Esa noche perdiste la noción del tiempo otra vez.
Los ojos de Paula, verdes y desafiantes, te miraban desde la lejanía que marcaba la distancia entre la puerta de su habitación y la cabecera de la cama.
- Salí Pedro, estoy horrible - se quejó casi inaudiblemente, tapada hasta la nariz.
El silencio más allá de sus voces, era palpable. Nada existía más allá de esas cuatro paredes, donde estaban ella y vos.
Revoleaste los ojos.
- Imposible que estés horrible Pau - y sabías que mordía su labio interior bajo el acolchado para demostrarte cuán diferente pensaba ella. Te acercaste dos pasos - Sos un poco chueca nada más.
Y rápidamente destapó su rostro, dejándote ver la nítida "o" que formaban sus finos labios. Estaba ofendida.
- Porque vos tenes las piernas muy derechas ¿no? - musitó mientras se tapaba la cara con una mano. Sonreíste.
- Cargame todo lo que quieras... Me voy a quedar cuidándote igual - y la oíste refunfuñar. Estaba absoluta y totalmente en contra de esa opción (al menos, en apariencias).
- Pedro...
- Te traje una Gatorade además de los medicamentos - comentaste con un tono de voz superior al que ella estaba utilizando mientras le mostrabas la bolsa que contenía la botella energizante. No te inmutaste ni un poco a pesar de la mordida de labios que te estaba haciendo.
- Puedo sola - aseguró molesta y con suficiencia aunque sabía que eso no era verdad mientras acomodaba sus sábanas de algodón. Sin embargo, era probable que todo fuera una pose camuflada para que le insistieras un poco. Y vos no tenías problema en insistir porque querías quedarte ahí con ella y hoy estabas más caprichoso que nunca.
Hoy lo que querías lo obtendrías.
Paula hizo una mueca y tal expresión en su rostro te transmitió absoluta ternura. Ni loco te ibas a mover de ahí.
- Y un par de chocolates para cuando te sientas mejor - agregaste con naturalidad, pasando por alto sus quejas y ella resopló lo suficientemente fuerte para que la escuches con claridad. Una media sonrisa se dibujó en tu rostro.
- Está bien, podés quedarte - dijo y tuviste la esperanza de que en realidad, eso fuera lo que más quería en el fondo.
- ¿Los chocolates terminaron de convencerte no? - y si hubieras estado cerca te hubiera empujado. Te fulminó con la mirada.
- Me terminaste ganando por cansancio, en realidad - dijo con voz gangosa y te adentraste en la habitación para poder tomarle la fiebre - Encima que te tengo que aguantar hace dos días viviendo acá, acostándote en el sillón con la espalda mojada, dejándome los puchos en el cenicero, querés hacerme un enfermero sexy.
- No estoy viviendo acá por gusto - mentira - Hay pérdidas de gas en el edificio y no me podía quedar... - explicaste y ella revoleó los ojos, minimizando tus dichos - ¿Qué preferías que Zaira te haga de enfermera?
- Obvio, mi cachorra es lo más - dijo con orgullo y como si fuera una obviedad. La miraste con sorna inclinando la cabeza.
Mentirosa.
- Zaira no te puede dar los mimos que el farmacéutico aconsejo... - y ella arqueó las cejas al escuchar la palabra "mimo".
- ¿Y por qué no? - inquirió con un dejo divertido. Frunciste el ceño.
- Porque es Zaira…
- ¿Y? Zaira es cojible - y tus ojos se abrieron repentinamente mientras Paula estallaba en risas al verte. A pesar de que conisderabas a la morocha una hermana, intocable, no pudiste evitar la imagen sumamente subida de tono que se proyectó en tu mente. Rascaste tu sien incómodo, mientras te contagiabas de Paula.
- ¿La fiebre está sacando a la luz tus fantasias y deseos prohibidos? - inquiriste gracioso y Paula mientras reía se mordió el labio.
- Es un chiste Pedrooooooo - se quejó y carcajeaste - Basta, no me pichicatees que estoy convaleciente...
- Chicanear, Pau…. - la corregiste y te miró con odio. Aprovechaste para tomar de la mesada el termómetro y se lo pasaste. Ella lo tomó a regañadientes y sonreíste con satisfacción.
No podía ser tan linda.
- Tenes mucha tela para cortar Pau - justificaste con una media sonrisa y la rubia revoleó los ojos mientras se incorporaba sobre sí misma para colocar el termómetro debajo de su axila.
- Vos te agarras de cualquier cosa para cargarme.
- Me agarro de cualquier cosa para estar con vos - confesaste mientras las mirabas fijamente a los ojos. Paula no desvió los suyos, pero supiste que esa acción la había estremecido.
De pronto, el termómetro comenzó a sonar intermitentemente arruinando por completo el clima que comenzaba a formarse entre ustedes. Carraspeaste con molestia, odiando el ruido, y experimentaste demasiadas ganas de revolear el aparato por la ventana.
- 38 - comentó ella súbitamente nerviosa y te alcanzó el termómetro rápidamente tomándolo tan solo por el borde.
- No te bajó nada - murmuraste mientras fruncías al ceño, confundido. Que a Paula no le bajara la fiebre te preocupaba… Tomaste rápidamente el medicamento de la bolsa que yacía junto a vos, para leer el prospecto y ver como darle la dosis.
En realidad, no eras enfermero ni de fantasía y sólo tenías una ligera idea de cómo disminuir la temperatura. Bueno, y fundamentalmente estabas siguiendo los consejos que te había dado tu amiga.
- ¿Ves por qué prefería a Zaira como enfermera? - dijo levantando una ceja e hiciste una mueca al oír sus palabras. Soltó una risa antes de poder mantener por más tiempo la seriedad y vos soltaste una nerviosa mientras acariciabas tu mejilla. "Te lo merecías" agregó aun con una sonrisa estampada sobre su rostro y te levantaste para llenar en la cocina un vaso con agua.
(Flashback)
Las carcajadas debían escucharse desde los pasillos. Fuertes, claras, alegres. Saliste del bar de Ideas mientras tus amigos continuaban con su recreo y caminaste en dirección hacia la oficina del Chato, el productor general, para comentarle algunas modificaciones en las notas que tenían preparadas para la Cocina.
De repente, tu teléfono comenzó a vibrar repetidamente en el bolsillo delantero de tu jean y carraspeaste en un intento de aclarar tu voz antes de atender. Miraste la pantalla del celular y sonreíste.
- ¡Zai! - exclamaste mientras disminuías el paso y te apoyabas en la pared que se encontraba a tu derecha.
- Pepe, ¿estabas laburando? - te preguntó la morocha del otro lado de la línea. La última vez que habías hablado con Zaira había sido el día que te llamo para recriminar tu silencio cuando te encontraste con Paula en el aeropuerto. Como si no te sintieras lo suficientemente mal por tu propia cuenta, ella se encargó de utilizar todos los discriminativos habidos y por haber en un intento de hacerte dar cuenta lo mal que estuviste.
Gracias Zai.
- Tengo que entrar en 5 pero decime.
- Pau está engripada con fiebre... - y de repente la charla con el Chato podía esperar - Y yo me tengo que ir a Córdoba - hizo una pausa y te imaginaste que sería lo que escucharías a continuación - ¿Te interesa hacer de enfermero o lo llamo al hermano?
- Soy especialista en fiebre - aseguraste y sabías que Zaira no estaba para nada convencida de eso. Ella rió del otro lado - Deja todo en mis manos.
- ¡No me hagas arrepentir eh! Mira que te estoy dejando a cargo de una de mis mejores amigas…
- Y al amor de mi vida - resolviste sin resoplar y sentiste como tu amiga sonreía ampliamente. Acariciaste uno tus bolsillos y dejaste caer tu mano izquierda al costado de tu cuerpo - Confia en mi.
- No sabés lo feliz que me hace escuchar eso Pepin - dijo con sinceridad y agregó algunas indicaciones para que tengas en cuenta a la hora de enfrentarte con la fiebre. Memorizaste el nombre del remedio y ella se despidió cariñosamente e incentivándote a que aproveches y que avances un poco más. Y que vayas por todo.
- Gracias hermanita. Pasala lindo en Córdoba.
Y al cortar la llamada, tu mente se disparó a pensar las mil y un posibilidades que podían desarrollarse en ese departamento de tres ambientes entre Paula y vos. Y todas las opciones te gustaban.
(Fin flashback)
Dos horas más tarde, después de varios trucos perdidos (y si, te tenía de hijo) y una jugada de canasta la cual aceptaste jugar a regañadientes (y también perdiste), Paula tenía 37 y medio de temperatura y se veía mucho más vivaz que cuando llegaste.
- Ahora, me toca a mi elegir el juego - dijiste suavemente y ella enarcó una de sus cejas. Levantaste la mirada para encontrarte con sus ojos.
- Se supone que soy yo la enferma - soltó y revoleaste los ojos ante su capricho - Pero está bien, ya me estoy aburriendo de tanto ganar…
- ¿Ah estás en canchera? - preguntaste mientras sonreías de costado y ella carcajeó. Acomodó un mechón tras su oreja y volvió a mirarte.
- Siempre - y ahora quien rió fuiste vos.
Te acomodaste sobre vos mismo, ansioso por jugar con todo. Pero de verdad.
- ¿Sabés jugar al verdad o consecuencia? - y ella se mordió el labio. Claramente sabía.
- Pedro…
- ¿Qué? Era mi turno para elegir a qué jugar… No esperabas un Burako ¿o no?- y ella asintió concediéndote tu deseo. Sonreíste, apasionado, mientras un torbellino de palabras e ideas para ponerla entre la espada y la pared galopaba entre tus pensamientos - Bueno, ¿verdad o consecuencia?
- Verdad - y notaste un dejo de nerviosismo en su voz. ß
- ¿Me extrañaste? - claro, conciso. Sin vueltas y mirándola a los ojos, obligándola a dejar que su transparencia la delate.
- ¡Pedro! ¿Así vas a empezar? - se quejó mientras tomaba el vaso de agua, probablemente para ganar tiempo en formular alguna excusa que no ibas a creer. Suspiró, pero vos te permaneciste inmutable.
- Sí, si no queres contestar... Prenda.
- Sí - y fue inevitable la sonrisita.
- ¿Sí qué? - preguntaste haciéndote el tonto, con tal de escucharlo una vez más. Vos también la habías extrañado…. mucho. Demasiado.
- Ya me escuchaste, no seas forro - y amenazó con utilizar una almohada como correctivo.
Sonreíste de costado y ella negó con la cabeza, dejando la sonrisa implícita pero perceptible para vos, que la conocías de punta a punta. Decidió romper el silencio de inmediato y siendo su turno, tomó la palabra para formular la pregunta en cuestión.
La verdad, antes que todo.
- ¿Es verdad que hay una pérdida de gas en tu departamento? - cuestionó desconfiada y vos mantuviste el mutismo unos segundos. Pestañeaste.
- Si es cierto - y era cierto a medias. Y obviar detalles no era mentir y el hecho de que el escape de gas no fuese ni la mitad de grave de lo que afirmaste era un detalle. De esos que no lastiman a nadie.
- ¿Y que van a tardar tanto en arreglartelo? - agregó no muy segura de tu respuesta.
- No podés hacer más de una pregunta - argumentaste sorteando el tener que ponerte a inventar excusas banales para satisfacer las dudas de Paula, aunque su desconfianza estuviera por lejos errada y en realidad tenga razón en sospechar que no era necesario que estés inquilino por 3 días en su departamento. Pero en el amor y la guerra… todo se valía.
- Con eso ya me contestaste - murmuró haciendo una mueca.
- Mañana deberían estar terminados los arreglos…. - finalizaste y ella asintió poco satisfecha pero dejándotela pasar - ¿Verdad? ¿Consecuencia? - preguntaste rápidamente para distraerla.
- Consecuencia - dijo segura mientras enrollaba un mechón de pelo rubio en su dedo índice y abriste los ojos. No esperabas que ella tomara la iniciativa tan pronto.
- ¿Te la bancas? - cuestionaste desafiante, pero manteniendo esa pasividad que te caracterizaba. La sentiste acomodarse sobre el colchón.
- No te zarpes Pedro… sabés que me siento mal enserio - pidió en un intento de que suavices tu consecuencia. Tomaste una bocanada de aire (este era tu juego y no pensabas dar el brazo a torcer).
- Está bien… - y escuchaste su respiración algo agitada, nerviosa por lo que podrías proponerle - Entonces te reto a que llames a tu amigo, el que te iba a auxiliar con la goma pinchada el otro día - y su expresión entre pasmada y confundida te causo muchísima gracia. Paula era demasiado transparente.
- Ni loca, otra cosa -y entornaste los ojos.
- Bueno… beso entonces - y te miró con una mirada falsamente horrorizada. Sonreíste con suficiencia.
- ¡Pedrooooooooooo! - exclamó y esta vez no amenazó en tirarte la almohada porque de tan rápido que la tomó ya se encontraba impactando en tu mejilla izquierda sin darte tiempo a esquivarla.
- ¡Para loca! - gritaste entre risas y ella se contagió al instante - Te iba a pedir un strip pero estás convaleciente…
- Boludo… - y se mordió el labio levemente sonrojada - Entonces elijo verdad.
- Debería decirte que no se puede… - y te fulminó con sus ojos verdes mientras se recostaba sobre el respaldo - pero bueno ¡solo porque estás enferma! - y revoleó los ojos mientras esbozabas una sonrisa - ¿Es verdad que él otro día me dijiste no tenías quién te ayude con el auto y me mentiste para darme celos?
Paula trago lentamente fingiendo tranquilidad. Vos rascaste tu sien, ansioso por la respuesta.
- Lo de darte celos lo inventaste vos.... Pero sí, el otro día me salvaste - y bajo la mirada con aire despreocupado, como si le hubieras preguntado la hora.
Otra vez te tocaba elegir a vos (y fuiste por la verdad).
- ¿Es cierto que fuiste al aeropuerto a buscarme y te dio tanta vergüenza cuando me viste que me dijiste que habías ido a buscar unas encomiendas? - duro, durísimo. Carraspeaste innecesariamente sintiendo como la timidez volvía a aflorar en vos.
- Sí, mucha.
Silencio.
- ¿Qué pasó entre tu familia y vos? - preguntó tomando una postura más inclinada, más cercana. Más sensible.
Tocaste tu mentón nervioso sabiendo que vos solo te habías metido en ese terreno peligroso y que aunque no correspondiera responder, se lo debías. Por ese mes y medio de faltas y ausencias. Por su sinceridad.
- Me hicieron algo que no les puedo perdonar... No me hablo hace más de un año con mi papá y hermanos - simplificaste sin dar demasiados detalles. No daba - Salvo con Luciana, que hace poco volvimos a estar en contacto.
Paula asintió leyéndote, comprendiéndote y entendiendo que hasta ahí podías llegar hoy. Le sonreíste para que entienda que te encontrabas bien, aunque por dentro seguía dando vueltas en tu cabeza tu familia. La distancia.
- Elijo verdad… - anunció sacándote de tu ensimismamiento y volviste en vos mismo.
- ¿Es verdad que te produce escalofríos tenerme tan cerca? - inquiriste seductor, tratando de remontar el clima, y ella frunció los ojos al escucharte.
- Tengo fiebre…
- No me respondiste - contestaste y ella clavo con odió su mirada sobre la tuya. Sonreíste victorioso.
- Los escalofríos son por la fiebre - aclaró - Pero puede ser…
Y ese "puede ser" retumbo en tu mente unos segundos y te causó unas mariposas en la panza (que te parecían cursis y tontas pero con Paula especiales).
- Ahora yo… - y acomodo su pelo hacia un lado -¿Verdad o consecuencia?
- Consecuencia, para hacerlo más interesante... - y era la hora de arriesgar todo.
Paula sonrió y tus latidos comenzaron a aumentar en intensidad.
- ¿Te moris de ganas que te cobre la deuda no? - y bajaste la cabeza mientras sonreías - Paciencia Pedrito…
- Cuando se trata de nosotros pierdo la noción del tiempo - simplificaste.
- Quedate tranquilo que yo voy a ir marcando los tiempos - te dijo mientras te guiñaba un ojo y no podía desequilibrarte así y tener la respuesta perfecta a cada dicho tuyo. Asentiste, resignado (porque Paula no iba a parar hasta tener la última palabra) y despeinaste tu cabello - Igual me canse de jugar, tengo sueño y ganas de abrazar a alguien así que te reto a que te acuestes al lado mío… pero sin dobles intenciones.
Y eso iba a ser siempre muy difícil mientras que la distancia entre ustedes sea menor a 10 cm. Pero podías hacer el intento.
- Está bien…- murmuraste mientras te acomodabas al lado del lugar que te había dejado libre en la cama - Nunca haría algo que vos no quieras...
- Ya lo sé - susurró mientras te abrazaba de la manera exacta para hacerte olvidar de tus problemas, de tu familia, de tus miedos e inseguridades. Besaste la coronilla de su cabeza mientras ella se acomodaba sobre tu pecho.
Y te despojaba del tiempo.
¡Feeeliz cumple pame! Te lo dedico en este día especial, ojalá la pases hermoso con toda la gente que querés y disfrutando cada minuto. Beso e nor me! (L)
aaaaaaaaaay que alegria! que un capitulo taaaaan lindo sea dedicado a mi! jajaj me siento re re re importante! jajaaj gracias gracias! besosss genia total!
ResponderEliminarSos una genia, de verdad. Tus palabras, las expresiones. Me encanta! Besos
ResponderEliminarSimplemente maravilloso.
ResponderEliminarWOW! necesito más de tu novela. Es una adiccion. Escribis TAN bien,
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