domingo, 8 de enero de 2012

Capítulo 34.

Rojo, fuego.

El 507 “Fire Fox” decoraba tus uñas; ésta era la segunda mano de esmalte y esperabas que el “secado rápido” que aseguraba Revlon fuera cierto. Soplaste sobre las mismas y aguardaste.

Escuchaste el chiflido de la pava en la cocina, indicando que el agua ya había hervido (y que se les había pasado para mate). Minutos después Zaira se acercó al living y se sentó al lado tuyo, expectante. Por el brillo en su mirada, adivinabas que estaba deseosa por saber eso que no le estabas contando.

Sonreíste, dándole a entender que vos también tenías ganas de hablar.

- Y… ¿Cómo te fue? – inquirió.

Peter.

Rojo, pasión.

Recuerdos de esa noche cayeron a tu mente. Esa en la que fuiste suya, y él tuyo. Vos y él. Él y vos. Pedro y Paula.

Su aroma prendido en tu piel, una cercanía insuficiente. Un atardecer inolvidable.

Un “te amo” que se escapó de tus labios, otro que repitió él causando que lo quieras más. Caricias y besos que dejaron huellas entre las sábanas. Amor.

Te pusiste colorada, casi alcanzando el color de tus uñas. Hiciste una media sonrisa, casi tímida, haciendo que la respuesta fuera innecesaria.

- ¡Sí, sí, sí! – festejó ridículamente dando pequeños saltos en el sillón y vos chocaste tus manos con las de ella. No habías tenido oportunidad para hablar con la castaña del tema, pero sabías que la noticia no hacía más que ponerla feliz.


Concluiste, que la felicidad era generalizada. A vos tampoco nada podía hacerte más feliz que Peter y su media sonrisa.

Reíste con ella.

- ¡Zarpó el barco! – exclamó divertida.

- ¡Zaira! – le dijiste desconcertada abriendo tus ojos, pero completamente tentada.

- Me alegro mucho por vos Pau, en serio - le tomaste la mano en señal de agradecimiento y ella se dejó – Por ustedes en realidad.

- Soy feliz – simplificaste con un solo adjetivo – Estoy enamorada cachorra.

Se abalanzó prácticamente a tus brazos y devolviste la muestra de cariño con dulzura. Poder compartir ese momento con tu amiga no tenía precio.

Pidió detalles ilusamente, pero fueron pocos los que le diste. Aparentemente, Pedro tampoco le había contado nada y te causó gracia su frustración; la verdad, era que en su lugar también hubieras tratado de averiguar y conociéndote, quizás hasta hubieras insistido un poco más. Así que intuitivamente le preguntaste cómo andaba sentimentalmente para evitar que intente ahondar en el tema y fue ella ahora quién te dejo con la duda excusando que se había dejado olvidada el agua en la cocina.

Qué oportuna.

- ¿Viste el traje? – preguntó cuando volvió con el termo y tu mente hizo una especie de rewind.

El traje, la foto, la cancha. Ezequiel.

Rojo, alarma.


(Flashback)

Imposible no reconocerlo. A unos pocos metros de Pedro, pudiste identificar sus ojos verdes, su pelo castaño claro y esa expresión apasionada.

No podías creer tu mala suerte y menos como el destino estaba ensañado en que tu camino y el de tu ex mejor amigo se cruzaran esporádicamente.

Intentaste que tu rostro no revelara tu malestar pero supiste que tus segundos en silencio no colaboraban. Peter te miraba extrañado y podías presentir el cuestionario que empezaría a continuación.

Tragaste.

- ¿Qué pasó gorda? ¿Reconociste a alguien?- y las palabras retumbaron en tu cabeza. Le devolviste la mirada y su tono de preocupación hizo que la bajaras de inmediato. Carraspeaste.

- Un ex compañero del colegio, que no me bancaba – resolviste rápidamente, casi sin pensar. Una respuesta sencilla, concisa, suficiente - ¿Me vas a mostrar qué compraron con Zai? – dijiste cambiando de tema y aprovechando que sus facciones se habían relajado.

Habías evitado las explicaciones… al menos por el momento.

(Fin flashback)



- Hey, Pau… colgaste – y sí, una vez más eras incapaz de controlar tus expresiones. Sacudiste la cabeza y esbozaste tu mejor sonrisa a modo de disculpa. Zaira cebó el mate no muy convencida y otra vez el timbre te salvó las papas del fuego.

- ¡Llegó Pedro! – le informaste a Zaira y ella enarcó una ceja. Odiabas que fuera tan perceptiva.


Pero cuando él atravesó la puerta, volviste a olvidarte de todo. Como la tarde de ayer, en la que con un beso suyo tus problemas carecieron de interés. Respiraste.

- Amor, no sabés lo que encontré hoy ordenando el placard – y él ya estaba sentado al lado tuyo en el sofá del living con su mano derecha entrecruzada con tu izquierda y esa sonrisa imborrable que te regalaba siempre que estaban juntos. Relajado.

Zaira luego de saludarlo efusivamente, había ido a cambiar la yerba para hacer más mate. Implícitamente, se había retirado para dejarlos solos.

- ¿Qué cosa gorda? – preguntó curioso y acariciaste su mejilla.

Nuevamente un sonido quebró el clima y esta vez era el celular de Zaira con una melodía que identificaste como David Guetta. No eras fan de la música electrónica pero reconociste el tema y te acordaste de cómo lo había bailado en tu primera noche de soltera luego de tu olvidable relación con Facundo. Descontroladamente, habías entonado las estrofas mientras te movías al compás de la música, en Tequila, con tu amiga y un champagne con energizante.

- ¡Fijate quién es Pepe! – gritó Zaira desde la cocina y tu ¿novio? tomó el celular de la pantalla para leer quién estaba intentando comunicarse. Sus facciones pronto se endurecieron y mosqueaste. Estaba como tildado.

- ¿Y? – inquiriste ansiosa y te inclinaste al no obtener respuesta – ¡Es “Lu A” gorda! – y Pedro te entregó el BlackBerry.

- Ay, es Lu Arévalo, pasame – explicó tu amiga corriendo hacia el living y tomando el teléfono. Cuando se perdió por la cocina volviste a clavar tus ojos en los de él, que parecía repentinamente aliviado.

- ¿Qué te pasa? – interrogaste.

- Pensé que era otra persona – y vos frunciste el ceño. Él esbozó una mueca.

Suspiraste.

Generalmente te considerabas una persona intuitiva, con tacto, pero en esta ocasión no sabías donde lo habías dejado. No tenías idea de cómo entrar al tema sin causar el efecto contrario al deseado y supusiste que se debía a que había muchas cosas de Pedro Alfonso que aún no habías descifrado.

Sin embargo, tampoco podías quedarte con la duda de quién era la tal “Lu A.” que él claramente conocía y de la cuál aparentemente no quería saber nada o le ponía nervioso su simple mención. Quizás era una ex novia, una amiga de la infancia, un amor frustrado o la kiosquera de en frente.

O tal vez tenías cola de paja y estabas proyectando.

- Ah… - y antes de que pudieras componer en una frase tu pregunta, él te interrumpió.

- Creí que era mi hermana – y calculaste que ese era un tema tabú para él. No podías juzgar, el divorcio de tus papás hasta hace no tanto también lo era.

Problemas familiares.

Te concentraste en sus ojos cafés y sentiste su mirada triste. Corriste el almohadón que no te permitía llegar con comodidad hasta él, para plantar un suave beso sobre su mentón. Él entrecerró los ojos y volvió a sonreír.

- Ahora soy yo el que está ansioso – reveló riendo y te acordaste de lo que querías mostrarle.

- Vení – y tironeaste de su mano para que abandonen en sofá y se dirijan a tu cuarto.

Antes de abrir el armario contemplaste los almohadones de encaje sobre el futón que habías comprado hacía dos días. Sonreíste satisfecha por tu compra y Pedro te miró curioso.

Sacaste una caja con búlgaros donde solías guardar cosas de viaje, desde las fotos de tu viaje de egresados hasta los mapas de cada lugar que habías visitado. Te gustaba tener recuerdos de cada lugar a donde ibas.

Siempre la tenías ordenada, pero jamás habías notado la existencia de esa foto que ahora tenías sobre tus manos. Claro, se había pegado por la humedad con otra y la encontraste de casualidad buscando una tuya con tu hermano del viaje a España del 2009.

- ¿Te acordás de este día? – preguntaste con ilusión y mordiste tu labio al ver como Peter sonreía al observar la fotografía.

Vos, tus múltiples abrigos, tu jean favorito y Pedro (con barba recién crecida), una bufanda del “Schalke” (equipo de fútbol), sentados en un banco en un Central Park teñido de blanco, luego de una guerra de nieve (que inició él y que ganaste vos) que los tuvo como protagonistas. Juntos, abrazados.

- Te amo tanto – pronunció y deslizó una mano por tu cintura para sellar con un beso lo previamente dicho. No tuvo que esperar una respuesta, porque ya te encontrabas entrecerrando su nuca con tus manos y pegando tu boca contra la suya con dulzura.

Vos también lo amabas, demasiado.

Rojo, amor.





Dedicado a la love de mi ídola de ídolas, Sa (@PiyuelasdePyP), a la cual quiero mucho y voy a extrañar durante mi ausencia ♥ . Sos lo más de lo más del alterno mundo jajajaj.

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