domingo, 11 de marzo de 2012

Capítulo 50.

Te amo. Dos palabras que universalmente, mueven el mundo (implícita o explícitamente, porque amar es un sentimiento); que pueden ser las más insulsas como las más importantes que alguna vez puedas o imagines oír. Dos palabras que simbolizan un sentimiento y que pueden decirse aunque el emisor, no sienta nada. Dos palabras que pueden significar todo.

Decir te amo siempre significa un compromiso con otra persona. Es ponerle nombre al amor, verbalizarlo, darle forma; y cuando existe verdaderamente, esas dos palabras son las más deseadas. Las más esperadas. Las más necesarias.

Alguna vez llegaste a pensar que el amor era una cuestión de decisiones. De decidir a quién y cómo amar… y cuándo. De buscar tu propio final feliz y si se podía, planearlo, planificarlo. Elegirlo.

Y al mirarla a Paula te dabas cuenta que el amor era improvisto. Vertiginoso, con idas, vueltas caídas y subidas. Con laberintos, sin salida a veces e incluso, con vacíos, huecos.

Según el diccionario, es un sentimiento que parte de la base de la insuficiencia propia de un ser humano, que necesita encontrarse y unirse con otra persona. En tu suficiencia, ignorancia y lógica en la que te basaste por años y años hasta hace un par, la Real Academia española exageraba para beneficiar al capitalismo y marketing del mundo. No podía ser para tanto… pero era.

Hoy, te dabas cuenta que todo lo que alguna vez pensaste era erróneo. Porque uno no es responsable del amor, uno no puede decidir a quién ama o dimensionar y controlar la cantidad de afecto. Responsable se es, sí, de lo que se hace con lo que uno siente pero no del sentimiento en sí. Porque amar o no hacerlo, es algo incontrolable.

Y querías amar con todas las letras; sin miedos o inseguridades, sin trabas o supuestos. Porque el amor se trata de sentir. Y lo único que sentías era Paula.

La miraste, con ojos brillosos, mientras abandonabas su espalda para ir subiendo con tus manos hacia su rostro, palpando ese “te amo” interminable. Y no sentiste más que amor.

- Te amo más de lo que te imaginás – respondiste con sinceridad mientras recorrías su mejilla tiernamente con las yemas de tus dedos. Ella se limitó a recorrer con sus ojos el camino de los tuyos hasta tu boca.

- Creo tener una idea… pero me gusta escucharlo – y sonreíste. Paula suspiró y continuó acariciando tu cabello, mientras se acomodaba sobre tu regazo - Gracias – y frunciste el ceño - por confiar en mí, abrirte así conmigo… - hizo una pausa antes de continuar - Significa mucho… Me hace sentir especial.

Y se mordió el labio, y te derretiste en esos ojos verde miel.

- Vos sos especial Pau – e hiciste hincapié en el “vos”, cosa que hizo que Paula bajara la mirada por unos segundos - Ya te dije… Sos única – y sentiste como sus pulsaciones aumentaban. Acariciaste su cintura delicadamente, sobre la blusa aguamarina y la viste ahogar un puchero - Gracias a vos por escucharme y ser esta persona.

Y sus ojos se cristalizaron y el aire en la habitación comenzaba a ser faltante. Ella giro la cabeza a un lado y por un momento, te asustaste. Y sin saber por qué de repente estaba parada, a unos metros de vos, que permanecías sentado sobre la silla, atónito por la bipolaridad de la situación.

- ¿Qué pasa gorda? – inquiriste tratando de sonar calmo y parándote de a poco. Paula permaneció inmóvil. La incertidumbre comenzaba a carcomer tu seguridad.

- Nada… - y se acercó un poco y exhalaste algo de aire, más aliviado - Que… - moduló y te buscó con la mirada - Me siento culpable.

Y entendías menos que antes, pero tu instinto te indicó que no te arrebates en preguntas inquisidoras y abarcativas. Que dejes fluir.

- ¿Culpable de qué Pau?- dijiste en un tono suave pero lo suficientemente audible para que ella te oiga. Rascó el dorso de su mano izquierda y exhaló casi con impaciencia, por no poder ordenar sus propias palabras.

Realizó dos pasos y frenó. Y te pareció como si hubieran pasado horas.

- Por lo que paso en el compromiso yo… - hizo un pausa y no te molestaste en exteriorizar esa exhalación que sonó demasiado fuerte pero que era el calco perfecto del alivio que estabas experimentando. Paula sonrió por unos segundos - No quise que te sientas así, fuera de mi vida o humillado… - explicó mientras retomaba el clima y vos procesabas cada dicho que salía de su boca - Si no te dije lo de Ezequiel – y sabías que no eras el único al que le costaba hablar del pasado - no fue porque no confiara en vos, fue porque tenía miedo de lo que fueras a pensar de mí – y te odiaste por hacerla sentir con tu “abandono” aquel día que era así - Todo era tan… especial entre nosotros que no quería que cambie nada y sinceramente pensé que iba a pasar desapercibida – agregó y te acercaste sin dudarlo, haciendo desaparecer esa distancia innecesaria - Perdoname.

Tus músculos terminaron de aflojarse y aprovechaste para entrelazar tus manos con las suyas, eliminando esa inseguridad que la había aquejado de un momento a otro. Ese lapso de sinceridad era tan maravilloso como tranquilizador.

- Pau- la llamaste, incentivándola a que deje de mirar al piso y levante la vista para quedar frente a frente a tus ojos – Entiendo todo… y te perdono- y balanceaste sus manos para esfumar ese nerviosismo latente que les provocaba a ambos hablar de un tema tan difícil, donde había que aceptar errores y sincerarse - Yo también dije muchas cosas feas ese día y exagere… bastante – comentaste y ella rió ante tu aclaración. Obviamente estaba de acuerdo - Es mentira que no te conozco, es imposible no conocerte. Sos tan transparente Pau… - y ella sonrió - Te conozco, desde el pelo – entonaste y ella carcajeó tentada. Vos la miraste seductor y haciendo oídos sordos a las ¿notas? que no alcanzaste en ese único verso, trataste de no contagiarte de su risa – Hay un tema de Arjona que empieza así – agregaste y Paula frunció los labios -Ves sería imposible no conocerte, sino no sabría que ahora estas por morderte el labio ¿o no?

Y lo mordió inconscientemente y rieron fuertemente.

- Tarado – dijo entre risas - Es verdad, me dijiste cosas horribles… un poco me lo merecía – reflexionó y te causó gracia el tono de voz que utilizó - Un poco.

- No te merecías nada porque no soy quien para venir a hacer juicios de valor de cosas que pasaron hace años gorda – replicaste y Paula levantó los hombros - y en frío entiendo por qué no me dijiste nada y te perdono – aseguraste mientras acariciabas lentamente su brazo y sonreías de costado, de esa manera que tanto le gustaba - En serio no me interesa Ezequiel ni nadie… - y clavaste tus ojos café en los de ella - Y ya que estamos pidiendo perdón, me perdonas por haberme ido así el día del compromiso? Me siento tan tonto por haber hecho eso – e hiciste una mueca.

Y Paula sonrió satisfecha, como si hubiera estado esperando esas disculpas desde hace mucho. Rascaste tu sien, mientras dejabas descansar el peso en la pierna contraria.

- Si, te perdono… las viejas preguntaron mucho por vos, se ve que causaste una impresión - e hiciste un gesto cancherísimo con las manos, que te valió un empujón de Paula en el pecho - Te perdono también por el vacío que me hiciste después – agregó enarcando unas cejas y ese era el último perdón que te restaba por pedir y a ella no se le escapaba nada.

- Gracias – murmuraste volviendo a hipnotizarte con su mirada y te permitiste unos segundos para armar una oración que fuera clara, sin los “eh” de por medio que te solían salir cuando tenías que hablar de cosas importantes, como de lo que sentías o pensabas. Y sí, eras tonto y seguías con nervios a esa altura después todo - Con eso me gane el premio a los boludos, estaba encaprichado en que habías estado mal y no podía ver que yo también… Igual vos también podrías haber intentado hablar conmigo – y el pase de factura era absolutamente necesario.

Paula enarcó las cejas y estabas seguro que iba a utilizar con toda fiereza el derecho a replica, pero en contra de tus suposiciones, se limitó a suspirar.

- Es verdad… pero estaba ofendida y muy orgullosa – y le tocaste la punta de la nariz con tu índice y ella se escondió en tu pecho, invitándote a que la abraces. O más bien, indicándote que lo hicieras - Qué tonta… si hubiera sabido que íbamos a estar así ahora.

Tontos los dos y se ve que el engomamiento fue un mal sufrido en la pareja. Acariciaste su pelo mientras pensabas en que el circuito que recorrieron los hechos fue extrañamente ideal. Inesperadamente perfecto. Entonces, te declarabas fan de las sorpresas (siempre que tu sorpresa fuera ella).

Inundaron la habitación con sonrisas, símbolo de lo que provocaban el uno en el otro y estabas seguro que Paula era capaz de sacar lo mejor de vos. Comenzaste a levantar los platos y ella se dedicó a separar las copas con el vino para ubicarlas en una mesita baja que se ubicaba a un par de metros de donde había estado sentada.

- Sabes, ahora que terminamos de cenar… - dijiste y Paula te miró atentamente - Estaría para ir a fumar un pucho afuera - y la cara de Paula te hizo saber lo pésima que le parecía tu idea. Te fulminó con la mirada y rompiste en risas - Uhhh, es una broma tonti. Lo dije para molestarte.

- Detrás de cada broma hay un poco de verdad… - en realidad, la idea de un cigarrillo era tentadora - Los estoy contando eh.

- Cuente fiscal, cuente – la cargaste y ella se mordió el labio y volvían a ser ustedes, porque la química era perceptible en el más mínimo chiste. Sonreíste de costado y Paula revoleó los ojos.

- Basta de pichicatearme Pedro – se quejó y reíste otra vez. Ella se hizo la ofendida y comenzó a observar las pocas pinturas que estaban en una esquina y los acrílicos, pinceles, trapos, que estaban sobre los estantes al lado del sofá. Tomo con delicadeza el cuadro, blanco, y te miró - Sabés que el lienzo ahí, las témperas y el sillón del otro lado es muy Titanic – y vos enarcaste una ceja - Muy “píntame Jack”.

- ¿Querés que te pinte? - inquiriste seductor, aunque tentado por la frase que acaba de formular Paula. No podía ser tan descarada - Mira que hay que hacerlo igual que en la película… la modelo sin ropa.

- ¡Pedro! – te retó con una sonrisa en su rostro y supiste que aunque el doble sentido no fuera intencionado… estaba - Pensé que el Pedro endemoniado se había tomado vacaciones y había quedado el tierno y sensible.

- Soy una mezcla de los dos…Pero vos sacaste el endemoniado, hacete cargo – modulaste y ella se mordió el labio divertida. Efectuaste tres pasos moderados hacia ella, acortando lo suficiente la distancia entre ustedes. Lo suficiente para hacerte desear y lo suficiente como para dejarla que ella haga el siguiente paso - Igual, cualquiera de los dos te ama mucho…

- Me pareció escuchar eso antes – comentó con una sonrisa y rodeó tu nuca con su brazos. Su respiración se entremezcló con el tintineo de sus pulseras y tragaste – Y me hago cargo, porque este metro ochenta la rompe – y te contagiaste de su sonrisa, porque sabías que le daba vergüenza hacerse la femme fatale.

De pronto, sus latidos se hicieron más intensos y continuados. Los tuyos difícilmente los escuchabas y apenas eras capaz de formular un pensamiento. No podías despegar la vista de sus labios y al sentir su respiración tan cerca, caíste en que no los separaban más de un par de centímetros de distancia. Y cuando parecía que el impacto era inevitable, corriste la cara hacia un lado.

Paula te miró completamente atónita mientras dejaba caer sus brazos al costado.

- ¿Y ahora? – preguntó algo molesta - ¿Qué pasa Pedro?

Rascaste tu sien, innumerables veces.

- Es que quiero que nuestro tercer primer beso sea especial – sentenciaste mientras volvían a quedar enfrentados y las facciones de Paula se relajaban. Exhalo.

- Bueno, pero que sea pronto- se quejó entre sonrisas y te pareció que no podía ser tan linda.

- Yo sé que te morís de ganas, pero no seas tan ansiosa chuequi – y fue obligatorio el comentario de agrandado. Paula revoleó los ojos y supusiste que jugaste sucio al meter en una misma oración ansiedad y chuequera.

- Sos vos el que me viene corriendo con el beso… arqueadito – y rompiste en risas mientras frotabas las yemas de tus dedos contra su sien – y deberías agradecerle a Dios que te pido que dejes de respetarme, de una vez.

- Todos los días – respondiste y le robaste una sonrisa.

Con una seña le indicaste que te acompañara hasta el pequeño jardín que tenía la casa, antes de tomarla de la mano y marcar el recorrido por tu cuenta. La luna iluminaba esa noche de verano que culminaba con una ventisca, encargada de borrar los rastros de una lluvia ahora inexistente. Se sentaron juntos contra la pared y ni atinaste a sacar el atado que Paula te lo confisco, orgullosa. Probablemente si se tratara de otra persona hubieras luchado hasta tener tus cigarrillos y le hubieras dedicado un par de insultos sin repetir y sin soplar, pero la rubia hacia que hasta tu propio vicio quede a un lado. Carraspeaste.

- Tengo algo para vos – anunciaste y Paula te miró curiosa. Volviste a entrar para tomar el regalo que se encontraba escondido atrás de un par de pinturas en el living y lo ocultaste detrás de tu espalda al volver al jardín – Espero que te guste – deseaste mientras extendías el brazo y se lo entregabas. Ella lo abrió entre ansiosa y fascinada.

“Nueva York, de cerca” se titulaba el libro que le habías obsequiado; una guía que recorría los lugares imperdibles para conocer siendo turista. Paula miró las primeras páginas con detenimiento, impregnándose de recuerdos compartidos con aroma a déja vu de esas dos semanas y vos volviste a sentarte a su lado, expectante.

- Gracias, me encanta –te dijo con una sonrisa mientras te daba un sentido beso en la mejilla. Cerraste los ojos al sentir el contacto y los abriste para encontrarte con ella, acomodándose en tu hombro, para seguir hojeando el libro.

- Y tiene pegados algunos post it, que son referencias de un par de lugares que visitamos juntos – agregaste señalando los papeles amarillos pegados junto a cada reseña de los lugares turísticos más conocidos. Y mientras pasaba las hojas se te vino encima el patinaje en el Rockefeller Center, el beso en el Time Square, el Starbucks en la Columbus Street, esas noches de insomnio en tu departamento por no poder dormir al saber que al día siguiente te encontrabas con ella, la guerra de nieve en el Central Park, el Empire State, el ascensor del Empire State. Ella y vos. Vos y ella. Pedro y Paula. Y al revés y de cualquier manera.

De pronto, se paro en seco al leer la última nota amarilla. Pasados unos segundos (contaste 10, en tu mente) te miró con una sonrisa; vos se la devolviste mientras te rascabas la sien, algo tímido.

- ¿Y esto? – inquirió, haciendo referencia al papel.

Y el “¿querés ser mi novia?” escrito en la nota retumbaba en tu cabeza, sintiéndote extremadamente cursi con el correr del tiempo y experimentando unas ansias de que te contestara ya.

¿Quién era el ansioso ahora?

- Una pregunta al lector.

Y sabías que tenían más diferencias que similitudes; ella se levantaba temprano por su reloj biológico y a mil por hora, vos tenías la costumbre de posponer la alarma 5 veces antes de estar afuera de la cama; ella era el ser más sociable del universo, vos podías pasar 3 horas antes de ponerte a hablar en una reunión llena de gente; ella quería un bulldog francés (perro que en lo personal pensabas que se había estrellado contra alguna pared), a vos te gustaban los perros grandes. Ella estaba delante de la cámara… vos detrás. A Paula le encantaba subirse a las montañas rusas, vos tenías vértigo a todo lo que signifique un deporte extremo, alturas y riesgo.

Agua y aceite. Pero insólitamente, perfectos juntos.

Y por alguna extraña o sabia razón del universo, vos y Paula encajaban. Se complementaban y las diferencias se transformaban en las muescas perfectas para ese rompecabezas que pensaste no tenia encaje. Entonces cuando ella sonreía vos también y todo era consecuente en ese círculo interminable.

Entonces los vacíos, los silencios y los desencuentros, con una mirada dejaban de ser trágicos para convertirse en experiencia. En crecimiento. En sonrisas.

Paula despegó delicadamente el post it amarillo y lo pego en tu frente, sin poder borrar la sonrisa de su boca. Vos pestañeaste, aguardando esa respuesta que tanto deseabas oír.

- Sí, mil veces sí.

Y dejaste que presione sus manos contras tu nuca, mientras te inundabas en su perfume, en sus ojos y en sus labios. Y en la calidez del contacto, volvieron a ser épicamente, uno.







Y llegué a los 50... drinks on me (¿?)

Guau, nunca pensé llegar tan lejos con esto, pero estoy feliz con el resultado. Gracias por tutti.

Primerísimo, FELIZ CUMPLE JIMENIIIII. Este mar de dulce de leche es para vos, copo de mi alma. Sos tantísimo, te <3 mil. Ya te llegará Mr. Salvatore (?)

Segundo y final, anticipo de cumple (?), Cachi te lo dedico con toda mi chunisidad a vos, que sos una hermana que se me cruzó por la vida (y agradezco que te hayas cruzado) y que estás ahí siempre. Amote (:

6 comentarios:

  1. DIOS tu novela es la mejor, sin dudas

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  2. Que decirte que ya no te haya dicho???? me encanto!!!! excelente capitulo...de los mejores. Pusiste aca toda tu sensibilidad. Te quiero locaaaa y felicitaciones por los 50 caps

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  3. muy bueno1! y re tierno!! aplausos!!! felicidades pro los 50 cap!!

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  4. Excelente!!!! Cada capitulo supera al anterior.

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  5. Aaaaaaaaaaai no, quiero el besooo! Sos grosa, happy 50

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  6. aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii q chuuuuu!!! No podes escribir d esa forma!! Felices 50 capitulos!! segui x favor es lo mas!!!

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