sábado, 3 de marzo de 2012

Capítulo 48.

Marzo nunca estuvo tan gris como ese 9. Las nubes, negras y autoritarias, amenazaban con bañar en cualquier momento cualquier superficie a su paso y otra vez confirmabas que el servicio meteorológico dejaba mucho que desear. La inestabilidad no era característica de ese mes, pero qué mas da; la historia bajo techo era otra muy distinta.

La nostalgia y el recuerdo transitaban cada rincón de tu vieja casa en Olivos pero la alegría los opacaba al impregnar a cada uno de los refugiados (porque no podía denominárselos de diferente manera teniendo en cuenta la tormenta que se venía) y la música circulaba movilizando a todo quien aún estaba quieto. La gente carcajeaba a pesar de la oscuridad de afuera y la inminencia de una tormenta y concluiste en que no podía ser de otra manera, porque ese era el día. El más importante del año.

Nunca habías conocido persona más entusiasmada por su cumpleaños que tu hermana. En realidad, no conocías persona que conservara esa emoción por cumplir un año más de vida al pasar la barrera de la pre adolescencia pero Delfina, conservaba esa emoción como su pequeña tradición personal y se había encargado de inculcársela a toda la familia. Era imposible no saber que se acercaba; era su fecha preferida, más que la Navidad, el día del niño, Reyes o Pascua (y no justamente por los regalos que podría recibir). El 9 de marzo era ÉL día.

Dos semanas antes, empezaban a aparecer los primeros carteles; “se viene eh”, “empieza la cuenta” y otros derivados decoraban la pared del pasillo, la puerta de la heladera y hasta a veces, el espejo del baño. También, recurría a ataques verbales “Pa, sabés que fecha se viene ¿no?”. Y a sus 16 recién cumplidos, todavía no se aburría y no perdía ese amor por su nacimiento, el festejo, la familia. Y no había persona en el barrio que no supiera que Delfina Chaves el 9 de marzo, cumplía años.

Porque Pepi el 9 salía a la calle con gorro y corneta y le exclamaba a cuanto desconocido que pasaba que ese día era su cumpleaños. Porque le pedía a sus amigos que le canten el feliz cumpleaños (cosa que en lo personal odiabas que te hagan) innumerables veces. Porque festejaba (y cómo) todas las veces que podía.

Sonreíste, mientras veías a Delfina hacer una graciosa mueca de dolor producto de la poca coherencia entre la música y la voz que llevaba adelante el tema. Pero feliz, alegre. Vivaz, como ella.

Y si ese no era el día más importante del año, no sabías cuál era. Porque el nacimiento de tu hermana, independientemente de su propia emoción por festejarlo, fue lo que hizo que hoy en día tus papás sean como son. Los revolucionó, pero los unió como familia aunque no significara que tuvieran que quedarse juntos. Te hizo aprender lo que es sentirse responsable por alguien al ser la mayor (aunque ya lo fueras); te obligo a ser un modelo, una guía y una hermana por partida doble.

Revolviste el café italiano que tu mamá solo utilizaba para ocasiones especiales con delicadeza, mientras el aroma del mismo invadía tu sentido del olfato, sublevando cada célula de tu interior. Acariciaste la tibies de la taza, mientras no podías evitar unirte a las carcajadas ante los desafinados alaridos que propinaba Pinky (tu padrino), intentando seguir la letra del tema que estaba “entonando” en la pantalla, carente de ritmo oído musical y… amor propio. Tu mamá del otro lado del ambiente reía sonoramente junto a su novio, Alberto, al que conocías poco y nada y jamás te diste el gusto de conocer por tus caprichos y deseos ilusos de que tus papás algún día se despertaran y decidan mandar a sus respectivas parejas al demonio. Los demás, reían y reían (siempre y cuando no les tocara a ellos pasar al frente).

"#ElDíaMásImportanteDelAño"

Y el Twitter volvía a ser tu representante social con el mundo; porque desde ayer que no hablabas más que con vos misma y el portero de tu departamento. Zaira no parecía tener ganas de cruzar un mínimo saludo con vos (y hola, ni entendías por qué estaba tan ofendida si el trapo de piso eras vos) y Pedro… tampoco. No ibas a soportar un mudo nuevamente, ni un ofendido, ni un caprichoso. Porque Zaira te decía que eras una renegada a ser feliz pero Peter tampoco hacía un gran esfuerzo por modificar el curso de las cosas. Siete horas cuarenta y cinco minutos (sí, eras tan triste que llevabas la cuenta) hacía que le habías mandado un mensaje para intentar remediar las cosas entre ustedes y no obtuviste respuesta más que las excusas que podías brindarle vos misma al por qué no te había respondido (y la verdad eran malísimas y sumamente insanas).

Resoplaste en forma de molestia pero simulaste que estabas soplando el café. La decoración del living y la fiesta dentro no se condecía para nada con el clima de afuera y era un poco como llevarle la contra a la naturaleza, que había decidido desatar un diluvio en ese preciso instante. Los colores, vivos y frescos (de guirnaldas, globos y demás cosas que se le habían ocurrido incluir a Delfina), decoraban la casa haciendo que la misma sea una inyección de alegría para todos los invitados, obligando que se cambie del gris de afuera a un arcoíris de color.

Sin embargo, las contradicciones encajaban a la perfección con el festejo; porque tu hermana, era una rebelde.

Amagaste a tomar el celular, por inercia, mientras la voz de tu padrino endulzaba tus oídos (irónicamente, obvio). Nada… de nada más que Fabri hablándote por bbm y sólo para desearle un feliz cumpleaños a la Pepi (sí, el también desde Miami sabía que era el día más importante del año).

Quizás estaba pensando… o quizás no tenía más ganas de pensar (y volvías al tema Pedro, porque Pedro era un boomerang constante en tu cabeza).

Y cuando todo parecía no ser más que blanco o negro, de repente, tu teléfono comenzó a sonar intermitentemente marcando una rebelión (de hormonas, de sentimientos) y un cambio en la paleta de colores. Y no sabías de qué color se trataba ahora… pero todo era Pedro.

Todo era deja vú.

"Yo también quiero que hablemos… ¿puede ser ahora?"

Y no supiste si reír, llorar, suspirar aliviada, mandarlo a la mierda por hacerse el interesante, morderte el labio, llamarlo por teléfono. Contestarle quizás la moción universal si sometieras a la gente que ocupaba el lugar a una votación.

De pronto, la puerta hizo ese chasquido que hacía cuando se abría y odiaste durante todo tu tiempo vivido allí (aunque tenía sus pro, como saber cuando alguien estaba entrando a la casa cuando se suponía que tenías que estar estudiando y en realidad estabas mirando la tele, o cuando algún novio tuyo visitaba tu casa y se suponía que iban a estar solos toda la tarde) y entraron, tu papá y su prometida, Claudia, persona a quién jamás habías eliminado de la lista de gente no grata de tu vida.

Saludaste, cordial y con emoción fingida al verla, y te sentiste muy pendeja por, internamente, tomar esa actitud que podría tildarse por caprichosa. Pusiste una sonrisa e intercambiaste un diálogo banal y superficial, siendo educada, aunque no te interesara cómo estaba, qué estaba haciendo o cuáles eran sus planes para el casamiento. Por suerte, el karaoke llamó su atención (y les impidió tener una conversación más profunda) y tu papá te abrazó luego de agasajar a la cumpleañera.

Dejaste la taza sobre la mesa, mientras tu hermano asumía el mando del micrófono para cantar “Provócame” y podías predecir como terminarías llorando de risa en el piso. Te ubicaste cerca de tu tío y volviste a tomar el celular, dispuesta a definir qué hacer cuando la imagen de tu papá y tu mamá a dos metros de distancia llamó poderosamente tu atención.

Stop.

Y que tus padres y sus respectivos conyugues se estuvieran saludando como si fuera lo más normal del mundo era demasiado para ese día (y para cualquiera), aunque sea el más importante del año. Gonzalo frunció el ceño ante tanta buena onda desde el escenario y Delfina que se encontraba con tus primas, los buscó a ambos con la mirada. La conocida melodía comenzó y tu hermano para descomprimir comenzó a hacer payasadas (que en algún momento te hubieran robado múltiples sonrisas) y los invitados comenzaron a aplaudir, uniéndose a la diversión. “Me voy a fumar un pucho afuera” anunciaste a nadie en particular y luego de guardar el celular en el bolsillo de tu jean, caminaste hacia el jardín.

Una vez fuera respiraste y te apoyaste contra la pared de la galería mientras el ruido de las gotas al impactar el techo marcaba el ritmo de la lluvia. Sacaste los cigarrillos y ese encendedor que andaba pesimamente mal pero por extrañas razones aún seguía funcionando y te serviste uno mentolado.

Era sumamente irónico que el cigarrillo te sacara esa sensación de ahogo que había producido esa situación anterior pero ese día (el más importante del año) y el anterior no te estabas definiendo por ser la mejor pensadora, por lo que te limitaste a darle órdenes a tu cuerpo para prender el pucho y dejarte invadir por el humo.

Dejaste que tus ojos se perdieran en el recorrido que hacía el agua hasta llegar al pasto mientras exhalabas la primer pitada, relajándote.

- No hay imagen más triste que vos, en el jardín, con lluvia y fumando un pucho– dijo tu hermana a tus espaldas mientras ingresaba a la galería. Soltaste una carcajada y no podía estar más en lo cierto.

- Que simpática Pepi ehhhh – contestaste haciéndole una seña con la cabeza para que se ubique a tu lado – Encima son light, era lo único que había en el quiosco – simplificaste apenada y Delfina río con vos (no de vos) – Soy triste.

- Sos re forever alone – y una “o” se dibujó en tus labios – Mentira – añadió carcajeando y acomodó un mechón tras su oreja. Hizo una pausa - Heavy lo de los viejos – y tomaste otra pitada mientras desviabas tu vista de sus ojos azules.

Muy.

- ¡No podía ser menos en el día más importante del año! – dijiste irónica y tu hermana hizo una mueca. Sabías que a ella no le afectaba tanto como a vos porque claramente tenía otra visión de la vida… y estaba acostumbrada a Alberto y a Claudia; fundamentalmente, porque entendía lo que vos no. Quizás era hora que con tus 27 años, aprendieras un poco de tu hermana de 16. Exhalaste el humo.

- Obviamente – coincidió con gracia y logró robarte esa sonrisa que necesitabas- y contame Pochi, ¿por qué viniste sin acompañante? – y la miraste con cara de circunstancia. Ella con cara de que le debías una respuesta - Ni Zaira vino…

- Con Zaira estoy peleada, creo… - explicaste, sin saber muy bien como empezar. Delfina te miró extrañada.

- ¿Peleada? – y no te quedaba más que levantar los hombros - ¿Zaira se enoja? – y no pudiste evitar carcajear. Sacudiste la punta del cigarrillo para sacarle la ceniza; casi no le sentías el gusto.

- Sí… - y sólo seguías fumando por la necesidad misma de hacerlo. Delfina asintió, pensativa- Desde ayer que no me habla.

- Guau… no me la imagino a Zaira enojada – anunció y vos tampoco la conocías a Zaira enojada… hasta ahora - ¿Y Peter? – preguntó enervándose para mirarte a los ojos, como si no quisiera perderse ninguna de tus reacciones. Y seguramente se percato del estremecimiento te causó su mención. Peter, Peter, Peter - Quería que lo traigas, él era ideal para el karaoke…

- ¡Delfina, no! – y ella estalló en risas y te despegaste de la pared. Caminaste siguiendo la línea de las baldosas unos centímetros y te diste vuelta - Bastante con el padrino… por poco hay que bajarlo con seguridad de ahí arriba- y ambas rieron - Con Pedro… no sé. Me acaba de mandar un mensaje… - y Delfina hizo un pequeño festejo - Quiere que nos juntemos así hablamos.

Acariciaste el bolsillo de tu jean por fuera mientras desviabas tu vista hacia la lluvia. Podías escuchar la melodía de “mi niña bonita” llegar desde adentro de la casa.

- Genial… - asintió Pepi y giraste hacia ella - Y le dijiste que si ¿no? – y tu rostro no emitía respuesta pero ella te conocía como nadie – No te puedo creer Paula, ¡decile que sí tarada!

- Ch ch que soy tu hermana mayor, no una amiguita tuya… - respondiste con irritación - ¡además es tu cumpleaños!

- ¿Y? Van a ser las 9 y después vienen los chicos… - explicó - No quiero decirte que estás vieja, pero no da que salgas con nosotros Pau.

- ¿Ah no? – y Delfina se mordió el labio y evidentemente el gesto era de familia.

- Paula, soy la cumpleañera y en mí día se hace lo que yo quiero… - dijo haciendo énfasis en la palabra día. Se acercó y sonrió - además, el mejor regalo que me podés hacer es verte feliz – y nunca un regalo sería tan recíproco como ese. Dejaste que las comisuras de tus labios se fueran a los extremos, dándole lugar a una sonrisa.

- Solo porque es el día más importante del año eh…. – y esa era la mejor orden que alguna vez te dieron. La abrazaste cariñosamente.

- No te pongas a llorar ahora eh – y la empujaste levemente mientras te mordías el labio inferior - Dale , llámalo y ni bien termines... te quiero ver arriba del escenario. Cantando… no te hagas la boluda eh.

- Gracias Pepi – y ella te guiño un ojo antes de entrar nuevamente a la casa.

Y esto era lo que estabas necesitando. Un incentivo a la revolución, un empujón para animarte a hacer lo que tus inseguridades no te dejaban hacer. Y marcar su número era el primer paso.

Los tonos iban acorde al sonido de las gotas y nunca se te hicieron tan eternos como ahora. “Atendé, atendé, atendé, atendé”.

Y ya perdías la cuenta de cuantas veces había sonado.

- Pau – dijo con entusiasmo y dejaste de juguetear con el borde de tu blusa verde agua. Y ahogaste un suspiro.

- Peter… - e intentaste no sonar demasiado romántica. Comenzaste a caminar, en una forma de calmar tus nervios.

- No esperaba tu llamado… ¿Cómo estás? – y sus nervios te llegaban desde el otro lado de la línea. Sonreíste.

- Bien, en el cumpleaños de mi hermana… - explicaste y escuchaste un breve silencio. Carraspeaste buscando una respuesta.

- Ah, discúlpame entonces… hablamos otro día – y parecía que tuvieras otra cosa que hacer no estaba en sus planes.

- ¡No! – y te arrepentiste de haber sonado tan desesperada - Digo, en un rato la Pepi se junta con los amigos así que ya me libero… - te liberabas, para él. Lo sentiste sonreír.

- Te paso a buscar – dijo con decisión y no parecía estar preguntándotelo. Te paraste en seco, dejando de caminar por toda la galería. No esperabas que Peter fuera tan directo.

- Estoy en Olivos – explicaste con una mueca. La lluvia parecía estar llegando a su fin y la luna apenas comenzaba a ser visible. Quizás las estrellas esa noche podrían dislumbrarse.

- No importa… - y te mordiste el labio como una idiota - ¿en una hora está bien? – y una hora te parecía demasiado, para vos y tus nervios, pero tampoco podías ser tan ansiosa.

Gracias Pepi. Millones de gracias.

- Perfecto – te limitaste a contestar con una sonrisa y luego de despedirte y pasarle la dirección, te adentraste para seguir con la fiesta y disfrutar. Y dejarte llevar, por fin.

Y un champagne, una porción de torta, tres canciones cantadas (en el escenario improvisado del living), un “dejo de llover porque lo llamaste a Peter” (cortesía de tu hermana) y varios globos explotados después tu celular anunció que era hora.

Te despediste de los que quedaban, abrazando fuertemente a tu hermana y deseándole que disfrute como se merecía ese día. Tomaste tu cartera decorada con plumas de colores emocionada, ilusionada y con el presentimiento de que no podrías haber hecho mejor.

Y ese día, el más importante, se trataba de alegría. De festejar. De encontrarse. De revolucionar.

Y ahí te esperaba, afuera del auto (que recientemente había adquirido), con el pelo mojado, el rosario que era visible por el espacio visible de piel que regalaban los tres botones de la camisa desabotonados. Y esa media sonrisa.

Lo saludaste, con un beso sentido en el cachete, con la promesa de que las cosas entre ustedes estaban muy diferentes a como estaban el día anterior. Él te tomó suavemente de la mano y se dedicaron una mirada interminable, antes de subir al vehículo.

Y sonreíste, porque qué mejor que empezar una revolución de la mano de Pedro.

6 comentarios:

  1. AHHHHhh!! SOS GENIALLLL! NO PODES ESCRIBIR ASI ME HACES PONER LA PIEL DE GALLINA , GENIA!! gracias gracias gracias por subirr!!!

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  2. aaaaaaaaaaaaaaah, sos una genia, estas subiendo re seguido y cada vez son mejores. Quiero mas yaaa! Grosa total

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  3. Queremos maaaas! Sos re grosa! Ojala sigas subiendo. Beso!

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  4. Tengo una pregunta: Sos escritora profecional? xq tenes una redaccion impecable, sos la mejor! amo tu novela es preciosa. Besos♥

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    1. No no, es una cosa totalmente amateur :P jajaja. Gracias igual!

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    2. Si te gusta dedicate a esto! vas a ser famosa seguro y yo voy a decir, yo lei sus comienzos!!! (? jajajaja pero no encerio sos imprecionante!

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