliente chocaba contra la tuya y de repente la blusa que llevabas era una insoportable molestia que no les permitía (ni a vos ni a Pedro) continuar con ese descubrimiento de sus cuerpos. Tuviste la cortesía de eliminarla y tomaste dominio de sus labios.
Él exploró los límites de tu espalda y vos enrollaste hacia arriba su remera blanca de algodón para que luego descanse sobre el piso de madera. Unieron sus bocas al unísono nuevamente y no sentiste más que amor.
Cada beso, cada caricia. Los contactos te parecían tan efímeros que nada te alcanzaba. Te levantó y te llevó hasta su habitación con dulzura y delicadeza mientras te hundías en las irregularidades de su torso.
Recorrió cada centímetro de tu cuerpo con sus dedos mientras te empujaba con suavidad hacía la cama, provocando pequeños escalofríos que se transformaban en placer. Y el mundo más allá de ustedes dos se desvanecía.
Se entremezclaron, se hundieron, se conocieron. Se amaron.
Y esto no era un simple déja vu... porque no existía amor más puro que este.
Para vos mi IDOL (Sathy ♥), te lo dedico con todo mi love porque fuiste de las personas que más me hizo el aguante estos días que anduve mal, porque te lo debía y porque lo había prometido. Y acá estoy cumpliendo...¡Te quiero mucho!
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