martes, 27 de marzo de 2012

Capítulo 53.

Una vez un ex novio tuyo que no tiene relevancia para ser nombrado por nombre y apellido, pero si por esta reflexión, te dijo que cada etapa de la vida podía ser musicalizada; que la misma era una continuidad de melodías. Que era un universo musical cuyo ritmo lo íbamos marcando nosotros, con acontecimientos que implicaban cambios de intensidad y variaciones instrumentales. Para cada sonrisa una canción. Para cada lágrima, también.

La música dentro del auto estaba moderadamente alta y Zaira tamborileaba sus dedos sobre el volante, marcando los compases con suma emoción del tema que sonaba en el estéreo. Gustavo Lima repetía y repetía (y repetía) el "Tcherere tchê tchê, 
Tcherere tchê tchê,
 Tcherere tchê tchê,
 Tchê, Tchê, Tchê, 
Gusttavo Lima e você" y no podías sentirte más fuera de tiempo. Ojo, el tema te lo sabías de memoria (bah, te lo sabías, ibas inventando la mitad de la letra) y lo estabas tarareando a medida que iba avanzando, pero definitivamente no era una canción para esta etapa.

Tu amiga giro a la izquierda y ya se cumplían 20 minutos de viaje. Les había tocado protagonizar una campaña deportiva juntas, en Pilar, que les había tomado la mañana y principios de la tarde. Hacía mucho no te divertías tanto trabajando. Demasiado.

Tu cabeza acompañaba la percusión del tema, que retumbaba con cada "pum" como si anoche te hubieras pasado con el tequila y hubieras pasado la noche de joda. En realidad, Pedro se había ido entrada la madrugada, pero estabas tan pasada de revoluciones que cuando tu mente y cuerpo se pusieron de acuerdo para descansar, el despertador para levantarse e ir a la producción sonó. Y se te arruinó esa potencial "siesta" reparadora.

Y al pensar en Pedro y en la noche anterior, y la anterior (y la que le seguía a esa) las comisuras inevitablemente se alejaban para dejar relucir esa sonrisa imborrable.

Zaira te guiño un ojo a través del espejo retrovisor y sentiste como tus mejillas se acaloraban. Y no hacía falta que dijeras nada porque había cosas que hablaban por si solas. Y tus ojos hablaban.

- ¿Ferrero Rocher? – volvió a preguntar la morocha luego de profundizar el relato de la tarde anterior, que se vio interrumpido entre foto y foto. Asentiste y Zaira se mordió el labio - ¿Y por qué yo no comí ninguno?

- Porque me los regalaron a mí - simplificaste con una sonrisa y tu mejor amiga revoleó los ojos tras susurrar un claro "egoísta", que te obligó a carcajear. Y que te nombren a los Ferrero Rocher era una mordida de labio asegurada - Ay cachorra…
Y suspiraste, sonora y románticamente, y la tímida que eras pocas veces hizo que cubras tus ojos con las palmas de tus manos. Sentiste la mirada inquisitiva de Zaira encima tuyo.

- ¡Me muero ese suspiro! – exclamó con una sonrisa y tu rostro ya debía estar por el tono escarlata.

- Me mata, te juro - y Zaira frenó en el semáforo - Pedro es tan creativo para estas cosas que hasta me siento mal - dijiste graciosa y tu amiga sonrió.

- Pero Pepe porque es productor y está todo el tiempo generando ideas - te explico y asentiste. Pedro era muy creativo - Ojala Pico hiciera la mitad de lo que hace Peter - añadió y dejo entrever una queja. Frunciste el ceño y la morocha miró otra vez al frente.

- Esa cara… - murmuraste - ¿qué pasó?

- Nada, justamente - contestó con una risa irónica, pero calma - Gracias que la semana pasada me llevo al telo.

- ¡Zaira! - exclamaste y ambas carcajearon a la par, mientras te reclinabas hacia atrás de la risa.

- ¿Qué? Al menos alguien respeta nuestra casa – y de repente cesaron las risas. La miraste extrañada ante su repentina seriedad y comenzaste a sentirte culpable y a pensar si deberías pedirle perdón a Zaira por "echarla" un rato de la casa. Su casa. Y antes de que tu cabeza comenzara a barajar mil opciones, te encontraste con Zaira estallada en risas. La miraste atónita

- Te estoy jodiendo Pau.

- Mala, con eso no se jode… - te quejaste y un suspiro de alivio se coló entre tus labios. Acomodaste tu pelo hacia la derecha y acomodaste tu cinturón de seguridad - Pero para, ¿están mal en serio?

- No, no sé… - explicó mientras embragaba y ponía primera - Estoy harta de las relaciones a larga distancia. Me canse… quiero una relación normal.

- No es fácil, pero capaz pueden encontrar la manera de resolverlo - sugeriste, no muy convencida de lo que estabas diciendo. Estabas segura (margen de error uno porciento) que no servías para las relaciones a distancia, sin importar con quién.

- Es que son puros desencuentros... Cuando él vuelve yo tengo algo en el interior y así - agregó e hiciste una mueca - Que se yo. Veremos.

Sin saber que decir, pero intentando aconsejarla de la mejor manera, balbuceaste sin respirar frases poco útiles pero con palabras alentadoras y que promocionaban la meditación del tema, al menos un poco más. Zaira cambió rápidamente el rumbo de la conversación y suspiraste; claramente no tenía ganas de pensar en ese momento.

De pronto, los nombres de las calles comenzaron a sonarte familiares y según lo poco que recordabas no estabas muy lejos del trabajo de tu novio.

- ¿Estamos cerca de Ideas no? - preguntaste mientras escondías un mechón rubio tras tu oreja, en un tono desinteresado pero que camuflaba unas repentinas ganas de bajarte de ser así.

- Si, a dos cuadras... - asintió tu amiga y esbozó una sonrisa- ¿Quéres ir a verlo a Pepe? - inquirió aún sonriendo y abriste los ojos.
Sí.

- Nooo... - y la morocha enarcó una ceja - bueno sí, quería. Pero prefiero ir a casa y quedarnos mateando un rato - argumentaste, y eras sincera. Querías estar para tu amiga por todas esas veces que estuvo ahí para vos. Zaira negó con la cabeza.

- Dale boluda baja. Estoy bien, en serio - y odiaste que te conociera tanto como para saber exactamente que pensabas.

- Pero

- Pero nada, estuviste todo el día conmigo - te interrumpió y refunfuñaste - A la noche me cocinas vos.

Y vos no salías de la tarta de jamón y queso, tu más elaborada receta culinaria.

- O podemos pedir delivery - sugeriste y ambas rieron - De postre hay Ferrero Rocher - y le guiñaste un ojo antes de bajarte del auto y dirigirte a Ideas del Sur. A sorprender.

(Flashback)

Las horas no se te habían pasado volando; directamente ni habían existido y después de tanto no pensar y sólo dejarte llevar, lo primero que se formuló en tu mente fue cómo las cosas habían cambiado tan solo en cuatro días. Cómo la nube personal que te había llovido encima durante casi un mes se había esfumado, dándole lugar al sol. A tu sol.

Peinaste tu pelo mojado con tus dedos y tomaste la toalla y la remera que habías ido a buscar especialmente para ustedes (porque a esa hora de la noche, ya no hacía calor) y te paraste al llegar al balcón donde estaban ambos sentados, contemplando la ciudad, las luces, el movimiento. La gente.

Y ahí estaba Pedro, sentado, sin prenda que cubra su torso (que ciertamente, estaba secándose en el tender), con un pantalón de tu hermano que ni sabías que tenía y fumando lentamente un cigarrillo (el único que le habías permitido fumar). Imagen perjudicial para la salud.

- ¿Que hacés mi amor? - preguntó con una sonrisa cuando lo abrazaste por atrás y apoyo sus manos sobre las tuyas, que lo envolvían junto a la toalla.

- Te vine a arropar – explicaste mientras depositabas un dulce beso en su cuello. Lo sentiste sonreír – Y te traje esta remera…

- Prefiero tu abrazo – y dibujaste un beso en su mejilla. Le entregaste la prenda y te sentaste su lado mientras no dejaban de mirarse. Pedro la tomó y luego de mirarla por unos segundos, volvió a centrarse en tus ojos - ¿Esta remera no es mía? ¿Me la olvide cuando me quede acá a cuidarte? – inquirió curioso. Bajaste la mirada, con una media sonrisa.

- No, es de alguna vez que te quedaste a dormir acá… - comentaste mientras Pedro enarcaba una ceja. Pestañeaste - Hace un tiempo… bastante.

- Ah no pensabas devolvérmela – acusó con un tono gracioso y lo miraste escéptica.

- No la verdad que no, la uso como pijama – respondiste sonriente y Pedro inclinó su cabeza hacia el costado izquierdo para poder observarte completamente. Se rascó la sien y vos te acercaste – Es para no extrañarte tanto – y te abrazó con ternura y aprovechaste para hundirte en su pecho y resguardarte de la brisa que erizaba tu piel. Un “sos tan linda” estremeció desde tus extremidades hasta tu sien y te parecía ridículo que sólo pudiera hacerte tan feliz con esas tres palabras.

Sentiste como tu respiración se acompasaba con sus latidos y ya no era novedad la perfecta sincronización que había entre ustedes dos. Dejaste perder tu mirada en los edificios de enfrente, sin prestar atención a nada en particular mientras Pedro recorría con las yemas de sus dedos tu hombro descubierto.

- Sabés… sos como un osito – soltaste y Pedro se separó para mirarte extrañado. Reíste silenciosamente.

- ¿Me estás diciendo gordo? – preguntó enarcando una ceja y te olvidaste del silencio y la sutileza para romper en risas. Peter mantuvo su seriedad.

- ¡Ay, que acomplejado Pedro! – bromeaste entre carcajadas y él te miró conteniendo la risa. No podías parar y sabías que ya no le iba a parecer gracioso – No nada que ver… es que estaba pensado que podríamos depilar un poco acá – y señalaste su pecho con tu índice. Pedro te miro graciosamente y volviste tentarte sin poder evitar las graves carcajadas que emanaba tu garganta, mientras te inclinabas hacia atrás. Acto seguido Peter se inclinó junto a vos, al tiempo que se adueñaba de tu cintura y te hacía cosquillas. Tramposo.

- ¿Qué me decías? – te preguntó desafiante, mientras ambos yacían sobre el piso. Levantaste una ceja y dejaste que el brillo de tus orbes verdes acompañara tu mirada.

- Tonto – musitaste y el sonrió triunfante, y depositaste un dulce beso en su nariz mientras él rodeaba tu cuerpo con sus brazos. Suspiraste, sin despegar tu mirada de la suya y no sentiste más que amor. Como siempre.

- Pau… el osito tiene que decirte algo – y volviste a clavar tus ojos sobre los suyos marrones, expectante. Pedro murmuró un “Eeeeemmmmm” que duro más segundos de lo normal y comenzaste a ponerte impaciente.

- ¿Qué pasa Pedro? Me das miedo tan callado – dijiste mientras descansabas tu torso sobre tu codo derecho. Peter se limitó a observarte mientras esperabas una respuesta que parecía tomarse su tiempo para ser emitida. Suspiraste.

- Me vas a matar – y pusiste tu mejor cara de circunstancia – Pensé que las maderitas eran sahumerios… y los queme – y tu mente se tomo unos segundos antes de hacer un clic y relacionar las “maderitas” con los palitos difusores de aroma, esos que se ponían adentro del aceite. Y la mueca que esbozó Pedro, entre culposo y avergonzado fue demasiado para tu poca tolerancia al ridículo ese día y rompiste en risas, una vez más.

- No importa mi amor – aseguraste mientras acariciabas su barba lentamente y el castaño cerraba sus ojos. Acortaste la distancia necesaria mientras acomodabas tu cuerpo a la par de él y sonreíste – Te amo.

Y las horas, no las marcaba ni el reloj.

(Fin flashback)



Y era sabido que las largas esperas, no eran lo tuyo. En realidad, largas esperas por lo que percibías subjetivamente, porque seguro lo que te parecía media hora habían sido quince minutos. Exagerada, impaciente y podíamos seguir contando.

Pero tu impaciencia conocía poco de objetividad y el personal de seguridad de la productora no colaboraba; te miraba curioso, una y otra vez, pero sin moverse de la puerta. Probablemente se debatía entre preguntarte qué hacías ahí o si necesitabas entrar o pensaba quién sabe qué ¿No podía imaginar que estabas esperando a alguien? ¿Qué tan raro podía ser?

Sonreíste de compromiso desde ese lugar estratégico frente a la entrada y revoleaste los ojos con irritación una vez que el guardia miró hacia otro lado (al fin). Revisaste la hora en tu celular por quinta vez en ese lapso de 20 minutos (aunque para vos ya fueran como 40) y suspiraste; Pedro debía estar por salir en cualquier momento.

El sol te iluminaba de lleno, pero no con la intensidad que lo hacía en febrero. Tu pelo oscilaba entre dorado y ceniza y tus uñas color coral estaban perfectamente esculpidas. Las entremezclaste con tu propio pelo, para peinarte y te mordiste el labio (porque la idea de seguir esperando era un tanto exasperante). Y de pronto lo viste; cercano a la entrada, despeinando su cabello y hablando con un amigo del trabajo que no conocías. Sonreíste automáticamente y la expresión con la que sorprendido, te miró, te obligo volver a la mordida de labio.

Y la ternura absolutamente sincera con la que te regalo una sonrisa (solo para vos y nadie más que vos, lo cual te hizo sentir la más afortunada de la Argentina, América y el mundo) terminó de derretirte. No había necesidad. No.

- ¡Hola Osito! - exclamaste riendo, cuando ya estaba lo suficientemente cerca, rememorando frases de la noche anterior. Él desvió negando su cabeza hacia un lado, mientras sonreía. Acomodaste tus brazos sobre su nuca y él se volvió hacia vos, posando sus manos en tu cintura.

- Hola chuequita - e hizo énfasis en la última palabra y le clavaste una mirada asesina. Y no te dio tiempo a exteriorizar tu queja, que impactó sobre tus labios. Y lo besaste, entre sonrisas, porque por ese beso valía esperar 20, 40 o 60 minutos.

- Otra vez con lo mismo Pedro – y entre carcajadas te abrazó, hundiéndote en su cuello y te olvidaste de seguir con el papel de ofendida. Acariciaste su espalda y sentiste su cálido aliento en el tuyo.

- ¡Qué linda sorpresa! – susurró en tu oído y lo abrazaste más fuerte. La mejor.

- Lindo vos – contestaste una vez separados y él acarició suavemente tu mejilla. Pestañeaste al sentir el contacto – Te vine a buscar.

- Me encantó tu idea… ya te estaba extrañando – y recorrió con su índice tu nariz. Te sonreíste – Antes que me olvide – murmuró y lo miraste curiosa. “¿Qué?” modulaste totalmente interesada y Pedro revolvió el bolsillo de atrás de su jean antes de sacar un papel, algo arrugado – Te lo manda Delfi – y te entregó el mismo, con una sonrisa de costado.

- ¿Para mí? - preguntaste pensativa y él asintió en silencio. Abriste uno a uno los dobleces y te encontraste con un dibujo hecho por la sobrina de Pedro, donde estaban pintados él, ella y vos (cada uno con su nombre aclarado). Y te quedaste sin habla - ¿Me conoce? – inquiriste sorprendida y Peter carcajeó. Sabías que estaba reconstruyendo el vínculo con su hermana, la mamá de Delfina, pero no sabías que estaban en tan buenos términos.

- Sí, a ella y a Fran siempre les hablo de vos – explicó y abriste ampliamente los ojos. Se sonrió – Este mes que pasó los fui a buscar a la colonia y los cuide un par de veces… - y mentalmente agradeciste la aclaración – Quiero que los conozcas.

Y sabías lo que significaba para Pedro reencontrarse con su familia (o al menos con una parte) y lo que eran sus sobrinos para él. Y que quisiera compartirlo con vos te hacía extremadamente feliz. Y era todo.

- Cuando quieras – respondiste mientras mordías levemente tu labio inferior con ternura y él te sonrió. Depositaste un beso en su mejilla y sentiste como Peter entrelazaba sus manos con las tuyas – Menos mañana – soltaste y frunció el ceño.

- ¿Por qué, qué pasa mañana? – preguntó curioso. Te limitaste a sonreír.

- Mañana tengo un desfile… y quería invitarte a que vengas – contestaste y Pedro te escuchaba atentamente. Alejo sus comisuras, y transformó la línea de su boca en una sonrisa.

- Ahí voy a estar entonces – anunció manteniendo la sonrisa mientras tiraba de tu mano para que vayan caminando hacia dónde se encontraba su Peugeot 307 negro. Y podían decirte tonta porque invitar a tu novio a un lugar lleno de mujeres hermosa y más jóvenes que vos (y eras realista, ya habías pasado la barrera de los 25) pero no te importaba. Querías que te vea ahí arriba posicionando o posesionándote en la pasarela.

Y describir con una palabra lo que sentías en ese momento era imposible, porque no existía una que englobara todos tus sentimientos. Y por eso mismo no podías asignar una canción a esta nueva etapa de tu vida (con una Paula más Zen, más tolerante y más positiva); pero un silencio tampoco. Y no sabías si Pedro era la canción que tanto estabas buscando… pero definitivamente estaban escribiendo una juntos. La suya.




Es larguito... que dure (?)

Y se siguen sumando los regalillos @PiyuelasdePyP jajaja, feliz cumple sistocilla, amote! Gracias por todo, lo demás, you know it.

1 comentario:

  1. Aaaaaaaaw me encanto. Cuanto mas largo mejor, pero que dure poco no muchoo! Genia total

    ResponderEliminar