A veces, por más fuerte que pisemos, el pasado jamás es pisado; se convierte en algo que no podemos dejar ir y se hace presente como si hubiera sucedido el día anterior. Otras, es algo que no podemos olvidar aunque intentemos de todas las maneras habidas y por haber. Y a veces, conocemos algo del pasado que cambia radicalmente la visión que tenemos en el presente. Ahí es cuando entendemos que nuestra percepción ya no es tan exacta y nuestros paradigmas caen. Y hay que empezar de nuevo.
Entonces ahí estabas vos, tamborileando intermitentemente el volante mientras transitabas la autopista, con restos de una tormenta que seguramente había inundado alguna que otra zona de Buenos Aires, iluminada por los faroles que decoraban ambos costados y hacían el camino visible. Ahí estabas con un pasado que se te hizo presente ni bien volviste a Capital de Estados Unidos y se te cagó de risa haciéndote dar cuenta que del pasado no se puede escapar por mucho tiempo. Ni estando a 40 kilómetros del lugar donde empezó todo… y terminó. Porque uno se distrae… pero de lo inconcluso no se olvida.
Carraspeaste sólo por hacer algo y Paula te miró curiosa. Sabías que esperaba algún tipo de explicación de hacia a dónde se dirigían pero extrañamente no hacia preguntas y se mantenía en silencio. Desviaste tu vista hacia ella y con tan solo mirarla se te olvidaron todas esas frases hechas, discursos planeados en tu casa (recitados en la ducha, habitación y auto) y los consejos de Zaira acerca de qué le ibas a decir y cómo. Y no quedaba más que improvisar.
- Perdoname que te contesté tan tarde el mensaje – dijiste con voz ronca por haberte mantenido en silencio tanto tiempo y Paula hizo una mueca con la boca que no alcanzaste a ver.
- No pasa nada, ya estás acá… - contestó intentando distender mientras acomodaba un mechón tras su oreja observándote desde su asiento.
- Bueno, pero no quiero que pienses que
- No importa, en serio Peter… - y tus explicaciones se vieron interrumpidas. Paula comenzó a juguetear con la funda de su teléfono, nerviosa y vos sacaste tu vista del camino solo para mirarla. Y encontrarle forma a tus palabras.
Aclaraste tu voz levemente, listo para exteriorizar y decir aquello que querías decir hace mucho pero que por capricho, orgullo, reglas implícitas de seducción o consejos de amigos no decías. La rubia te miró atentamente mientras dejaba el jueguito con la funda olvidado.
- Es que sí importa… porque no quiero que las cosas entre nosotros estén más en suspenso – y la viste sonreír fugazmente a través del retrovisor una vez que volviste tu vista hacia el volante (tampoco podías ser tan inconsciente de olvidarte que eras vos quien manejaba) - Tarde tanto en contestar porque estaba preparándote esto.
Y verla sonreír.
- ¿Esto? – inquirió curiosa mientras levantaba una ceja y sonreíste imaginando lo que vendría a continuación – Ponerle nafta al auto, mandarlo al lavadero…
- Esto… y no es exactamente esto – y sabías que su cabeza empezaba a maquinar y seamos sinceros, te encantaba molestarla un poco - Esto es el principio, lo demás es una sorpresa…
Pum, la palabra clave. Paula te miró con una expresión entre desencajada e inquisitiva e hiciste tu mejor esfuerzo para contener una risa. Ella se mordió el labio, claramente ofendida (porque no hacía falta que hablaras para que ella descifrara lo que estabas pensando).
- Soy malísima para las sorpresas Pedro – dijo molesta y vos no articulaste palabra - si esta es tu manera de reconquistarme vas muerto – Paula y esa suficiencia que rayaba en la elegancia.
Lástima que hoy, no iba a intimidarte nadie.
- Ya estoy muerto hace bastante… por vos – e hiciste énfasis en la última palabra, cosa que la hizo reacomodarse en su asiento y notaste como comenzaba a estrujar sus manos. Estaba nerviosa (tu media sonrisa, infaltable).
- No sabía que los muertos hablaban, manejaban autos, chamuyaban… - y vos tenías un retruco. Como siempre.
- Cantan también… muy bien en mi opinión – y Paula se mordió el labio sin poder ocultar la sonrisa que se dibujo en sus labios.
- Eso es porque el oído ya no te funciona como antes… - contestó y endureciste por completo tus facciones, como si te hubieras enojado. Tu acompañante estallo en risas y al ver que no la acompañabas, cesó el sonido. Paula hizo una mueca mientras miraba con extrañes tu seriedad y supiste que comenzaba a pensar que te había molestado en serio - Bien o mal, me encanta que me cantes… - murmuró suavemente, para romper el momento incómodo - salvo cuando te emocionas demasiado.
Cambiaste de carril para aumentar un poco la velocidad y leíste el cartel que comenzaba a ser cada vez más cercano, indicando las próximas salidas. Exhalaste.
- Sabe que me inhibiste… - dijiste mientras la mirabas de costado y ella se acercó para regalarte un beso en el hombro. Sonreíste, ampliamente.
- Últimamente estás muy endemoniado Pedro, así que no te creo eso de que te da vergüenza – comentó una vez erguida en su lugar y parpadeaste al reír. Lo mal que estaba manejando el Fox de adelante estaba comenzando a ponerte de mal humor - Además, me distrajiste con Montaner, el auto y todo eso y todavía no sé a donde estamos yendo – agregó irguiendo una ceja.
Una ansiedad totalmente incurable.
- Una sorpresa… ¿te suena? – respondiste haciéndote el misterioso y sabiendo que te odiaba el doble por dejarla con la intriga. Dejaste olvidado el Fox negro a un lado del camino.
- Me suena, pero no me gusta. Quiero saber – dijo con una sonrisa compradora y tuviste que poner toda tu voluntad para no flaquear y mantener ese ambiente enigmático que habías formado con tus cortas palabras y tus muchos entreveres.
- Estamos yendo a un lugar muy importante para mí, cerca de donde vivía antes… - explicaste cuidadoso y con discreción y ella te miro con odio - ¿Satisfecha?
Y no estaba satisfecha para nada, y no se preocupaba en ocultarlo. Apretaste el embrague para poner segunda y la viste morder fuertemente el labio mientras exhalaba una cantidad considerable de aire.
- Ponele, pero estoy ansiosa ahora – y carcajeaste mientras ella empujaba tu hombro en forma de protesta y dejabas que las luces que alumbraban la autopista capturaran totalmente su atención y reconocías que la salida próxima era la tuya. Embragaste para entrar a primera y comenzaste a disminuir de a poco la velocidad.
- Sos increíble Pau – soltaste de la nada, pero con una necesidad imperiosa de decirlo. Ella se volvió hacia vos de inmediato y aunque tenías la mirada fija en los espejos, sentiste su sonrisa. Paula retomó la vista hacia el frente, pero con una sonrisa en transición a una mordida de labio. Pero con un dejo de ternura y de… amor.
- Gracias – murmuró sonriente y largaste un suspiro.
Y volver a ganar.
- ¿Por qué? – inquiriste curioso no muy seguro a qué se refería.
- Por el cumplido obvio – y te sonrío – y por haber ido a buscarme – y esta oportunidad no te la perdías ni loco, ni aunque estuviera haciendo trabajos comunitarios en Formosa.
- Tarde pero seguro… - dijiste mientras girabas hacia la izquierda para bajar en la salida - Aunque estaría bueno agilizar los tiempos – agregaste mientras rascabas tu sien, y la mirabas pícaro.
- ¡Pedro! – se quejó entre carcajadas y rieron juntos. Como cada vez que se juntaban. Como siempre.
La intensidad con que las estrellas alumbraban hacía creer que una tormenta como la que se había desatado horas era poco posible. Las calles estaban por poco desiertas cerca de Rosales y Avellaneda y encontraste un lugar para estacionar a pocos metros del destino final. Apagaste el motor y cuando estuviste fuera abriste con elegancia la puerta de tu acompañante. Paula rió silenciosamente, sin sacarte los ojos de encima.
- Bueno… llegamos – y una ventisca rozó tu rostro, provocando un leve escalofrío que recorrió el largo de tu espalda.
Paula recorrió los alrededores con la mirada, haciendo un reconocimiento visual del lugar, mientras buscabas el juego de llaves en el bolsillo de tu jean.
- ¿Estamos en Mármol? – preguntó con curiosidad.
- Adrogué… al ladito – explicaste y una vez que las llaves descansaron en la palma de tu mano tocaste cada una de las irregularidades de las mismas para reconocer cual era la que abría la puerta de entrada- Este el estudio de mamá – y el brillo de sus ojos cambió ni bien la nombraste. El calibre de tu voz, también - Era como su santuario personal… venía a pintar y a relajarse.
Ella sonrió, mientras apoyaba su espalda contra la pared y esperaba que abras la puerta. Ingresaron y aunque nadie más lo sintiera, sentiste el perfume de tu mamá impregnarse en tu piel. Paula a tu lado inspiró profundamente, para luego suspirar.
- Es hermoso – murmuró mientras caminaba lentamente y se paraba para ver un par de cuadros de su autoría (algunos colgados, otros reposando sobre el piso) - Tu mamá tenía mucho talento… - y te sonrió.
- Ella tenía mucha facilidad para estas cosas… - dijiste mientras te acercabas y Paula te tomó de la mano como si supiera exactamente lo que necesitabas. El contacto alivió el estremecimiento que te causaba ese lugar y hablar de ella, y la amaste.
La rubia abandonó tu mano para mirar con detenimiento las pinturas y aprovechaste para sacar de tu otro bolsillo un atado de Marlboro con poco puchos y algo machucados por el poco cuidado con el que los guardaste y con el que los sacabas ahora.
- Peter, ¿cuánto estás fumando por día? – inquirió distraídamente aunque la respuesta no le fuera indiferente. Despego la vista de un cuadro a medio acabar de tu mamá y volvió a fijar sus ojos miel verdosos, en tus marrones. Exhalaste mientras prendías el cigarrillo.
- Un par – dijiste antes de fumar la primer pitada y Pau levantó una ceja - Cinco… - y amagó a morderse el labio. Largaste con tranquilidad el humo - Diez, capaz.
- ¡Pedro! – te retó y vos agitaste el cigarrillo.
- ¡Paula! – la cargaste y ahora sí mordió su labio total y completamente - Estuve muy nervioso estos días… - y diste otra pitada - Y vos también volviste a fumar.
- Pero un atado de diez me dura una semana…- atacó y no te quedó otra cosa que exhalar lentamente – Igual ahora que vamos a estar más tiempo juntos, voy a censurarte los cigarrillos – anunció. Y sonreíste, mientras abrías ampliamente los ojos.
- Ah ¿vamos a estar pasando mucho tiempo juntos? – y ella se acercó y tuviste ganas de acortar esa distancia ya.
- Sí, ¿tenías dudas muertito?
Y sonreírle y no cansarte nunca.
Dos puchos más tarde (vos uno y ella uno mentolado), tomaste su mano y la guiaste hasta la habitación donde tu mamá guardaba taburetes, pinturas, pinceles y lienzos (los que aún permanecían para darle una onda rústica) y ahora además reposaba una mesa, decorada y ocupada por velas y platos perfectamente ubicados. La luz tenue, terminaba de darle ese toque… especial.
- Guau… Me siento como en las fiestas, que siempre hay – comentó una vez que serviste el Vitel Tone (o Vitello Tonnato para los expertos) en los platos de ambos dos, tratando torpemente de decorarlo con una pequeña ensalada mientras Paula te miraba curiosa – ¿Vos cocinaste?
- Sí…- y destapaste el vino mientras ella fruncía el ceño- Mentira, no cocine yo… Me ayudo mi hermana, aunque hubiera podido – y te miró enarcando una ceja mientras tomaba asiento - Pero no quería que te sientas menos.
Y largo una carcajada con sorna.
- Callate vende humo – y no pudiste evitar la sonrisa - No me olvido del cementerio de volantes con teléfonos para pedir que tenés tirados por todo el living – y la imagen de tu departamento se te vino a la cabeza. Y tenía razón.
- ¿Y por casa? – y ella revoleó los ojos; mientras llenaste las copas - No podés tener una carpetita para los deliverys dividida en categorías.
- Eso se llama ser práctica y organizada – explicó ella como si fuera una obviedad y levantó la copa como si brindara por ella misma. Eso se llamaba… ser una obsesiva.
Cateaste el vino y te dejaste invadir por su aroma antes de tomar el primer sorbo. Malbec, cosecha de hace 10 años (cortesía de tu hermana).
- Solo a vos se te ocurren esas cosas... – dijiste con una sonrisa - Sos tan especial.
Sonrió, única, vergonzosa, pero aún así, hundiéndose en tu mirada. Y comenzaron a cenar, entre comentarios sugestivos y risas (y sonrisas tiernas y vergonzosas) y retos y burlas, y cuando te hablo de su papá recordaste a qué habían venido en primer lugar.
Querías empezar desde el principio, dar las explicaciones que implícitamente pidió (y merecidamente, porque son de hechos que infieren en tu vida) pero que no diste porque no creíste necesarias de abordar. Porque estaban negadas (no olvidadas) y ahora que volvían te diste cuenta que iban más allá de lo que no dijiste. Porque todo se trataba de lo que no aceptaste y como no lo hiciste, volverían siempre. Como el déja vu.
Tu familia, implícitamente tu karma. Indirectamente, tu falta de confianza. Completamente tu déja vu.
Y ya no querías repetir la historia, que la figurita sea la misma o que la canción de moda se repita hasta hartarte. Querías salirte del libreto, olvidar el déja vu y hacer borrón y cuenta nueva. Y eso no lo ibas a poder hacer hasta aceptar que lo que había pasado te afectó y te afectaba; y principalmente te dolía.
Y no sabías como empezar a explicar… pero supusiste que contarle a ella, era un buen comienzo.
- Pau… - y ella apoyo el tenedor en la mesa, percibiendo que querías decir algo importante – Perdoname – y sus latidos se hicieron perceptibles. Mojaste tus labios, intentando tomar un respiro para que las palabras no se entremezclen en tu boca - El día del compromiso me enoje con vos… pero en realidad estaba más enojado conmigo mismo – y Paula solo te miraba - Porque tenías razón y me dijiste un montón de cosas… que eran verdad y que… no podía aceptar.
Y ella solo te miró, insegura si debía hablar o dejarte continuar.
- Yo…
- Es verdad… yo tengo problemas con mi familia –soltaste interrumpiéndola y la rubia comprendió instantáneamente que necesitabas continuar - Y por algo no me hablo más y… todo este tiempo hice como si nada, como si no importara y en realidad, si me importa. Y vos me importas y no quiero tener más secretos… al menos cuando es algo que me pesa tanto y quiera o no forma parte de mí.
Y de repente sentiste como la opresión en tu pecho se iba alivianando poco a poco.
- Pedro, no quiero que te sientas obligado a nada… - explicó ella suavemente, tratando de hacerte sentir contenido - Yo no te lo quise echar en cara, sólo que
- Si me abro con vos, es porque confío más que en nadie – y se le escapó una sonrisa – Y necesito que lo sepas… y aceptarlo, para poder seguir adelante – y aceptar, dolía más que negar - Mi mamá falleció hace un año ya, mientras yo estaba estudiando en Nueva York… - 2010, año de mierda - sabía que estaba enferma y su situación era… inestable. Con altos y bajos… - y se te vinieron encima esas esperanzas idílicas y poco probables cuando las amenazas de que el cáncer haga metástasis o acelere su proceso estaban cada vez más cerca y tu ser querido más preciado, más lejos – Pero ella seguía manteniendo esa alegría que la caracterizaba… tratando de poner la mejor onda. Por nosotros, por papá – y te dolió nombrarlo. Tragaste antes de seguir - Tenía el pasaje para volverme a Buenos Aires a fin de cuatrimestre una semana – e hiciste una mueca – Pero ella se fue una semana antes y nadie fue capaz de avisarme que mamá ya no estaba –y el deseo de llorar fue inevitable y la vista se te puso borrosa por la película de agua que cubría tus ojos. Miraste hacia abajo, en un intento de ocultarlos - La excusa fue que no querían amargarme y hacerme venir acá cuando ya tenía pactada la vuelta en unos días… pero nadie se acordó de mi derecho a elegir. Mi derecho a verla… ni al entierro llegué Pau – reprochaste con bronca.
Y Paula tenía los ojos empañados de lágrimas y vos te habías olvidado de la vergüenza de llorar en público.
- A veces la muerte te supera tanto que te cegás… seguro pensaron que eso era lo mejor para vos y no lo hicieron para hacerte un mal – hipó Paula ya lejos de su asiento y en cuclillas a un costado de tu silla, sosteniendo tus manos y buscando alguna justificación que minimicé sus decisiones equivocadas y soberbias y alivianar tu dolor.
- Yo sé eso… pero nadie reconoció su error y vino a pedirme perdón de nada… - musitaste - salvo Luciana – y ella limpió tus lágrimas dulcemente con las yemas de tus dedos.
- No sirve de nada el rencor, te lo digo por experiencia – dijo con suavidad mientras acariciaba tu rostro y se sentaba en tu regazo para estar más cómoda – Pero necesitas tus tiempos y hay que respetarlos – y te hundiste en su hombro mientras ella enredaba sus dedos con tu pelo. Respiraste – Yo te voy a curar esas heridas – susurró dulcemente en tu oído y te estremeciste mientras acariciabas su espalda . Paula se despegó para mirarte a los ojos y suspiraste – Te amo.
Y eso era, ni más ni menos, justo lo que necesitabas oír.
Alguien que me pase la sal, please.
Gracias copillo, necesitaba tu autorización para subir :') Sabés que sos mil y que te amo friendo! Y si no venís pronto, me quedare con tu esmalte lalalalalalala
Piel de pollo. Te felicito, tenes un don. Posta.
ResponderEliminarAaaaaaaai sos un genia. No aguanto hasta la semana que viene, subi please!!!!!!!
ResponderEliminarESE TE AMO FUE MUY CHUNIII :B sos grosaa lucis!! :)
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